Pedro Sánchez

Sánchez constata su soledad en el proceso de desescalada

El Gobierno irrita a sus socios, que critican su unilateralidad y piden poner coto al estado de alarma

Sesión de control al Gobierno en el Congreso
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez interviene ante un Congreso de los Diputados semivacíoPoolPool

Semana a semana el Gobierno comparece en el Congreso de los Diputados. Bien para solicitar la confianza de la Cámara para prorrogar el estado de alarma 15 días más, bien para rendir cuentas ante la oposición por la gestión que está llevando a cabo en la crisis del coronavirus. Y semana a semana las críticas hacia el Ejecutivo arrecian, se van recrudeciendo. En los casi 50 días de epidemia, Pedro Sánchez ha ido dilapidado el apoyo cerrado que obtuvo a mediados de marzo, cuando comenzó la excepcionalidad. Los primeros en descolgarse fueron los extremos –a izquierda y derecha– de la CUP y Vox. A ellos se sumó, posteriormente, el independentismo de Junts per Catalunya. Pero este goteo de partidos que se ubica en contra del Gobierno amenaza ya con extenderse también a los socios de la moción de censura. Tanto ERC como el PNV, imprescindibles para Sánchez antes de que todo estallara, ya han enviado sendas advertencias públicas y reiteradas de que el Ejecutivo debe cambiar de actitud para no perder su apoyo. También el principal partido de la oposición, que ya aprueba cada prórroga a regañadientes y en el último minuto sin ahorrar en reproches.

Moncloa ideó la iniciativa de los «Pactos de reconstrucción», luego «Mesa» y finalmente comisión parlamentaria para recuperar el foco y tejer una nueva postura unitaria en torno al Gobierno respecto a la crisis económica y social que provocará el coronavirus. Para forjar también una suerte de responsabilidad solidaria de las duras decisiones que habrá que tomar en estos ámbitos, una responsabilidad que no fuera exigible únicamente a la coalición. Sin embargo, el objetivo se ha diluido tanto como la propuesta inicial y la comisión no será lo ágil que se esperaba. No obstante, en el Gobierno siguen aferrados a esta entelequia y cada semana tienden la mano, en un ademán casi automático, a la oposición para que se avengan a participar. No en vano, en la sesión de control ayer en el Congreso, Sánchez animó a Casado a «abandonar su postura intransigente y arrimar el hombro en la reconstrucción».

El presidente aprovechó las interpelaciones de la oposición para defender su gestión en la epidemia, enumerando las iniciativas que se han aprobado durante este mes y medio para ayudar a familias, empresas y trabajadores y sacó pecho por el plan de desescalada de reciente presentación «para poner España en marcha mientras se salvan vidas». Un plan aún por definir y que contó con la respuesta airada del resto de partidos, por la forma unilateral de actuar del Ejecutivo. La mayoría de los portavoces, incluso sus socios de la moción de censura, afearon al Gobierno que esté gestionando esta crisis sin compartir ni aceptar propuestas de la oposición. Se criticó concretamente que se enteraran por la televisión del plan o que este tuviera contrasentidos –como poder ir a la peluquería antes de ir a ver a tu madre– sobre los que se hubiera advertido al Ejecutivo en caso de haberlo comunicado previamente al resto de partidos.

La soledad del Ejecutivo no se circunscribe únicamente al Congreso, también las Comunidades Autónomas están en pie de guerra por una desescalada que no entienden y piden limitar el estado de alarma para que no se siga alargando sine die.El Gobierno debate ahora si rectificar en su propuesta de que sea la provincia la unidad organizativa que permite valorar el cambio de fase o que sea el área sanitaria, un ámbito más estricto y pegado a la realidad sobre todo en lugares de la España interior. También algunos hosteleros, empresarios y hoteleros han criticado el diseño de la escalada, que –no obstante– se irá definiendo en las futuras órdenes ministeriales que se irán emitiendo para estructurar cada una de las fases. Una suerte de «manual de instrucciones», como las definió ayer el doctor Fernando Simón.

No obstante, Sánchez buscó ayer complementar su mano tendida al PP con la crítica y pasó a la ofensiva, afeado que el principal partido de la oposición «ocupe todo el tiempo en criticar el Gobierno sin estudiar lo que ya se ha puesto en marcha», en alusión a la medida que solicitó sobre los transportistas y que llevaba 40 días en activo. «Esta crisis seguro que no va a servir como excusa para abandonar la agenda de transición ecológica, dejar atrás el Estado del Bienestar y a quienes sufren las consecuencias de la crisis», destacó el presidente, en contraposición a lo que –en su opinión– ocurrió durante el Gobierno de Mariano Rajoy.

El jefe del Ejecutivo lamentó que todas las semanas le pidan hacer autocrítica en la gestión de la crisis del coronavirus y admitió que «hemos errado» para apuntar inmediatamente que «también hemos acertado en otras muchas cosas». En la línea de lo que ya hiciera en sede parlamentaria la ministra de Defensa, Margarita Robles, Sánchez asumió «en primera persona, los errores del Gobierno de España» y agradeció al portavoz de Ciudadanos, Edmundo Bal, que –a pesar de la crítica– haya tendido la mano para la reconstrucción económica y social del país que quiere llevar a cabo el Gobierno. Los naranjas se han convertido en el mejor aliado del Ejecutivo en esta crisis que ha obligado a replantear las alianzas.