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Sánchez llama a las «fuerzas del cambio» a la gran coalición anti-PP

El líder del PSOE persiste en su idea de importar el «acierto portugués», mientras los barones guardan silencio sobre sus últimos movimientos

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, al inicio de la reunión que ha mantenido con su homólogo en el PS luso y primer ministro de Portugal
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, al inicio de la reunión que ha mantenido con su homólogo en el PS luso y primer ministro de Portugallarazon

El líder del PSOE persiste en su idea de importar el «acierto portugués», mientras los barones guardan silencio sobre sus últimos movimientos

Después de su viaje a Lisboa, el líder del PSOE, Pedro Sánchez vuelve más obcecado –si cabe– con su idea de importar a España el pacto a la portuguesa que ha liderado el primer ministro luso, António Costa. Una fórmula que busca, a través de alianzas imposibles, descabalgar del poder a la lista más votada, esto es, un «frente anti-PP» para liderar «el cambio que necesita España» y para el que no dudará en tender la mano a «izquierda y derecha». A pesar de las reticencias internas de su partido y de la endiablada aritmética parlamentaria, el secretario general socialista reiteró ayer su disposición a encabezar una «gran coalición de fuerzas progresistas», aunque no aclaró si contará o no con el necesario apoyo de los partidos nacionalistas e independentistas. «No es cuestión de siglas, sino de políticas», argumentó, sin despejar la incógnita.

Sánchez se mostró más contundente que de costumbre y defendió con vehemencia las ventajas de lo que denominó «el acierto portugués». Partiendo del mismo punto de salida –ahora le corresponde a Mariano Rajoy liderar la búsqueda mayorías–, el PSOE ha pasado de «asumir la responsabilidad de formar gobierno, si fracasa el Partido Popular» a lanzar una suerte de oferta o llamada a la unidad en torno a su proyecto a las que definió como «fuerzas del cambio». Curiosa expresión, que Sánchez repitió hasta en cinco ocasiones, y que coincide con a la autodenominación que utiliza Podemos para referirse a los gobiernos autonómicos que cosechó tras los comicios municipales y autonómicos. Este guiño a la formación de Pablo Iglesias viene de la mano de toda una propuesta programática en torno al «crecimiento, la creación de empleo y la igualdad». «Cuando las fuerzas del cambio se unen, se multiplican los beneficios para la mayoría de los ciudadanos», destacó.

Sánchez reconoció que, como en Portugal, en España «los pactos pasan por el PSOE» y reiteró el «no» a apoyar una eventual investidura de Mariano Rajoy, después de que se haya insinuado que los socialistas podrían barajar una abstención en una segunda votación para facilitar la estabilidad del país. «Decimos ‘‘no’’ a la gran coalición entre el PP y el PSOE. Y en el caso de que Mariano Rajoy fracase y no forme gobierno, diremos ‘‘sí’’ a una gran coalición de un gobierno con fuerzas progresistas», señaló.

La determinación de Sánchez es clara y se impone por encima de algunos obstáculos que no son, precisamente, insalvables. En primer lugar, el líder socialista tendrá que lidiar con la oposición interna que genera en su partido su posible idilio con Podemos. Muchos sectores del PSOE –encabezados por Andalucía– consideran una eventual alianza con los de Iglesias como el principio del fin del socialismo, que acabaría fagocitado por sus socios de gobierno. Los dirigentes territoriales han querido mantenerse en los últimos días en un segundo plano y han declinado opinar incluso sobre la visita de Sánchez a Portugal, una provocación que, sin duda, tendrá su respuesta más adelante. Pero si la formación emergente genera ciertas suspicacias por su intención de sustituir al PSOE al frente de la izquierda, la oposición se torna en radical cuando entra en escena su acérrima defensa del derecho a decidir. En el Comité Federal del partido, los barones hicieron a Sánchez dejar constancia de que no se sentaría a negociar con Podemos si éstos no renunciaban previamente a su intención de impulsar un reférendum de autodeterminación en Cataluña. Y aquí reside el principal escollo al que se enfrenta Sánchez si logra salvar el cisma interno. Ante lo incierto del panorama catalán y la más que probable convocatoria de elecciones, el partido de Ada Colau no renunciarán en plena campaña a su bandera por el derecho a decidir, estandarte de su futuro triunfo en las urnas, ni permitirá que Iglesias haga una cesión de semejantes magnitudes.

En este contexto, Sánchez cruzó ayer la frontera para tender puentes de incierto resultado y lanzar un mensaje a propios y extraños: agotará todas las vías para impulsar un Ejecutivo alternativo a Rajoy, pues «la repetición de elecciones sería un fracaso». Un viaje simbólico a la cuna del frente de izquierdas para «intercambiar experiencias» con su artífice y sentar las bases de futuras negociaciones. Está por ver si es capaz de emular a António Costa.