Elecciones generales
La aritmética de los pactos ¿Cuál es la opción más válida?
Ni PP con C’s ni PSOE con Podemos suman la mayoría absoluta necesaria para elegir presidente en primera vuelta. Sánchez precisa del apoyo de Podemos, IU y ERC y de la abstención de PNV o la coalición de CDC en segunda ronda
Ni PP con C’s ni PSOE con Podemos suman la mayoría absoluta necesaria para elegir presidente en primera vuelta. Sánchez precisa del apoyo de Podemos, IU y ERC y de la abstención de PNV o la coalición de CDC en segunda ronda. Una gran coalición PP-PSOE se antoja, a estas alturas, imposible.
Las urnas abocan a los partidos a los pactos, pero la «pinza anti-PP» puede dejar fuera del Palacio de la Moncloa, por primera vez en la historia de la democracia, al candidato más votado. Los ciudadanos han dado la victoria al Partido Popular, con el botín mas exiguo de las elecciones democráticas (hasta ahora, los 156 escaños de José María Aznar que apearon a Felipe González de la Moncloa en 1996 eran el resultado más pírrico de la primera fuerza política), pero la fragmentación del voto y, sobre todo, la irrupción de Podemos y sus plataformas satélite abren un escenario de «multipactos» del que el gran beneficiado puede ser Pedro Sánchez que, paradójicamente, cosecha los peores resultados históricos del socialismo español en unas generales.
Pese a que PP y PSOE aún suman holgadamente más del 50 por ciento de los escaños (213 de 350) del Congreso de los Diputados, ni siquiera el mayor rédito que la Ley d´Hont atribuye a los partidos mayoritarios (razón por la cual, pese a sus reiteradas promesas, ambos nunca han emprendido su reforma) ha impedido que el bipartidismo se tambalee, dejando de herencia un Parlamento a la portuguesa.
176. Ésa es la cifra mágica que garantiza la investidura de un candidato en la primera votación. Así ocurrió hace cuatro años, cuando los 187 diputados del PP permitieron la elección de Rajoy como presidente del Gobierno sin concesiones a la incertidumbre. En esta ocasión, sin embargo, todo es distinto y hay que echar mano de la aritmética para intentar esbozar el reparto de apoyos en una segunda votación, que se celebraría sólo 48 horas después que la primera, en la que basta una mayoría simple (mas síes que noes) para decantar la balanza.
Incierta segunda vuelta.
Sin duda una coalición entre las dos grandes formaciones acabaría de pleno con el problema de gobernabilidad en primera instancia, ya que la suma de sus escaños, sobrepasaría con creces la mayoría absoluta necesaria. La simple abstención del PSOE, unida a la de Ciudadanos daría la investidura al presidente del PP, Mariano Rajoy. Sin embargo, esta opción se antoja imposible tras la confirmación de los socialistas de que votarán en contra de la investidura de Rajoy.
En ese escenario, Rajoy sabe que ni siquiera el apoyo explícito de la formación de Albert Rivera le garantiza ser reelegido. Su abstención, en ningún caso. El líder de C’s, tras una campaña de calculada indefinición que le ha pasado factura el 20-D (junto al hecho de que tanto PSOE como PP se concentraran en desactivar el «efecto Rivera» descuidando el flanco electoral de Podemos), se comprometió a 48 horas de los comicios a facilitar el gobierno de la lista más votada.
Pero esos 163 síes (los 123 del PP unidos a los 40 de Ciudadanos) no serían suficientes para alcanzar la investidura. Dando por supuesto el voto en contra de PSOE, Podemos (y sus plataformas afines En Comú Podem, Compromís y En Marea), Unidad Popular, ERC, Democràcia i Llibertat (la coalición de Convergència) y Bildu, aunque los seis diputados del PNV y el de Coalición Canaria se abstuvieran, la suma de los noes superaría a la de los síes, dando al traste con la investidura del líder de los populares.
Opción PSOE-Podemos-IU
En el otro fiel de la balanza, Pedro Sánchez, como segunda fuerza, contará previsiblemente con el respaldo de Podemos e IU. Pero ese apoyo no le bastará, por lo que necesitará convencer a otras fuerzas. Con los nueve escaños de ERC y la abstención, por ejemplo, de la coalición de Convergència o de los partidos minoritarios, le bastaría para conseguir mas síes que noes. Incluso podría bastarle con la abstención de los republicanos catalanes y algún apoyo aislado.
La «pinza» de izquierdas contra el PP, en todo caso, hace más plausible esta posibilidad que la investidura de un Mariano Rajoy que, pese a ser el candidato más votado, puede convertirse en el primer presidente de la democracia que no consigue un segundo mandato al frente del Ejecutivo.
En cuanto a Podemos –que con las primeras encuestas a pie de urnas emergió incluso como segunda fuerza, un espejismo que se desvaneció con los primeros escrutinios–, Pablo Iglesias hizo un guiño en campaña al PSOE para que apoyara su investidura. Tras el veredicto de las urnas, sin embargo, nadie duda de que si realmente pretende desalojar a Rajoy tendrá que prestar sus escaños a los socialistas en la investidura.
Convertida en tercera fuerza política, parece improbable ahora que la formación heredera del 15-M anteponga la investidura de Pablo Iglesias –pese a que hace unos días, en el fragor de la campaña, se autoproclamara como «la alternativa más real al PP»– a la posibilidad real de desbancar a los populares, aunque sea a costa de brindar su apoyo a uno de esos «viejos» partidos puntales del bipartidismo contra los que tanto ha clamado.
La operación a la inversa, un apoyo de Pedro Sánchez a la investidura de Pablo Iglesias, resulta casi una quimera. Aunque los podemitas jueguen sus bazas y tensen la cuerda, Sánchez sabe que aupar a la Presidencia a la formación que ha llevado al PSOE a su peor resultado sería firmar su sentencia de muerte.
En todo caso, si pasados dos meses desde la primera votación no se ha elegido presidente, se convocarían nuevas elecciones.
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