La contra

«El deseo de contacto con la naturaleza salvaje se lleva en la sangre»

Ramón Larramendi

Explorador polar

Ramon Larramendi
Ramon LarramendiDavid JarDavid Jar

Ha culminado hace pocas semanas la, de momento, última gran expedición del trineo del viento: la SOS Artic WindSlead 2024. 23 días y 1.500 kilómetros a bordo de los cuatro módulos, que miden 20 metros, que hoy día es el vehículo movido por cometas perfeccionado durante 25 años. Un laboratorio móvil puesto a disposición de la investigación científica en las zonas polares del planeta. Siguiente destino: la Antártida en 2025.

Entre Groenlandia, el Ártico y la Antártida, ¿lleva la cuenta de cuántas expediciones ha hecho ya?

Bueno, entre los grandes proyectos y otros más pequeños, puede ser un poco confuso. Digamos que grandes expediciones serán unas 15 y luego decenas de otras de un nivel un poco más pequeño.

Cruzó Islandia con esquís a los 19 y recorrió el Ártico durante tres años, ¿Cómo se las compuso para que sus padres, siendo tan joven, aceptaran que hiciera cosas tan osadas?

Yo creo que al principio me ignoraron y luego, y solo al ver que iba realmente en serio, ya pues me apoyaron de alguna manera. A pesar de que ellos no eran ni de montaña ni tenían nada que ver con el mundo de naturaleza, cero total, eran urbanos completos. Lo cierto es que no me intentaron disuadir.

¿Qué lleva a una persona del siglo XXI a meterse en unos territorios inhóspitos, y a estar a 50 grados bajo cero?

Lo primero y más importante: te tiene que apasionar y fascinar el mundo de la naturaleza salvaje. Lo tienes que sentir un poco como tu casa, como tu hogar, como un sitio que te atrae y que te lleva a salir del mundo en el que estás y entrar en las normas de la naturaleza. Como que vas a otro planeta y a otra dimensión de todo. Ese deseo de contacto con la naturaleza salvaje lo tienes que llevar en la sangre.

Entre sus primeras expediciones y las actuales, habrá muchas diferencias, aparte de las posibilidades tecnológicas.

Obviamente, no tienen nada que ver. En aquellas el incentivo era la exploración y la aventura. Con ellas hice los primeros grandes proyectos, en Groenlandia y el Ártico, me metí de lleno en aquel mundo, aprendí el idioma inuit, su filosofía, a construir trineos, etc. Fue una inmersión total durante tres años, en los que no había ni GPS ni teléfonos satélites, ni Internet.

¿Qué supuso la incorporación de las tecnologías a la exploración y a las expediciones?

Son las tres cosas que lo cambian todo, definen una línea. Un antes y un después. Por suerte.

Entre las primeras expediciones que hizo y las actuales, entiendo que hay muchas diferencias.

No tienen nada que ver. En aquellas, el incentivo inicial era la exploración y la aventura. Con ellas hice los primeros grandes proyectos, en Groenlandia y el Ártico, me metí de lleno en aquel mundo, aprendí el idioma inuit, su filosofía, a construir trineos, etc. Fue una inmersión total durante tres años, en los que no había ni GPS ni teléfonos satélites, ni Internet.

Otro punto y aparte ha sido el trineo del viento. ¿Qué ha supuesto desarrollarlo y perfeccionarlo hasta lo que es hoy?

Ha sido pasar de con un concepto de aventura y de vivencia extrema, a ver si era realmente viable como vehículo de investigación. Fue, precisamente, estando con unos investigadores que nos dijeron ¿os habéis dado cuenta del potencial que esto tiene para la investigación? Ha sido un proceso de 25 años de adaptación hasta alcanzar el máximo potencial: poder transportar 3.000 kilos y ocho personas. Se trataba de hacer posible recorrer miles de kilómetros sin utilizar ningún combustible, con cero emisiones y solo con la ayuda del viento, para que científicos con sus instrumentos puedan hacer experimentos en lugares que quizá sería muy difícil hacer. Y me atrevo a decir que es prácticamente imposible de manera más sostenible.

¿Ha visto diferencia en los paisajes del Ártico y de Groenlandia de entonces acá?

Sí, ha sido una percepción muy gradual. Junto al retroceso de los glaciares, está la disminución de la banquisa, (la capa de hielo flotante del océano Ártico). Hace 30 años hice un viaje con trineo de perros sobre la banquisa. Hoy no sería posible. También el permafrost, (la superficie permanentemente congelada del suelo), se está deshelando y las construcciones empiezan a caer, las pistas de aterrizaje a girar. Se desencadenan procesos ligados unos a otros.

Ha estado en lugares inexplorados, ¿quedan todavía sitios no pisados por seres humanos?

Un montón. En Groenlandia hay muchísimas montañas a las que la población local no ha ido nunca, ni hay referencias de que lo haya hecho nadie, ni tienen nombre. Además, a causa del deshielo causado por calentamiento han emergido montañas nuevas.

Perfil

Una vida a 50 grados bajo cero

Si no está cruzando los continentes helados del sur o del norte, a bordo del trineo del viento, está en su casa del sur de Groenlandia, donde vive parte del año desde hace 25 años. Allí está al frente de Tierras polares, su empresa de viajes de aventura por todo lo que esté más arriba del círculo polar. Porque, como dice con humor, «ser explorador está muy bien, pero también hay que trabajar». Aunque a la vista su pasión por vida salvaje, la aventura, el hielo y las bajísimas temperaturas, a saber dónde está la diferencia para él.