Coronavirus

Tomás Gómez: La estrella de Sánchez

La capacidad para predecir los problemas es inversamente proporcional al miedo que producen. A medida que avanzan los días de confinamiento, la preocupación se hace dueña de la personas y de sus actitudes.

Hace apenas 10 años, las pandemias eran cosa del tercer mundo, las enfermedades infecciosas no eran la prioridad sanitaria de los países ricos porque, salvo el VIH, las enfermedades que sufríamos eran crónicas, como las cardiovasculares y las neurológicas.

La nueva situación genera angustia porque es desconocida. En el mundo desarrollado nos han puesto un espejo delante en el que nos vemos vulnerables y frágiles. Por eso, lo que todos buscan es seguridad y necesitan encomendarse a un líder que les guíe y les saque de esta situación.

Dos rostros que representan las dos caras de la solución a la crisis, el del gobierno y el de la ciencia, encarnados en Pedro Sánchez y Fernando Simón. Se siguen las instrucciones y nadie critica, porque lo que importa ahora es la salud y salir del bucle del miedo.

Pero eso no significa ni unanimidad ni siquiera aceptación de la gestión de la crisis. Mi opinión es que, objetivamente, el gobierno está gestionando de acuerdo a lo exigible.

No es que lo haga sin errores, como la inadecuada provisión de material médico o la lentitud en tomar algunas medidas pero, en su favor, hay que decir que la propagación del Covid19 en Occidente ha superado las expectativas y la capacidad de contención inmediata de todos los gobiernos y los posibles errores de Pedro Sánchez se han producido en prácticamente todos los lugares del mundo.

En cuanto a las medidas económicas, no solo se han tomado las adecuadas a corto plazo, sino que se está defendiendo una posición sensata en el seno de la Unión Europea, frente a los centroeuropeos.

Sin embargo, poco a poco se van deslizando críticas desde diversos ámbitos. Por supuesto Partido Popular, Vox, los independentistas catalanes y hasta el PNV, que suele ser prudente en estas cosas.

Aunque Abascal ha quedado bastante desacreditado después de Vistalegre y Pablo Casado no consigue aparecer ni como látigo del gobierno ni como hombre de Estado, todo ello, sumado a las críticas desde los gobiernos autonómicos populares y las de algunas plazas gobernadas por el PSOE, empiezan a generar sensación de que algo se hace mal.

Pero el peligro para el líder socialista no son estos ataques, sino la opinión pública. El componente emocional en política tiene efectos más importantes que el racional y la sociedad española está penalizando en silencio la gestión de Sánchez.

Dos imágenes han quedado en la retina de los españoles: la manifestación del 8 de marzo y la compra de miles de test fallidos de pronóstico del virus, por falta de calidad.

Ya veremos cuánto tiempo tarda en dominarse la epidemia, cuántos enfermos y las consecuencias económicas en los próximos meses, en un país que aún no se ha recuperado del 2008.

Bien podría ser que ahora una gestión aceptable apague la estrella de Sánchez.