Editorial

Los toros, como ejercicio de la libertad

Nada más cegato que el abandono que han sufrido los profesionales de la Fiesta

Como advertencia previa y en aras de la verdad, fue la Comunidad de Madrid quien paralizó el pasado verano, cuando el Gobierno central daba por vencido al virus, los festejos taurinos en la región. Pero si no le tembló el pulso a Isabel Díaz Ayuso cuando se vislumbraba una segunda oleada pandémica que, desafortunadamente, golpeó a España con mucha fuerza, tampoco ahora, en plena campaña electoral, cuando la decisión de reabrir la plaza de Las Ventas iba a concitar una nueva ofensiva de la oposición de izquierdas, que tiene en los antitaurinos uno de sus anclajes pretendidamente más populares.

Y, así, mañana, Dos de mayo, fiesta madrileña por antonomasia, vuelven los toros a la capital, con una corrida extraordinaria, por su cartel y por las circunstancias, a beneficio de los profesionales de la tauromaquia que han sido los grandes olvidados en este pandemia, tratados con la mayor cicatería por parte de nuestros gobernantes. Millares de trabajadores que fueron excluidos por principio de los fondos de ayuda salarial, como si su labor no mereciera el menor reconocimiento social. Nada más excluyente y cegato frente a una Fiesta que es Cultura, así, con mayúscula, que es, si se quiere, transgresión, y que representa la especificidad de raigambre mediterránea de un pueblo asentado en las dos orillas del Atlántico. Podríamos acumular los argumentos en favor de la tauromaquia –medio ambientales, económicos, sociales y culturales–, pero no lo creemos necesario porque, en estos momentos, hablamos de un ejercicio de libertad, la de aquellos ciudadanos que quieren acudir a las plazas, y que no significa imposición para nadie, mucho menos, para quienes en nombre de una equívoca filosofía animalista sólo conseguirían, en último término, la extinción de una especie única, como es el toro bravo y el medio natural en el que se desenvuelve.

Las Ventas, mañana, después de 19 meses de tendidos vacíos, se convertirá en una muestra del cotidiano ejercicio de la libertad. Esa libertad que no precisa de grandes gestos, pero que es necesario defender en todos los aspectos de la vida. Esa libertad que ha sido el leitmotiv de la campaña de Isabel Díaz Ayuso, cabalmente entendida por la mayoría de los madrileños y, aun, del resto de los españoles, tras los largos meses de una vida sometida a restricciones, algunas sin base lógica que pudiera fácilmente percibirse por parte de la opinión pública. Por supuesto, no se trata de ir contra la evidencia ni de bajar la guardia frente a la pandemia. La limitación de aforo, como también en las manifestaciones del primero de mayo, y las medidas de seguridad dispuestas en el coso demuestran que es posible compaginar la libertad con la seguridad.