Igualdad y educación

El Gobierno social–comunista tiene tan solo 155 diputados –curiosa cifra–, pero pretende transformar la sociedad a su imagen y semejanza; imaginemos lo que haría con 200. Sus prioridades políticas apuntan claramente en esa dirección, con una ley de libertad sexual inspirada en la ideología LGTBI, y una nueva ley de educación, que avanza en la línea de una enseñanza pública y laicista alejada del consenso constitucional, que tuvo en el garante artículo 27.3 uno de sus grandes debates. El descarado ataque a la educación concertada, elimina en la práctica el derecho de los padres a elegir «la educación moral y religiosa que desean para sus hijos», y es coherente con aquella sentencia de la Sra. Celaá de que «los hijos no pertenecen a los padres».

Está claro que son propiedad del Estado. La izquierda siempre ha querido controlar la educación porque, quien modela las mentes de los niños, modela el futuro de la sociedad; eso no cambia. Como tampoco el hecho de que hayan sido las leyes socialistas las que nos han llevado a los lamentables resultados que recogen los informes PISA. Nada nuevo bajo el sol, salvo la riña de la señora Calvo con la señora Montero –«nos lo hemos currado nosotras, bonita»–, por no aceptar que su colega de Gobierno quiera apropiarse ahora del feminismo, sin habérselo trabajado tanto. Demasiado serio: quieren transformar la sociedad por medio de su idea de la persona y la familia.