Gobierno de España

Robles es un roble

La ministra de Defensa no tiene grandes enemigos internos, le sobra ambición y su imagen permanece ilesa frente a otras figuras del gobierno.

Las crisis son devastadoras, arruinan, producen en la sociedad desempleo y pobreza y generan descontento. También se suele decir que son origen de oportunidades para el que sabe aprovecharlas.

Buenos ejemplos actuales son cómo algunos adelantados han hecho el agosto con las mascarillas, otros andan, todavía, buscando respiradores en China para vendérselos al gobierno en caso de algún repunte y los hay que se han adaptado al e-commerce como si fuesen nativos digitales.

Al igual que en los negocios, en la política, las recesiones también se llevan por delante muchos gobiernos. Lo hizo la del 2008, que acabó con todos excepto con Angela Merkel, y lo hará la del 2020 en la que algunos no pasarán de la crisis sanitaria y otros sucumbirán en la económica que viene.

Pero, al igual que en la economía, surgirán nuevos líderes. Pablo Iglesias montó su tabla de surf en la ola del 15M y del descontento en una sociedad que perdió sus sueños y en 5 años ha conseguido ser vicepresidente del Gobierno. Para él la crisis fue la oportunidad de su vida, ahora lucha porque no le lleve por delante la coyuntura.

Pedro Sánchez aprovechó la particular crisis que vivía un PSOE desorientado en el que todas sus referencias de los últimos treinta años habían ido dejando su sitio en la organización.

Ahora está en la antesala de lo que puede ser su final como presidente. Peleará por no acabar su carrera política por doble motivo: supervivencia y porque todos los que llegan a la Moncloa tienen la imperiosa necesidad de dejar un legado, pero Sánchez no ha dejado aún ninguna huella.

Sin embargo, lo más probable es que no pueda contener el tsunami que se avecina. La falta de test que permitan aislar a los positivos en Covid19 y la politización de la desescalada amenazan con no dejarle disputar el reto de la crisis económica y, si lo consiguiese, la recesión sacudirá como la peste negra.

En tiempos del presidente Zapatero, dentro y fuera del PSOE, se buscaba la figura del estos días recordado Alfredo Pérez Rubalcaba, como un punto de luz en el horizonte, porque en momentos de incertidumbre se necesita seguridad.

Muchos han empezado a mirar a Margarita Robles. Ella, cuando alguien le pregunta, se escabulle inteligentemente entre las rendijas, pero en un gobierno heterogéneo en solvencia, calidad política y eficacia en la gestión, el nombre de la magistrada empieza a sonar en todos los mentideros.

No tiene carnet del PSOE, pero el propio Sánchez ha contribuido a que eso, hoy por hoy, sea una ventaja. Ha sido de los pocos que ha mantenido una postura firme frente a los independentistas, y de las más explícitas llegando a decir que Torra “no merece llamarse responsable político”, ha actuado frente a Podemos como un muro de contención, todo sin ruido ni errores.

No tiene grandes enemigos internos, le sobra ambición y su imagen permanece ilesa frente a otras figuras del gobierno. Merecerá la pena comprobar si Robles es el roble que parece.