Opinión

PP y Vox: Aún no hay pacto y ya peligra

Las últimos ocurrencias de ambas formaciones amenazan el previsible acuerdo que permitiría gobernar a la derecha

GR MADRID, 18/07/2023.- El presidente de Vox, Santiago Abascal, protagoniza un desayuno informativo en Madrid, este martes. EFE/ Javier Lizón
Abascal protagoniza desayuno informativo Javier LizonAgencia EFE

A cuatro días de las generales (casi se me escapa aquello de «la fiesta de la democracia») lo único claro es que, el lunes, gane quien gane, media España se va a despertar jodida, convencida de que ha triunfado, inmerecidamente, el enemigo y que el país se va al garete. Algunos lo llaman polarización, otros crispación. Yo lo llamo hiperbolización de los sesgos y me quedo tan pichi. Pero volvamos a la incertidumbre de lo que ocurrirá el domingo en las urnas. Aunque todos los sondeos dan como ganador a Feijóo, excepto Tezanos (ojalá a todos nos amen al menos una vez en la vida como Tezanos a Sánchez: a lo loco y cuesta abajo, tarambana perdido), las últimos ocurrencias de ambas formaciones, de PP y de Vox, amenazan el previsible acuerdo que permitiría gobernar a la derecha. Es una torpeza terrible, a la murciana diría, y en el momento menos adecuado. Pero ahí los tenemos, parándose a oler las margaritas y a discutir si al deshojarlas será un sí o un no lo que se aparezca, justo en los últimos metros antes de cruzar la línea de meta en cabeza. Una idea brillante, sin duda. Entiendo que Abascal se sienta un poco como la Zarzamora viendo a Feijóo hacerle ojitos a Sánchez mientras él va reservando habitación de hotel porque ya se había hecho ilusiones. Pero a lo mejor no es el momento de montarle el cirio y hacerse la macha. Dar ahora mismo esa imagen de radical predisposición al no entendimiento es poco menos que escribir con sangre que, o se hará lo que ellos digan, o nanai de la china. Poco menos que el secuestro de los resultados, la bolsa o la vida. O con nosotros y a nuestra manera o la mujer de vida alegre y sexualidad remunerada al río. Antes Sánchez que un «bonitos ojos tienes» a otra y en nuestra cara, casi de nuestro brazo como quien dice. Y eso es un mal cálculo de comunicación. Es dar alas a la loca «alerta fascista» de la extrema izquierda más cafre, esa que sigue confundiendo el defender que alguien pueda expresar sus ideas en voz alta con la defensa de esas ideas. La que se cree tolerante por no prohibir el voto a cualquiera que disienta, superioridad moral mediante. Es atizarle con el desfibrilador a la moribunda idea de que la extrema derecha va a imponer su agenda al PP como antes hizo la ultraizquierda con el PSOE (pero al menos no gobernaba la derecha). Y así, esa desmovilizada izquierda, la abochornada por el papelón de Sánchez y sus desvaríos, aún saldrá en tromba a evitar que vengan los nazis, convencidos de que, de pactar el PP con Vox, el lunes se levantarán en un país en blanco y negro, con dos rombos sobre sus cabezas, en el que las mujeres no podrán estudiar ni conducir ni abrir cuentas en el banco, los homosexuales serán recluidos en campos de reeducación y los hombres de mediana edad volverán a llevar pantalones con hebillas grandes con los que poder golpear a sus mujeres e hijos. Porque el miedo es libre y hay quien necesita imaginar dragones para no admitir que se hace el héroe con lagartijas.

Que Feijóo nos está haciendo un «no podría dormir con ellos» al más puro estilo Sánchez, parece, cuando podría pedir el voto útil sin meterse en berenjenales. Tan torpe haciéndose la digna, jurando que no se acuesta con cualquiera (no vayan a llamarla buscona), antes de saber si necesitará el abrazo del único que está dispuesto a dárselo. ¿Acaso no ha aprendido nada de María Guardiola y sus «donde dije digo, digo Diego»?.