Política
El asalto al cielo de Ferraz
Arañar el voto progresista centra la campaña electoral de Iglesias: una caravana que prefiere viajar por la noche a madrugar, en la que Iglesias organiza animados debates en la parte de atrás del autobús y se mensajea a través de Telegram.
Arañar el voto progresista centra la campaña electoral de Iglesias: una caravana que prefiere viajar por la noche a madrugar, en la que Iglesias organiza animados debates en la parte de atrás del autobús y se mensajea a través de Telegram-.
Jueves, 3 de diciembre. Pablo Iglesias comienza su campaña electoral rumbo a Zamora con un pequeño discurso, en inglés y en español, a través del micrófono del autobús rodeado de su equipo y de periodistas, en el que utiliza la expresión «asalto al cielo» para referirse a la quincena de días que le quedaban hasta el 20 de diciembre. Hoy, exactamente siete días después, ya ha quedado suficientemente claro que el líder de Podemos a lo que se refería en realidad era a un «asalto a Ferraz» en toda regla, un combate sin concesiones contra Pedro Sánchez por el corazón del votante progresista que materialice la célebre «remontada», concepto éste que, a fuerza de tanto repetirse, va camino de convertirse en una amarga realidad para el socialismo.
Fue el pasado lunes, durante el debate a cuatro organizado por Atresmedia, cuando la estrategia del líder de Podemos quedó al descubierto. Hasta el momento los ataques de la maquinaria electoral del partido emergente se habían repartido por igual entre las dos fuerzas de referencia del bipartidismo en España. Durante el debate, sin embargo, la virulencia de las cargas de profundidad contra Sánchez no dejaron lugar a dudas sobre la intención de Iglesias. El joven político apuntó sin misericordia al talón de Aquiles del candidato socialista cuando hizo referencia a su débil posición en el PSOE y a la alargada sombra que Susana Díaz proyecta desde Sevilla.
En realidad, Pablo Iglesias y el resto de la cúpula de Podemos llevan meses dibujando esta estrategia. Si las propuestas de extrema izquierda eran lo idóneo para lograr el primer empujón en las urnas de las europeas y rentabilizar políticamente el malestar social durante los años duros de la crisis, una vez que se había logrado situar al partido en el mapa político español la estrategia pasaba por moderar el discurso e incorporar a personajes solventes al proyecto para presentar a Podemos como una alternativa verosímil de Gobierno. Pero tratar de ocupar el espacio tradicional del PSOE en el centro izquierda maquillando de moderantismo sus propuestas es sólo una parte de la receta: la segunda mitad es sacar la artillería y concentrar el ataque en el eslabón más débil de la cadena, Pedro Sánchez.
Frecuentemente es en las declaraciones de Íñigo Errejón, la sombra política de Pablo Iglesias, más que en las del propio líder de Podemos, donde la estrategia de la formación morada se puede leer más claramente, desprovista de concesiones y matices. «No tenéis que resignaros ante esta calamidad que os han puesto», dijo el número dos ayer mismo a los votantes del PSOE en referencia al candidato socialista, Pedro Sánchez. No en vano Íñigo Errejón es algo así como el Alfonso Guerra de Iglesias, el jefe de campaña de Podemos y cerebro en la sombra del aparato político del partido. Durante la campaña electoral es muy frecuente ver a estos dos amigos apartarse del resto de la caravana de Podemos, hacer un aparte, y conversar entre ellos, solos, alejados de los periodistas y del resto de colaboradores. Durante estas pequeñas conversaciones entre Iglesias y Errejón –hablando casi al oído apoyados en la columna de una terminal de aeropuerto o en una gasolinera en mitad de la noche entre mitin y mitin– es habitual que se acerque a ambos alguien para hacerse una fotografía. La reacción cuando esto sucede es siempre la misma: sonriente y con toda amabilidad, Iglesias promete la foto al simpatizante... pero sólo después de que acabe la charla con Errejón. Quizá sea más revelador otro pequeño detalle que se ha repetido varias veces a lo largo de la campaña y que señala al origen de la táctica de moderar el talante y acercarse al electorado de centro del PSOE. A menudo, los mítines de Podemos finalizan con la Internacional o el ya tradicional «Sí se puede». Los líderes del partido, Iglesias incluido, repiten invariablemente el tradicional gesto de levantar el puño izquierdo. En el estrado sólo una persona mantiene los dos brazos bajados: Íñigo Errejón.
