Estocolmo

La «banlieue» sueca

La «banlieue» sueca
La «banlieue» suecalarazon

Cuando uno viaja por primera vez a Estocolmo, queda prendado para siempre de la belleza de esta ciudad archipiélago surcada por puentes. El primer paseo por sus limpias y amplias avenidas nos muestra en cada esquina un puesto de perritos calientes regentado por un inmigrante. Así de cotidiana es la presencia de extranjeros en la capital sueca. Históricamente, Suecia, con una población de 9,4 millones de habitantes, ha abierto sus puertas a los extranjeros que eran perseguidos en sus países de origen o tenían el sueño de una vida mejor. Así, en los setenta y ochenta recibió a muchos chilenos y argentinos que huían de sus dictaduras militares. Hoy, iraquíes, somalíes, afganos y sirios no dejan de llamar a las puertas de un país donde conviven 200 nacionalidades. En 2012, el país nórdico acogió a 103.000 extranjeros y los solicitantes de asilo alcanzaron la cifra récord de 43.900 (un 50% que en 2011). En total un 15% de la población nació fuera de Suecia y un 19% tiene raíces extranjeras.

Los disturbios que se iniciaron en Husby el domingo 19 de mayo y se extendieron a otros barrios durante una semana, sin embargo, empañaron la imagen internacional de Suecia y despertaron las primeras dudas sobre su capacidad para integrar a los inmigrantes. Según un informe de la Universidad de Uppsala, un 41% de los suecos cree que los inmigrantes se instalan en su país para beneficiarse de sus generosas ayudas sociales y un 66% reconoce las grandes dificultades que tienen para encontrar un trabajo. Y es que los habitantes de la empobrecida barriada de Husby, el barrio con mayor desempleo de Estocolmo, se quejan de que cuando acuden a una entrevista de trabajo deben mentir sobre su lugar de residencia y se ven obligados a aceptar empleos por debajo de su formación.

Los continuos recortes de las ayudas públicas que ha aplicado el Gobierno conservador de Fredrik Reinfeldt durante los últimos siete años no han ayudado precisamente a mejorar la situación. Por el contrario, han deteriorado los servicios sanitarios y educativos de la periferia de Estocolmo, que vive ajena al resto del país. Además, según un reciente informe de la OCDE, Suecia es el país de la organización donde más ha crecido la desigualdad en los últimos años. Para el 20% de jóvenes que ni estudia ni trabaja en Husby, la vida transcurre entre su casa y la calle, donde matan el tiempo lanzando piedras a los coches de Policía desde los puentes o quemando el automóvil de sus vecinos.

Los choques entre la Policía y los jóvenes han atraído la atención de los medios de comunicación internacionales, que han exagerado hasta la saciedad la situación real. Poco se ha informado de que han sido las patrullas ciudadanas de los barrios de la periferia de Estocolmo las que han logrado tranquilizar a los alborotadoras y no la Policía, sobre la que pesa la acusación de haber tratado de forma racista a los jóvenes. Tal vez, Suecia, pese a su modélico Estado de bienestar, no es tan diferente que otros países europeos donde ha estallado la ira de los inmigrantes, como Francia o Reino Unido. Sin embargo, que Suecia sigue siendo diferente lo demuestra el hecho de que el ministro de Integración, Erik Ullenghag, alerte de la estigmatización de los habitantes de los suburbios. Aquí no hay ningún político del Gobierno o la oposición al que se le ocurra llamar "chuzma"y "escoria"a los jóvenes airados, como hizo Nicolas Sarkozy en 2005. Por el contrario, tanto la derecha como la izquierda suecas han establecido un cordón sanitario frente a los Demócratas Suecos (SD), el partido ultraderechista que entró por primera vez en el Parlamento (Riksdag) en 2010 con el xenófobo eslogan "los suecos primeros, los inmigrantes después".

pgarcia@larazon.es