Educación
¿Generación…Z? Generación COVID
Carlos Ortiz Sanchidrián Director del Colegio CEU San Pablo Sanchinarro
Vienen a cuento esos versos de Dámaso Alonso en los que preguntaba “por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?”
Después de varias semanas de confinamiento, desgraciadamente son muchas las malas noticias que nos llegan de cada vez más y más conocidos. A la vez, altas médicas y buenas noticias nos hacen ver el final con esperanza. Quizá no hemos sido conscientes de la dimensión de esta crisis hasta ahora, y como Dámaso Alonso, todos los españoles sumidos en el silencio nos hacemos preguntas que quizá nunca nos habíamos hecho, una vez que hemos vistos ERTES, despidos, llantos, cadáveres apilados como si de una guerra se tratase. Y entre medias...héroes que pasan desapercibidos, que entregan su vida para salvar la de otros desconocidos; políticos inconscientes que buscan cómo ponerse medallas; un altísimo número de personas que se olvidan de sí mismos por el hecho de ayudar; sanitarios, sacerdotes, personal de supermercados, farmacéuticos, todos ellos entregados para intentar dar paz a familias desesperadas que no saben dónde agarrarse, siguen con una sonrisa atendiendo a los ciudadanos con la cara cubierta y una enorme carga de desconfianza, mientras otros hablan de 70 en 70 minutos para decir nada.
España se ha convertido, el mundo entero. ¿Cuándo habíamos valorado así un abrazo, una llamada, una sonrisa? ¿Cuándo habíamos podido imaginarnos que nuestro primer mundo iba a dejar de ser primero para pasar a ser no ya tercero sino más allá?
Padres y madres de familia encerrados haciendo malabarismo con los estudios de sus hijos y el teletrabajo que deben sacar adelante. Malabarismo es sonreír, es demostrar fortaleza, es ir a la compra, es quitar hierro al agobio y la a desesperanza de los más pequeños…y de los mayores, es resolver los problemas en familia, es llamar a familiares con los que llevamos meses o años sin hablar, es apoyar y ayudar a los profesores de sus hijos a centrar el trabajo diario que van enviando, mientras teletrabajan, trabajan o…buscan trabajo.
Los alumnos, aquellos a los que llamábamos nativos digitales por usar las redes sociales y los videojuegos, se están dando cuenta de que les cuesta mandar un correo con la formalidad que requiere, utilizar programas informáticos básicos: no saben aprender a aprender ni tienen la competencia digital que esperábamos, por no hablar del resto de competencias a las que no damos importancia y deberían estar en primer puesto: lectura y escritura.
Profesores que de un día para otro han trasformado su casa en un colegio, y un colegio de los buenos. ¿Tecnología? Toda la del mundo, y a pesar de no pertenecer a esa generación de nativos digitales, vemos profesores en sus últimos años de desempeño profesional dejándose la vida en la creación de materiales, vídeos, exámenes online, creando materiales magistrales que entregan por el hecho de ayudar. Reuniones de seguimiento y coordinación con los responsables de las etapas en las que se transmiten los planes A, B y C que cada día desde las autoridades educativas van comunicando y cambiando, y también ellos atendiendo a sus hijos y familias porque los profesores también tienen familia.
Como dice Gregorio Luri, nunca se había hablado tanto de valores como ahora -antes de esta crisis-; no es que hubiese una crisis de valores, lo que había es una crisis de prioridades, de criterios. Sin embargo, en estas semanas, pienso que todos hemos fijado las verdaderas prioridades. Los valores, las virtudes, se aprenden con el ejemplo. En primer lugar, con el ejemplo de las familias, de los maestros. Esto queramos o no, es educación moral, prohibida hoy en día y sin embargo supongo que es la prioridad de la educación de hoy: solo quien se siente amado puede ser educado. El salón de nuestras casas ahora puede ser el mejor colegio: lenguas, ciencias, idiomas, pero también gestión de emociones, juegos, deportes, concentración, corrección.
Creo que soy realista si digo que después de esta crisis, habremos avanzado y mucho en la educación -la verdadera educación- de nuestros alumnos, de nuestros hijos; seguramente mucho más en estas semanas de confinamiento que en varios años de su vida. Solamente con ver la televisión, escuchar las llamadas que se han hecho en casa, limpiar las lágrimas, jugar en familia, escuchar al maestro online, sentir el esfuerzo que todo un país, el mundo entero, está haciendo por vencer esta crisis, considero que toda la sociedad ve la vida de otra manera.
Es el momento de la conversión, de pensar, de buscar soluciones, ideas, propuestas. Ahora estamos unidos, España ha dejado de ir a su bola con los cascos puestos y la música a todo volumen, para cantar juntos, aplaudir, llorar, reír, ayudar. Esto será una guerra venida de no se sabe dónde, provocada por humanos o traída por la naturaleza, no sabemos. Pero lo que sí que sabemos es que la alegría, el optimismo y el servicio deben ser las palabras de moda a partir de ahora para esta nueva generación, la generación COVID.
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