
Tomás Gómez
La agonía más larga de la democracia
Nunca existió el falso dilema de "yo o la extrema derecha". El famoso manual de resistencia ha terminado siendo el diario de un enfermo por el poder

Como Pedro Sánchez insista en no dimitir ni convocar elecciones, va a tener la agonía más lenta que haya conocido nuestra democracia.
Si cree que puede envolverse en la épica para justificar lo que está haciendo, se equivoca, no hay ninguna, más bien es una caricatura, yonqui de poder que compra su dosis todas las mañanas a Puigdemont, a ERC y a Bildu, para aguantar un día más.
El famoso manual de resistencia ha terminado siendo el diario de un enfermo por el poder, aislado de la calle en el complejo de la Moncloa y rodeado de un séquito de cortesanos complacientes que saben que deben decirle para mantener unos días su cargo.
Sánchez pensó que su poder era absoluto, que podía doblar el ordenamiento jurídico y la Constitución a su antojo, que podía anular sentencias judiciales e indultar a quien le viniese bien o amnistiar a quien tuviese algo valioso para él.
Pensó que no debía explicaciones a nadie y que estaba exento de todo tipo de control. Destrozó el PSOE, practicando una demolición total ideológica y de las estructuras internas, persiguió y condenó al ostracismo a los que discrepaban y se apropió de la tiza que dibuja la raya que separa los buenos socialistas de los fachas.
Ha intentado dañar la imagen de los grandes del socialismo contemporáneo, como Felipe González o Alfonso Guerra, y se rodeó de una presunta organización criminal.
Peor aún es lo que ha supuesto su periodo para el Estado y para nuestro sistema político. La guerra soterrada con Casa Real, la colonización de instituciones y organismos como CIS o RTVE, el ninguneo al Parlamento, la intervención arbitraria en empresas privadas, como Telefónica o en la OPA que afecta a BBVA y Sabadell, la agresión a los medios de comunicación no afines y jueces o magistrados que investigan causas relacionadas con su entorno, no ha tenido precedentes.
Nunca existió el falso dilema de "yo o la extrema derecha". Una vez fue derrotado en las elecciones autonómicas y municipales y, dos meses después en las generales, optó por lo mejor para su ambición personal y no para el país.
Podría haber optado por el modelo alemán, en el que conservadores y socialdemócratas han aislado a los partidos ultras, pero eso no le convenía.
Asediado por la corrupción económica, política y moral, si Sánchez no decide poner fin a su agonía política, solo cabe una explicación razonable: que por alguna razón que hoy desconocemos, necesite seguir siendo aforado y manejando los pocos resortes de poder que le quedan.
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