Pero aunque el número dos sea el cerebro en la sombra, quien centra las miradas y provoca la ilusión del cambio es Pablo Iglesias. Esta ilusión, por momentos de un fervor casi inquietante, ha podido verse a lo largo de toda la campaña en cientos de militantes y simpatizantes de Podemos, pero se nota diariamente con especial intensidad en el grupo de colaboradores más cercanos al mesiánico líder del cambio. Pese a todo, Pablo Iglesias no pierde la sonrisa tranquila –casi de niño con zapatos políticos nuevos– y lo cierto es que da toda la sensación de estar pasándoselo en grande, disfrutando con todo el alma de un juego electoral en el que es protagonista.
Este espíritu joven se nota en su día a día de campaña: Iglesias prefiere viajar por la noche a cada ciudad o pueblo que visita, aunque suponga llegar a altas horas de la madrugada, a que suene el despertador a primera hora y no estar fresco por la mañana antes del acto. No obstante, su equipo y los periodistas que le acompañan no se suelen aburrir: Iglesias suele sentarse en la parte de atrás del autobús, donde se mantienen reuniones animadas en las que el debate está servido. En alguna ocasión, el candidato de la formación morada ha invitado a cerveza, y en más de una, a bocadillos. Porque es eso lo que le suele dar tiempo a comer entre mitin y mitin, entre viaje y viaje, en una apretada agenda para conseguir ese «asalto al cielo» del que hace gala. A veces, incluso llega a parecer uno más entre los demás, «chateando» por el móvil a través de Telegram Messenger, un servicio de mensajería parecido a Whatsapp pero que presume de tener mayor privacidad y seguridad.
Es llamativo que Iglesias apenas necesita preparación antes de los discursos, ya que tiene interiorizado el mensaje que quiere transmitir de un modo casi automático, ya que sólo tiene que aportar matices o pequeñas ideas. A diferencia de otros candidatos, que presentan un aspecto más formal, al ex profesor de la Universidad Complutense no le condiciona el acudir a una recepción o a un pueblo recóndito de la geografía española para elegir su atuendo, sino que la camisa desenfadada y los vaqueros a los que estamos acostumbrados a ver son un habitual. Los zapatos, cómodos: Geox y de la talla 43, para ser más exactos.
Así, el ritmo de campaña no se ha resentido ni lo más mínimo, a pesar del perfil apagado que ofreció durante el pasado debate, y la tensión ambiental del último mitin ante un atestado Palma Arena. Paradójicamente, en ella Podemos ha contado con un aliado de lujo a la hora de ocupar el espacio político del PSOE, y ese aliado ha sido el propio Pedro Sánchez, que son su política de pactos ha minado su propio argumento de que sólo el voto al partido socialista es el voto útil de la izquierda. Por eso, cada vez que un candidato apoyado por Podemos en las municipales se ha hecho con el poder gracias al apoyo socialista, Iglesias se ha frotado las manos: el mensaje estaba claro para los votantes de izquierda: votar al partido emergente sirve de hecho para desbancar al Partido Popular y llevar a cabo polítcas de izquierda sin matices. En ningún lugar cavó su propia tumba Pedro Sánchez de manera más clara que en Navarra, donde su negativa a pactar con el Partido Popular llevó al poder a la izquierda proetarra. Por eso cuando Sánchez clama que «la única garantía de cambio es el PSOE, no votarlo es regalar el voto al presidente Rajoy», su grito no prende en un electorado de izquierda que ya ha visto materializarse el milagro en Madrid, Barcelona, Cádiz, Santiago... No sorprende la contundencia con la que alguien que atesora una sabiduría política tan grande como Felipe González ha irrumpido en la contienda electoral. Y precisamente para señalar el origen de la sangría de votantes que le puede costar al PSOE el peor resultado electoral de su historia: Podemos y el etéreo espíritu de remontada que encarna Pablo Iglesias.
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