Coronavirus
Mascarillas de color flamenco contra el coronavirus
Una diseñadora cordobesa teje protecciones para sanitarios y familiares mientras un grupo de amigos destina el dinero del Rocío para la compra de material
En estos días no faltan ejemplos de solidaridad hacia los afectados por el coronavirus, y Basi del Río, diseñadora de trajes de flamenco en Córdoba, no quiso ser menos. «Es momento de arrimar el hombro todos», dice, y ella misma se puso manos a la obra la semana pasada, con su taller cerrado por las circunstancias y «mucho tiempo libre por delante».
Con tejido de sobra, primero empezó a confeccionar mascarillas de algodón para amigas y familiares y tras verlo en sus redes sociales le empezaron a pedir enfermeras. En una semana ha cosido ella sola 125, de las que ya ha repartido 40 en el Hospital Reina Sofía de Córdoba y más de 30 en el de la vecina localidad de Peñarroya. Aunque no son las homologadas, explica, las enfermeras «se colocan las suyas encima y es una forma de darles algo de color y sacarles además una sonrisa». Más alla de las necesidades reales por esa falta de homologación se trata en definitiva de una fantasía andaluza con la que trasladar ánimos a las habitaciones y los pasillos, aunque los enfermos al final no puedan verlo. «Si vamos a estar mucho rato llevamos las otras», explica una de las sanitarias, que afirma que «hasta que no están mejor, los ingresados no le hacen cuenta, la mayoría tiene mucho miedo... se desaniman hasta que no notan mejoría».
Del Río, que tiene su negocio –Alma y Costura– en Córdoba desde hace veinte años, es donante de órganos y de sangre cada tres meses, un altruismo que ha hecho ahora extensivo a este gesto con el hospital de su ciudad. «Ofrezco mi taller, mi tiempo, mis manos y mis máquinas» para dar forma a las mascarillas, «todas de lunares», que ya disfruta por ejemplo el equipo de Neumología del Reina Sofía. «Ellas están contentas y yo pongo mi granito de arena», afirma la diseñadora, a la que «no importa el reconocimiento», solo su contribución al bienestar en este escenario de pandemia a nivel mundial.
De este sentimiento da fe Leo Muñoz, enfermera que se incorporó el pasado martes precisamente a ese equipo y que ya usa una de las mascarillas de Basi del Río, con las que posan varios sanitarios en imágenes cedidas a este periódico. A su planta han llegado de momento 25 de ellas, aunque «ha dicho que traerá más».
Recién llegada de su turno, Muñoz cuenta que disponen de tres alas con 18 habitaciones cada una, donde se reparten en una de ellas «los positivos confirmados» y en las otras dos «los casos sospechosos».
Asegura haber encontrado «al pie del cañón» a unas compañeras «muy positivas» y «entregadas», y cómo precisamente ha presenciado al poco de llegar los elogios hacia su esfuerzo por parte del jefe del servicio, que quiere «invitar a todos a “un perol”» –típica comida campera en tierras cordobesas– cuando acabe la pesadilla.
No olvida tampoco Leo Muñoz el gesto de un grupo de amigos unidos por la devoción a la Virgen del Rocío, que han donado «una importante cantidad de dinero» para comprar pantallas protectoras faciales de las que usa el personal en la UCI. Hasta ahora solo tenían dos que tenían que estar «lavando y reutilizando». Un detalle desinteresado «para paliar lo que el Gobierno no facilita», lamenta.
Una de sus colegas, enfermera de otra especialidad del Reina Sofía –no revela su nombre porque no quiere «protagonismo»–, es una de esas rocieras «de toda la vida» que ha decidido aportar, como sus compañeros –«sin interés de ningún tipo»–, el dinero que tenían previsto gastar este año en el Rocío. «Ante las necesidades que tenemos, también en hospitales comarcales como el de Cabra, Montilla o el nuestro, comentamos la situación y pensamos en colaborar. Y a raíz de eso, amigos nuestros se han sumado y hemos conseguido, a través de nuestra fe, aportar gafas de protección y mascarillas en función de lo que hemos podido adquirir en el mercado».
No facilita la cantidad alcanzada, de nuevo por no restar importancia al gesto de tantos otros que están ayudando, «mi propia madre –que refundó la Hermandad del Rocío de Córdoba– y las de otras compañeras», o «unas señoras de Espiel [localidad de la sierra] que están haciendo también mascarillas artesanales». Y «otras muchas donaciones que se están recibiendo», una muestra de «solidaridad» inusitada «en cuestión de 24 horas».
Porque insiste esta mujer en que «se está volcando muchísima gente con el personal que está en primera línea de batalla, algo que nos está poniendo el vello de punta a los profesionales».
Mientras, a la hora de escribir estas líneas, Basi del Río se prepara para continuar su labor tejiendo nuevas mascarillas: «Ayer me pidieron para la planta 3 del hospital... Hay un enferma en paliativos y su familia me ha escrito para que le haga 20».
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