Partidos Políticos
Arrimadas o el abismo
Conspiraciones, deslealtades y barones en busca de protagonismo nacional irrumpen en vísperas del congreso que debe relanzar a Ciudadanos
Nadie en Ciudadanos podía imaginarse, en la medianoche del ya lejano 28 de abril, que el partido se iba a encontrar nueve meses después en una situación crítica como para optar entre un nuevo liderazgo, el de Inés Arrimadas o, literalmente, desaparecer. «El fantasma de Rosa Díez está paseando a nuestro alrededor», me reconoce un dirigente naranja sobre la situación.
Aquella noche, el primer partido de la «nueva política» dinamitó todos sus récords, con 57 diputados y un Albert Rivera recibido en su sede de la madrileña calle de Alcalá al grito de «¡presidente!» por sus seguidores entusiasmados.
Hoy, sin embargo, los millones de españoles que vieron una esperanza en la formación centrista y liberal asisten atónitos al despliegue del peor catálogo de vicios de los viejos partidos.
Conspiraciones, deslealtades, ambiciones desmedidas y barones en busca de un protagonismo nacional del que carecen han irrumpido de lleno en vísperas de la Asamblea Nacional del 15 de marzo que debe poner en pie la fase de relanzamiento de una formación quizá ahora necesaria en nuestro polarizado panorama político.
Inés Arrimadas garantiza precisamente eso: la vuelta de Ciudadanos por sus fueros hacia una alternativa fresca y creíble, una hoja de ruta clara y sin bandazos, y un liderazgo avalado por los índices de valoración del propio CIS, que la han convertido en la segunda dirigente nacional que más simpatías concita entre los españoles.
De Arrimadas nadie espera giros oportunistas por cuotas de poder, y sí la presencia de los naranjas en la respuesta del constitucionalismo a las amenazas del independentismo... y las que están por venir desde el gobierno de coalición «progresista» de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, con sus excéntricos aliados.
Frente a este «liderazgo seguro» parece estar gestándose una alternativa, la encabezada por el vicepresidente de Castilla y León, Francisco Igea, que en estas últimas semanas se ha dedicado en buena medida al juego del gato y el ratón.
Como aquel que lanza la piedra y esconde la mano, Igea y la «amalgama» que le rodea –integrada en buena parte por ex del partido que ya quisieron marcar el territorio a Albert Rivera tutelándole y, cuando no se dejó, le hicieron la vida imposible– se han lanzado a una ofensiva de desgaste de la única candidata por el momento para dirigir la formación. Eso sí, sin ofrecer un proyecto alternativo claro ni sustanciar cómo van a ser capaces de salvar Ciudadanos de la desaparición que les amenaza.
Y, claro, para muchos dirigentes del partido naranja con los que se habla, cada vez es más legítimo preguntarse quién está moviendo los hilos tras los «enredos» contra Arrimadas. Porque cabe la sospecha de que sea el propio PSOE quien busca introducir submarinos –no sería la primera vez– para convertir a Ciudadanos en una «muleta» perdurable y dócil del socialismo hasta su paulatina absorción por desistimiento.
El debate interno de los partidos no solamente es necesario, también es exigible. La confrontación de proyectos, siempre que sean realizables, muy saludable. Pero Ciudadanos tiene un hándicap añadido: el calendario electoral, para nada favorable a sus intereses. Cita con las urnas en País Vasco y Galicia, precisamente los dos grandes «agujeros negros» de la era Rivera, y, además, la guinda de Cataluña, donde, pese a haber sido precisamente el principio y súmmum del partido, tras la marcha de la propia Arrimadas, las cosas no pintan nada bien. En los tres casos, no se puede decir que Arrimadas haya ocultado sus cartas a los militantes: se ha abierto a alianzas con el Partido Popular. Más sincera no ha podido ser.
Ciertamente, el próximo líder de Ciudadanos no va a disponer del mejor instrumento que existe para asentar un proyecto político de nuevo cuño: el tiempo. Le esperan las catalanas, previsiblemente en mayo, mientras que el lendakari Íñigo Urkullu y el presidente gallego, Alberto Núñez Feijoó, sopesan hacer lo propio en el País Vasco y Galicia. Ahora bien, ni siquiera el secesionismo catalán niega que la portavoz de Ciudadanos es un valor electoral seguro. «Arrimadas es una dirigente que en los “grupos focales” que hacemos para conocer la opinión de los votantes, preguntes a quien preguntes, sea de izquierda o derecha, joven o mayor, mujer u hombre, sale muy favorecida», corrobora un directivo de un instituto sociológico de los importantes. Tal cual.
«Estamos en el alambre», confesaba este mismo domingo una ex diputada de Ciudadanos arrasada por el tsunami de las elecciones del 10-N: «Inés es quien nos garantiza saber adónde vamos, lo demás es la incertidumbre». Categórica, desde luego. Ahora solo resta por saber si eso que se da en llamar «sector crítico» es capaz de mirar algo más allá de sus intereses personales.
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