Editoriales

Un Gobierno sin margen de maniobra

Han transcurrido cien días desde la amplia remodelación del Gabinete llevada a cabo por Pedro Sánchez y, como revela el sondeo de «NC Report» que hoy publica LA RAZÓN, no sólo la percepción de la opinión pública sobre el Gobierno no ha cambiado, sino que ha empeorado notablemente. Pero si no es habitual en las encuestas de opinión que en un espacio de tiempo tan corto –los llamados «cien días de cortesía– se produzca una toma de posición tan rotunda por parte de los ciudadanos, tampoco lo es que la remodelación gubernamental se limitara a la parte socialista del Gabinete, cuando, precisamente, eran los ministros de Unidas Podemos quienes, con la excepción de Yolanda Díaz, entonces con mucha menor proyección política, recibían las peores valoraciones. El ejemplo más notorio es el de la titular de Igualdad, Irene Montero, la ministra peor considerada por los encuestados, pese, o quizás por ello, a que es una de las ministras con mayor presencia en los medios de comunicación y en las redes sociales.

Sin duda, pena Sánchez con las consecuencias de un pacto de gobierno con una formación extremista de izquierdas, incluso, antisistema, que no ha ahorrado problemas de toda índole a sus socios socialistas, siempre con el objetivo de marcar distancias ideológicas de cara a la próxima contienda electoral. El último espectáculo dado por la formación morada, a costa del ex diputado Alberto Rodríguez, que ha llegado a acusar al PSOE de «arrebatarle el escaño», no es más que la punta, notable, del iceberg de un sordo enfrentamiento interno, en el que cada parte trata de apuntarse las banderas de las políticas progresistas, en una carrera que perjudica especialmente a los socialistas.

Porque en el rechazo general al Gobierno, expresado en ese 61,2 por ciento de los ciudadanos que consideran «mal» o «muy mal» el desempeño del Ejecutivo, hay que incluir forzosamente a una parte de los antiguos votantes socialistas que no comparten la deriva radical, más declarativa que real, todo hay que decirlo, que venía escenificando Pedro Sánchez, con especial relevancia en su trato a la oposición del Partido Popular. De hecho, las últimas encuestas demuestran que más de la mitad de quienes se declaran votantes socialistas eran partidarios de un acercamiento a los populares en cuestiones de Estado.

Con todo, lo peor para el Ejecutivo, que ha dilapidado a toda velocidad las supuestas ventajas electorales de una remodelación ministerial, es que se está quedando sin margen de maniobra, a medida que corre el calendario y haya que tomar la decisión más grave, mantener al país en sintonía con las directrices económica, sociales y políticas de la UE, o seguir el juego de los comunistas de Unidas Podemos, muy alejado del marco comunitario. Es, ciertamente, un dilema sin solución para Sánchez, que puede romper la coalición y adelantar elecciones, o perderlas con toda seguridad en 2023.