Gobierno de España
Políticos con fecha de caducidad
Guillermo Fernández Vara, presidente de Extremadura, ha afirmado que la crisis del Covid19 “se llevará por delante a toda la clase política de España”. El argumento que da es bien simple, pero de peso: todo responsable político que haga lo que tiene que hacer, saldrá desgastado.
Daron Acemoglu, profesor del MIT, ha medido el grado de confianza que tienen los ciudadanos en las instituciones del Estado en diversos países. España se sitúa entre los peores del ranking de la Unión Europea.
La idea de que el gobierno conocía previamente al 8M el riesgo de pandemia, pero no hizo nada y la de que la gestión ha venido cargada de errores, desde las compras sanitarias hasta la lenta tramitación de los propios ERTES, han prendido silenciosamente entre los ciudadanos, independientemente de su veracidad.
Algo parecido ocurrió con la crisis de 2008. La certeza de que el gobierno de Zapatero conocía la existencia de la crisis que vendría y lo ocultó para ganar las elecciones se adhirió al pensamiento de los españoles de manera inquebrantable.
La diferencia con aquel año es que, en esta ocasión, el papel de la oposición es tan complicado como el del gobierno. Si Pablo Casado termina formando parte de un acuerdo de Estado para salvar el país, se abrasará con el gobierno.
Todo apunta a que lo que viene de manera inevitable es un enorme y obligado gasto público para dar oxígeno asistido a la economía que está en estado de coma pero, posteriormente, habrá que pagarlo con recortes en pensiones y servicios públicos para domesticar el endeudamiento.
Pero si el líder popular decide dar la espalda al gobierno será aun peor para él. Nadie se lo perdonaría porque, aunque los españoles no confían en ningún líder, están agotados de la bronca política. Dar la espalda a un gran acuerdo es como dárselo al país en este momento.
Los demás están acabados o les queda poco. El tren de Arrimadas pasó con la caída de Rivera y Ciudadanos terminará por disolverse. Pablo Iglesias, superviviente por excelencia, se resiste a diluirse en un gobierno al que cada día se le ven más debilidades, pero no va a poder zafarse del balance de la crisis sanitaria en términos de muertes, ni de la cifra de paro de los próximos meses.
Vox ha adoptado la estrategia de esconderse y solo sacar la cabeza para tirar pedradas, pero su acto en Vistalegre les terminará pasando factura. Tener síntomas de la enfermedad y acudir a un sitio cerrado con 15.000 personas lo dice todo.
Sin duda, el vaticinio de Vara está cargado de argumentos, pero no aborda la razón de fondo que no es otra que la mediocridad de los dirigentes políticos.
Han pensado que las contradicciones eran gratis y que la frivolidad en la comunicación un potente instrumento electoral. Sin embargo, esas cosas cobran fuerza cuando menos lo esperan. Los partidos ya deberían ir pensando en los futuros relevos, esto se acaba.
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