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El fantasma de la ultraderecha regresa a Francia

La Razón
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A catorce meses de que se celebren las elecciones presidenciales, la vida política francesa se ha visto sobresaltada estos días por unas encuestas que colocan a la líder del Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, como la vencedora de la primera vuelta, con el 24% de los votos. En un poco deseado "déjà vu"del 21 de abril de 2002, cuando Jean-Marie Le Pen descabalgó al socialista Lionel Jospin de la primera vuelta, el FN volvería a romper la tradicional pugna entre izquierda y derecha.

Pero en esta ocasión es la derecha la que sale mal parado a consecuencia del auge ultra. El presidente Nicolas Sarkozy, que aún no ha despejado la incógnita de si concurre a la reelección, sería el tercero más votado (21%) al ser superado por el aspirante socialista más valorado, Dominique Strauss-Kahn (23%).

En 2002, la apatía del electorado francés, que daba por hecho que el primer ministro socialista pasaría a la segunda vuelta, propició al patriarca del FN cosechar un resultado que ni en sus mejores sueños hubiera imaginado. Ahora, por el contrario, ha sido el empeño de "Sarko"de arrebatar a la ultradrecha su discurso antiinmigración y, por extensión, sus votantes, lo que ha hecho crecer las expectativas del Marine Le Pen, que apenas hace dos meses sucedió a su padre al frente del partido.

Muchos franceses parecen pensar que por qué vamos a conformarnos con una copia si tenemos el original. Y es que Sarkozy, que en 2007 ganó el Elíseo con un discurso en el que prometía reformas y ley y orden, ha decepcionado a propios y extraños. Sus ajustes económicos, especialmente la ampliación de la edad de jubilación, le han creado tantos detractores que el presidente no tuvo más remedio que girar hacia la derecha para tratar de recuperar el terreno perdido.

Primero se sacó de la chistera el debate sobre la identidad nacional francesa al que tuvo que poner fin un año después. Más recientemente, en su permanente empeño por protagonizar los titulares de los periódicos, Sarkozy ha lanzado su idea de integrar al islamismo en la tradición laica francesa. Es decir, a imagen y semejanza del FN, el líder conservador coloca a los musulmanes en el punto de mira por un simple cálculo electoral.

Pero el FN no sólo crece en las encuestas por errores ajenos. La nueva líder del partido, una abogada divorciada en la cuarenta, ha querido lavar la cara a la rancia formació que dirigió su padre durante 38 años. Para lograrlo, Marine ha puesto fin a las manifestaciones racistas que tanto gustaban al patriarca y ha adoptado el modelo de otros partidos populistas y xenófobos europeos, como el Partido Popular Danés, el Partido de la Libertad del holandés Geert Wilders o los Demócratas Suecos. Grupos políticos que se han cosechado éxitos en las urnas tras remplazar el discurso ultraderechista por un programa nacionalista y antiislam.

Como explica la especialista en extrema derecha Nonna Mayer, "el discurso de las derechas populistas europeas consiste en decir: los musulmanes no comparten nuestros valores, no toleran a los homosexuales, las mujeres y los judíos. Dándole la vuelta al argumento: los 'racistas' son ellos". Parece que Marine Le Pen ha aprendido muy pronto la lección. ¿Serán capaces los partidos tradicionales de rebatir su discurso simplista?