Editorial

El sanchismo desarma la democracia de todos

Los españoles de bien estamos llamados a la movilización contra el atropello y la indignidad. Sin resignación ni rendición. La democracia prevalecerá frente a los que la venden por 30 monedas de plata o siete diputados

Pedro Sánchez ha logrado lo que estaba seguro de conseguir tras certificar su derrota en las elecciones del 23J. En cuanto verificó la aritmética parlamentaria supo que su investidura estaba garantizada porque los medios para alcanzarlo nunca han sido una traba y su decisión de entregar lo que fuera y a quien fuera con tal fin era absoluta. Su pacto con un prófugo de la Justicia española al que unos meses antes prometió poner a disposición de la Justicia lo ha acreditado una vez más. El compromiso anunciado y sellado fuera de España acerca de la investidura del presidente del país ha sido otra prueba más de que ni las formas ni la imagen lo han mediatizado. El acuerdo entre el PSOE y Junts es en realidad la asunción de todas y cada una de las exigencias de los separatistas y lo que representan y se establecen en esos cuatro folios que certifican la capitulación incondicional del estado de derecho. Carles Puigdemont ha cosechado una victoria sin paliativos, sin duda la más importante de la historia de este movimiento reaccionario y arcaico, que ha sabido explotar las insaciables ansias de poder personal de Pedro Sánchez. La factura que pagarán España y los españoles para que el inquilino de La Moncloa revierta la derrota en las urnas resulta casi inabordable. No hay reivindicación de las que han constituido el grueso del discurso facineroso del separatismo que no haya sido atendida negro sobre blanco. Y así el secesionismo golpista, en manos del delincuente y corrupto que ha redactado las disposiciones que lo blindarán ante la Justicia para mayor bochorno, se ha garantizado la amnistía absoluta para todos los implicados en el procés en una década, también para los que se ha definido como afectados por los casos de lawfare, un verificador internacional, abrir una negociación sobre el referéndum de autodeterminación, el retorno de las empresas, el cupo catalán para que el independentismo gestione el 100% de los impuestos, la quita de 15.000 millones, que se podría ampliar a toda la deuda con el Estado, los rodalíes, más inversiones extraordinarias y otros asuntos que con seguridad desconocemos e integran la agenda oculta de este cambalache. A cambio Puigdemont y el independentismo supremacista no ha cedido un ápice, sino al contrario, rehabilitados por un gobierno en funciones que se ha sumado con su sello al Frente contra la Constitución y que ha refrendado la narrativa victimista y mendaz de los supremacistas contra España. Sánchez ha dado fe, ha otorgado su plácet a la ignominia de que no somos una democracia, que los jueces han prevaricado y delinquido al actuar contra personas por sus ideas políticas, que el Rey fue el primero en el ejercicio de esa represión contra Cataluña, que se ha perseguido de manera brutal el catalán y su cultura, que el Parlament manda, que España ha robado a Cataluña y, en definitiva, toda esa infamia retórica con la que la casta golpista ha disfrutado de un vida de privilegios a costa de los contribuyentes y de la laxitud del Estado. Sin duda, hay un antes y un después de este pacto de la vergüenza, que ha llegado tras los indultos, la eliminación de la sedición, la rebaja de la malversación, el blanqueamiento de ETA, el acercamiento de los presos terroristas, el guerracivilismo... Sánchez ha desarmado la democracia en un proceso de colonización de las principales instituciones y de deconstrucción de todos los equilibrios que constituyen y consagran a un régimen liberal y representativo en pos del poder absoluto. Vivimos tiempos oscuros y horas amargas. Nunca hasta hoy estuvo tan cerca el final del sistema que los españoles nos dimos en 1978. Nunca hasta hoy aquellos que tenían que velar por el respeto a la ley, la igualdad y la convivencia en paz han ejercido de mano ejecutora. Nadie puede ser un presidente legítimo contra el ordenamiento jurídico, las instituciones y el pueblo soberano. Sánchez, tampoco. Los españoles de bien estamos llamados a la movilización y a la resistencia contra el atropello y la indignidad. Sin resignación ni rendición. La democracia prevalecerá frente a los que la venden por 30 monedas de plata o siete diputados.