Estado de alarma
Cuestión de confianza
Entre los ministros hay malestar porque no entienden cuál es su papel, si su trabajo viene dictado desde Moncloa.
Algo pasa con Pedro Sánchez, todo el que llega a un acuerdo con él termina sintiéndose engañado. Rufián anda por los pasillos encarándose con Lastra, recrimina que no se han cumplido los compromisos a los que había llegado la dirección del Partido Socialista respecto a la mesa de negociación y más autogobierno.
A los independentistas tampoco les hace mucha gracia que el nuevo novio de Sánchez sea Bildu, otra cuestión es que la izquierda abertzale tampoco tiene ninguna expectativa de que el líder socialista cumpla sus acuerdos.
Para indignación de todos, eso sí, Bildu ha aprovechado bien la jugada que la dirección socialista le ha puesto en bandeja, apareciendo como el salvador de los trabajadores damnificados por la reforma laboral que hicieron los populares.
El PNV anda mosqueado por estos extraños movimientos con los radicales por un lado y por otro con Ciudadanos, en vísperas electorales.
Incluso entre los ministros hay malestar y no solo porque la mayoría se entera de decisiones que ha de ejecutar en su ministerio cuando escuchan la rueda de prensa casi diaria del presidente, cosa que no solo demuestra las dificultades para socializar que tiene Sánchez, sino porque no entienden cuál es su papel, si su trabajo viene dictado desde Moncloa.
La última crisis importante la ha protagonizado la vicepresidenta Calviño que quiere abandonar el barco antes de que se lo lleve el temporal de la crisis. El prestigio de la ministra fue utilizado para dar confianza a ciertos sectores económicos, otra cosa es que Sánchez tuviera la más mínima intención de dejarla hacer.
Además, cada propuesta que realiza se encuentra con la oposición de Pablo Iglesias que, por otra parte, ha conseguido que Sánchez admita públicamente que su lugar político en el ejecutivo está por encima de cualquier ministro.
Claro está, el líder morado no tiene ninguna fe en que el socialista cumpla su palabra, no sería la primera vez que la incumple y sabe que tampoco será la última, pero, cuando llegue el momento, utilizará todas sus bazas para romper electoralmente al PSOE.
En resumen, de Pedro Sánchez no se fía nadie, ni sus socios de investidura, ni sus ministros, ni los presidentes autonómicos, ni mucho menos la oposición.
Si Sánchez se sometiese a una cuestión de confianza es muy probable que tuviese que hacer un esfuerzo para obtener los 120 votos de su propio grupo. El problema ya no es de confianza en el líder, sino de fiarse de él.
Claro que habrá quién defienda que la política debe jugarse así. Eduardo Sotillos, un hombre profundamente de izquierdas, a quien admiro y de quién aprendí mucho, reflexionaba sobre una idea que le llevó en su día a iniciar una tesis doctoral sobre la supervivencia en el poder de Franco durante tantos años.
Su hipótesis es que engañó a todos. A la monarquía, a la que prometió el trono, a la República que juró defender, a Hitler, a Mussolini, a Eisenhower, a falangistas, a tecnócratas, a aperturistas. Recojo en este artículo sus palabras con intención.
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