Política

Cambio de Gobierno de Díaz a la espera del futuro en Ferraz

Los resultados del 26-J refuerzan las aspiraciones de dar el salto a la política nacional de la presidenta andaluza, quien culpa a Sánchez de la «pérdida de credibilidad»

La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, ayer, durante un acto con deportistas en Sevilla
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, ayer, durante un acto con deportistas en Sevillalarazon

Los resultados del 26-J refuerzan las aspiraciones de dar el salto a la política nacional de la presidenta andaluza, quien culpa a Sánchez de la «pérdida de credibilidad»

El ambiente el lunes en el palacio de San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía, era más de asombro que de funeral. El «sorpasso» de Podemos no se consumó, pero sí el «surpasso» del PP en el feudo de Susana Díaz, que perdió más de las tres cuartas partes de los cien mil votantes idos al PSOE entre diciembre y junio. Se daba por descontado que la confluencia izquierdista, por el peso de IU en las zonas rurales, iba a restar algún escaño; pero nadie calculó la increíble capacidad de resiliencia de Mariano Rajoy. «Es un corredor de fondo. Si no espabilamos, nos entierra a todos», sentenciaba un analista que desde hace años tiene puesta su materia gris al servicio de Díaz.

El plan de la presidenta andaluza para llegar a la cúspide de la política nacional contemplaba una segunda legislatura de Rajoy en La Moncloa, sí, pero se basaba también en la condición inexpugnable de su fortín andaluz. En un sentido, pues, los resultados del pasado 26-J certificaron la defunción del liderazgo de Pedro Sánchez. Pero en el opuesto, sembraron mil dudas en el PSOE-A. El discurso de Díaz jamás se ha apartado de una canónica preocupación exclusiva por gobernar la Junta y ahora, con tres años de legislatura todavía por delante, ha llegado la hora de adecuar las palabras a los hechos.

El Ejecutivo autonómico, de un perfil bajísimo, da «la sensación de no haber empezado todavía a gobernar», admite un alto cargo con varios trienios en la política andaluza, «y una crisis es la mejor manera que tendría la presidenta de relanzar la legislatura». La fuente no duda de que «se van a producir cambios» e incluso se atreve a decir que «serán inminentes, aunque esto es más un pronóstico que una certeza», porque «la investidura» de Susana Díaz «se demoró casi cuatro meses y la mayoría de los consejeros apenas llevan un año en el puesto. Es posible que se haga una primera remodelación ahora, para ir marcando el paso, prescindiendo de algún veterano». Sin nombrarlo, la fuente alude a Emilio de Llera, titular de Justicia recientemente reprobado por el Parlamento autonómico y amortizado después de cumplir con su misión de desactivar a Mercedes Alaya, la instructora del «caso ERE».

«En algunas consejerías reina la inquietud, pero la presidenta ha dejado claro que el resultado del 26-J se debió a que la gente votó en clave nacional», templan gaitas desde la sede del partido.

Aunque se admite que «puede pensarse que una crisis de gobierno es lo que toca ahora», entre los cuadros socialistas andaluces cunde la sensación de que el cortijo de la Junta está bien salvaguardado por el pacto con Juan Marín, el complaciente capataz regional de Ciudadanos. «Los presupuestos se aprobaron sin mucho problema y se están ejecutando al pie de la letra», se argumenta para resaltar la buena salud del Ejecutivo. En la sevillana calle San Vicente nunca se ha abandonado el objetivo de entronizar a Susana Díaz en Ferraz y los resultados del domingo pasado, pese a la derrota frente al PP, refuerzan sus aspiraciones.

«Descontado el resultado de Andalucía, Unidos Podemos nos habría sacado más de medio millón de votos; de los catorce escaños que le sacamos en toda España, nueve han sido en nuestro territorio. ¿Hay alguna duda de qué federación socialista ha impedido el ‘‘sorpasso’’?», se preguntan sin necesidad de escuchar respuesta alguna en el PSOE-A. Más clara que en otras ocasiones, Susana Díaz aseguró a principios de semana que la pérdida de apoyos de los socialistas se debió a que «la mera hipótesis de un pacto con Podemos nos ha restado credibilidad». Que traducido resulta: el culpable es Pedro Sánchez y sus días en la secretaría general están contados.

Pero no conviene acelerar los tiempos. La postura de la lideresa andaluza en el Comité Federal del sábado próximo, donde formará frente común con los barones extremeño y castellano-manchego, entre otros, será forzar a Sánchez a resignarse a pasar a la oposición. La aritmética les ha hecho gran parte del trabajo y será el secretario general quien caiga en la cuenta, con más o menos resistencia, de que en el caso de que Mariano Rajoy no formase gobierno, todo el país lo responsabilizaría a él del disparate de forzar elecciones por tercera vez. «Todos estamos de acuerdo en que España necesita ya un Gobierno y que es imposible liderarlo con 85 diputados, ¿no?», remata un dirigente socialista.

Nadie quiere usar la expresión carcelaria «comerse el marrón», pero en la Junta han encontrado un eufemismo: «Tendrá que salir, por un sentido mínimo de la responsabilidad, en la foto de la investidura y después, más o menos para octubre, convocar el Congreso Federal. Es libre de presentarse a la reelección, pero es el candidato que ha ahondado dos veces el suelo histórico del partido, así que seguro que hay muchos compañeros que preferirían a otro líder».

Otra cosa es que Susana Díaz decida finalmente dar el paso adelante. Pero no lo hará si ello implica empantanarse en unas primarias, que siempre son, excepto cuando se resuelven por aclamación, una aventura de dudoso fin. Y tampoco lo hará, desde luego que no, si antes no tiene pacificado el frente meridional, donde Juan Manuel Moreno Bonilla, líder de los populares andaluces, ya se atreve a hablar de alternancia en el poder. Para evitarlo, debe empezar a notarse la acción de gobierno. Y aquí volvemos a la casilla de salida.