España

El doble engaño de ETA a los socialistas

EhBildu ha logrado convertir la derrota policial de ETA en un triunfo para sus posiciones

Atentado de la casa cuartel de Zaragoza el 11 de diciembre de 1987
Atentado de la casa cuartel de Zaragoza el 11 de diciembre de 1987larazon

Corrían los primeros días de diciembre y un grupo de periodistas nos reunimos a cenar con el entonces delegado del Gobierno en el País Vasco, Julen Elgorriaga, que participaba en Argel en las negociaciones del Ejecutivo Socialista de Felipe González con ETA. Durante la conversación, escribió en una servilleta una serie de puntos que se abordaban en las citadas negociaciones. La impresión era que las cosas «iban bien» (señaló con una cruz los puntos más conflictivos, entre los que estaba el futuro de los presos) pero parecía optimista. Los terroristas, entre los que se encontraba Eugenio Echeveste, «Antxon», mantenían un contacto fluido con la «dirección» que vivía en la clandestinidad en Francia, en la que figuraba como cabecilla destacado José Antonio Urruticoechea, «Josu Ternera». Este organismo era el que decidía «la línea» de atentados que debían cometer los «comandos». ETA, como pasó con el atentado contra el aparcamiento de la T-4 en el aeropuerto de Madrid, les estaba engañando. Esta gente no ha ido nunca con buena intención salvo cuando no han tenido más remedio al verse «cercados» por las Fuerzas de Seguridad y sin capacidad para seguir con sus acciones criminales. La siguiente vez que vi a Julen, pocos días después, fue en la capilla ardiente de las once personas, seis de ellas menores, asesinadas en el brutal atentado contra el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. Nos miramos y me hizo, creo recordar, un gesto de incredulidad y, sobre todo, de dolor. Elgorriaga era un político, un buen socialista vasco, totalmente implicado en la lucha antiterrorista, al que le había tocado participar en las negociaciones de Argel en función de su cargo (los etarras querían a alguien que representara al Gobierno, aunque después subieron el listón). Henri Parot, el jefe del «comando» que perpetró la masacre, declaró a la Guardia Civil, tras ser detenido en la localidad sevillana de Santiponce, que la acción criminal buscaba, ante todo, presionar al Gobierno en las citadas negociaciones. Detrás de esta siniestra estrategia estaba, entre otros, «Ternera». Aquellas negociaciones fracasaron. Con el paso del tiempo, se volvió a repetir el engaño y con los mismos actores: un Gobierno socialista, presidido por Zapatero, y ETA. El Ejecutivo estaba convencido de que las conversaciones iban por buen camino (eso era lo que transmitían sus representantes) y la banda perpetró el salvaje atentado contra un aparcamiento de la Terminal 4 de Barajas, con el resultado de dos personas muertas. «Ternera» participó en esas nuevas negociaciones, después de haber huido de la Justicia que le reclamaba por el atentado de Zaragoza. Es verdad que fue desplazado por el sector más «duro», si es que en la banda se podía hablar de duros y blandos. De nuevo la estrategia de cometer un gran atentado para flexibilizar las posiciones del Ejecutivo se ponía en marcha. Pese a las negaciones rotundas, incluso en sede parlamentaria, las negociaciones siguieron y ETA, más que por propia voluntad sino por la presión de la Guardia Civil, que protagonizó los últimos golpes a la banda, se vio obligada a montar el paripé del fin de «las acciones armadas», entrega de las armas” y demás artimañas. Porque lo que iban buscando, al no haber obtenido un triunfo «militar» era un «éxito» político. Si analizamos lo ocurrido en los últimos tiempos, habrá que reconocer que lo ha conseguido, no sólo por la habilidad de los representantes de su entramado sino por las necesidades políticas de los que tenía enfrente. Se han convertido en fuerza determinante en Navarra y en el conjunto de España a la hora de configurar mayorías para formar gobiernos. Y en el País Vasco no lo ha logrado por la fuerza del PNV. Negociar con ETA (derrotada operativamente por las Fuerzas de Seguridad), con su entramado o con los que ahora se visten con la piel de cordero, es siempre complicado y hay que tener mucho cuidado si se pacta algo con ellos. Ahora no tienen la capacidad de matar y destruir, pero sí la de movilizar y causar muchos «dolores de cabeza» a sus interlocutores. Ya lo dijo en el hemiciclo del Congreso el diputado de Bildu Oscar Matute, parafraseando un lema de la guerra civil española: «no pasarán». Y añadió que «la lucha nunca termina» y que «no nos equivocamos de trinchera». En una frase, que «hemos ganado».