Editorial

Hacia otra amarga derrota del sanchismo

En el ecuador de la campaña de los comicios del País Vasco, la incertidumbre por las consecuencias del resultado gana peso fundamentalmente por su impacto sobre la gobernabilidad del Estado

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), apoya en un acto electoral con el candidato a lehendakari del PSE, Eneko Andueza (2d).
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), apoya en un acto electoral con el candidato a lehendakari del PSE, Eneko Andueza (2d)Miguel ToñaAgencia EFE

España es un país entregado a las elecciones. Los separatistas reivindican por imperativo político el derecho inalienable a la autodeterminación, pero el caso es que en esta vieja piel de toro el pueblo soberano dicta sentencia en las urnas con una pulsión reincidente que nos convierte casi en una excepción en la Unión Europea. O sea que los españoles, sean vascos, catalanes o castellanos, hemos convertido la fiesta de la democracia en un encuentro cotidiano.

En el ecuador de la campaña de los comicios del País Vasco, la incertidumbre por las consecuencias del resultado gana peso fundamentalmente por su impacto sobre la gobernabilidad del Estado. Los últimos siete días apenas han aclarado algo el panorama y los vasos comunicantes entre partidos parecen cegados conforme a las encuestas. En estas circunstancias, en que todo se mueve en uno o dos escaños arriba o abajo entre los socios de Moncloa, PNV y Bildu, los vaticinios tienen consideración de papel mojado como para no serlo. La lista proetarra de Otxandiano, pero sobre todo de Otegi, encara la recta final con posibilidades de ser la más votada.

Hemos dejado lo suficientemente claro en estas páginas editoriales el repudio moral absoluto que nos produce ese escenario, que se gratifique y se recompense a los representantes del proyecto asesino de una banda terrorista, pero aquí y ahora se trata de apuntar las consecuencias de un triunfo batasuno para el futuro de Pedro Sánchez y la estabilidad del Gobierno. El PNV de Pradales y Ortuzar, en la oposición en Vitoria, sería un muy mal negocio en Madrid, especialmente si los socialistas favorecen el cambio en Ajuria Enea por activa o por pasiva.

En todo caso, a una semana de que un rincón de la nación vote, lo único seguro es que Sánchez encajará una nueva derrota para su proyecto en un territorio en principio más propicio. Es más, parece poco probable que mejore posiciones, sino más bien que recoja el desgaste por la calamitosa gestión del sanchismo. En función de la aritmética y de los futuros acuerdos, Moncloa intentará convertir su condición de partido subalterno y bisagra en un triunfo, en línea con su manejo impostado de las generales de julio.

Afortunadamente, en un régimen de opinión pública, incluso en la democracia vaciada actual, el ganador no es quien decide Sánchez, sino el que marca el escrutinio. El todopoderoso presidente ha embarcado al partido en un ciclo de fracasos electorales sin precedentes. Solo la ausencia de un mínimo de escrúpulos para respetar la voluntad popular expresada en las urnas y la palabra dada al pueblo salvó La Moncloa para su persona. El próximo domingo los vascos podrán acelerar aún más la agonizante legislatura o conectarla a un respirador. En todo caso, el partido sanchista reafirmará su condición como marca perdedora camino de la marginalidad.