Editorial

Decisivo primer asalto en Castilla y León

Un nuevo triunfo contundente de los populares con Fernández Mañueco apuntalaría el cambio de ciclo a favor de Pablo Casado

Ha arrancado la campaña más decisiva en la historia de las convocatorias en Castilla y León. Que sea la primera vez que los comicios se desarrollan en solitario y no en el contenedor habitual autonómico confiere ya a la cita un carácter peculiar. Que todos los actores políticos del país la hayan revestido de un evidente alcance nacional dimensiona el pulso hasta trascender sus consecuencias del ámbito regional clásico. Estamos ante un primer asalto decisivo que dirimirá el equilibrio de fuerzas de cara al horizonte electoral que le aguarda a la nación. Traer a colación como referencia el 4-M en la Comunidad de Madrid ayuda a entender y calibrar el impacto de toda elección en la presente coyuntura política, marcada por la excepcionalidad de la pandemia y el primer gobierno de coalición socialista comunista del periodo democrático. Por calendario, los ciudadanos se han visto privados de evaluar en las urnas la gestión y la conducta del gabinete de Pedro Sánchez y es por esa razón que nos hemos movido en presunciones hasta el terremoto madrileño de Díaz Ayuso. Desde ese instante, la onda expansiva impactó de lleno en la voluntad soberana y la fotografía demoscópica. A partir de entonces, el PP aparece como la fuerza más votada en todos los sondeos sin excepción, con una mayoría absoluta para el centro derecha y el retroceso contumaz de los apoyos a la izquierda. Hay una valoración nítidamente negativa del papel de Sánchez y su equipo, de la mayoría Frankenstein, que ni siquiera es capaz de sofocar ni edulcorar la abrumadora propaganda oficialista. Castilla y León representa otra oportunidad de poner al día el estado del Reino con todas las singularidades que se quieran. En ese sentido, un nuevo triunfo contundente de los populares con Fernández Mañueco apuntalaría el cambio de ciclo a favor de Pablo Casado que tanto urge en un país sumido en una vorágine de ineficacia, impericia, vanidad, deslealtad, mentiras y escándalo sobre escándalo. Salvo en el esperpento vertido por el CIS, esa opción parece realista, tanto como el descalabro socialista y podemita, los socios del Gobierno. Que la alternativa crezca y se robustezca con triunfos en las urnas, es decir, con los votos de los españoles, no asegura el porvenir, pero la experiencia acumulada de otras dinámicas similares, que podrían sumar comicios en Andalucía y los autonómicos y municipales, incluso en la Comunidad Valenciana, apunta a ser determinante en la involución electoral y popular que se infiere con perspectiva. El centro derecha, PP y Vox, concurre fuerte, aunque con buena ventaja popular. La envergadura de la misión exige que todo el capital humano sin excepción se ponga en juego y contribuya. Para la izquierda, la encrucijada resulta endiablada. Ni sus líderes ni su balance suman hoy. El PSOE rumia el revés con Sánchez de perfil. En el caso de Unidas Podemos se añade la inoportuna interferencia de Pablo Iglesias de la mano con el apagón de Yolanda Díaz, que se ha quitado de en medio o la han quitado. Están por escribir la magnitud del resultado y sus daños colaterales en la gobernabilidad del Estado.