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Santoral
Cada día, la Iglesia católica celebra la memoria de hombres y mujeres que han dejado una huella de fe, amor y entrega a Dios. Este martes, 4 de junio, el santoral conmemora a Santa Rut, una figura bíblica profundamente admirada tanto en la tradición judía como en la cristiana.
Su historia, recogida en el Antiguo Testamento, ha sido siempre símbolo de lealtad, humildad y devoción sincera.
Aunque no es una santa canonizada por la Iglesia católica en el sentido formal, su figura ha sido venerada especialmente en círculos bíblicos y teológicos por su ejemplo de fe y compromiso. Su nombre sigue recordándose hoy por su papel protagonista en uno de los relatos más conmovedores de la Biblia.
Rut, originaria de Moab, es uno de los personajes más destacados del Antiguo Testamento. Su historia se narra en el Libro de Rut, que forma parte de la Biblia hebrea y cristiana. Tras quedar viuda, Ruth decidió acompañar a su suegra Noemí de regreso a Israel, pronunciando una de las frases más célebres de las Escrituras: “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios” (Rut 1,16).
Su lealtad incondicional, su trabajo humilde como espigadora y su fe en el Dios de Israel hicieron que encontrara gracia ante los ojos de Booz, un pariente lejano, con quien acabó casándose. Rut se convirtió así en bisabuela del rey David y, por tanto, antepasada directa de Jesús de Nazaret, según la genealogía que recoge el Evangelio de Mateo.
Además de Santa Rut, la Iglesia recuerda este miércoles a otros santos y beatos:
San Quirino de Siscia, mártir
San Francisco Caracciolo, sacerdote
San Optato de Milevi, obispo
Beato Pedro de Luxemburgo, obispo
Beato Pacífico Ramati, franciscano
Santa Rut es una figura central en la Biblia por varias razones. Representa la fidelidad familiar, la apertura al extranjero y la inclusión en la historia de la salvación. A pesar de no pertenecer al pueblo de Israel por nacimiento, su amor, fe y entrega la integraron plenamente en la historia del pueblo elegido.
Su vida es una invitación a romper prejuicios, cuidar de los demás y confiar en la providencia, incluso en los momentos más duros, como el duelo, la pobreza o la incertidumbre del futuro.
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