Política
Podemos no es de fiar y los españoles lo saben
Tres meses después del adiós de Iglesias, el partido del gobierno sigue a la baja
Unidas Podemos es una historia de éxito efímero. Desde 2016, ha enlazado un revés electoral tras otro. Aunque pueda parecer paradójico, quedan lejos los días de gloria ciudadana por mucho que una coyuntura accidentada de oportunismo, conveniencia e intereses partidistas le abrieran las puertas de un gobierno que las urnas habían puesto fuera de su alcance. En la evidente decadencia, que alcanzó uno de sus hitos con la renuncia de Pablo Iglesias hace ya tres meses, han pesado razones que perviven. Conquistar el crédito del votante no es tarea simple, extraviarlo, sí. El partido de los círculos ha malbaratado la confianza de millones de electores porque incumplió los principales compromisos con los que se estrenó en la vida pública en el altar del 15-M. Estafó con aquel contrato social. Llegó con el sello catártico de la nueva política contra lo que tildaron como casta y lo único que ha exhibido son las malas prácticas de los peores servidores públicos. Ni ha habido transparencia ni ejemplaridad ni sacrificio ni generosidad ni tolerancia ni respeto. Ni fuera ni dentro del partido, convertido en el juguete roto pero provechoso para la nomenclatura responsable del desplome después de un rosario de purgas que eliminaron a toda voz no ya disidente, sino siquiera diferente. Han hurgado en los peores fantasmas de esta nación para sembrar odio con la esperanza de explotarlo manoseando el dolor. Han denostado a España como un estado fallido, una no democracia, mientras elogiaban dictaduras como Cuba o Venezuela. Integran un gobierno, que no iba a dejar a nadie atrás, y presenta uno de los peores balances sanitarios y económicos de la pandemia en buena medida gracias a sus actuaciones. La sombra de la corrupción está ahí con varias instrucciones sobre oscuros manejos de sus finanzas y otras irregularidades, más allá de que varios de sus dirigentes hayan sido condenados en firme por conductas ilícitas con el aplauso del partido, amén de que se justifique la violencia contra la derecha. El liderazgo bifronte de Yolanda Díaz e Ione Belarra nada ha resuelto porque el rumbo y las formas son casi idénticas, tanto como las caras. Los comunistas padecen intolerancia a la libertad y a los derechos fundamentales del ciudadano y aspiran a maniatar la democracia y que el Estado, o sea ellos, intervenga nuestras vidas. Su presencia ha envilecido la convivencia y ha empobrecido el presente. Cuanto menor sea su influencia y su peso en las instituciones y la sociedad mejor para el bien común.
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