Comunidad de Madrid
La estrategia naranja
El Gobierno de coalición regional de Madrid, que cumple un año, siempre ha sido cosa de más de dos. Y no me refiero a Vox, el tercer elemento que desde el parlamento hizo posible la investidura y la puesta en marcha del gobierno PP-Cs. Los naranjas son en la Comunidad de Madrid, como en el resto de autonomías, un partido con dos almas, en el que coexisten dos concepciones diferentes en la táctica y en la estrategia. Hay una mayoría que prioriza los acuerdos con el PP antes que con el PSOE, y una minoría que cree que el partido naranja solo tiene garantizada su supervivencia si actúa como partido bisagra, apoyando indistintamente, según las circunstancias, al PP o al PSOE. Los partidarios de la primera fórmula, la de asociarse al PP, iniciaron hace más de un año un proceso de migración hacia los populares, lo que aumenta en el interior de Cs la proporción de los que buscan entendimientos más allá del PP. Una ruptura de la coalición gobernante en la comunidad nos abocaría a unas elecciones autonómicas anticipadas de incierto resultado. Es obvio que la crisis del COVID-19 ha desgastado a la izquierda gobernante en el Ejecutivo central, y habrá aún mayor desgaste de PSOE-UP durante el verano, a medida que los ERTE se conviertan en ERE y estos en paro. No es descabellada la idea de llegar al otoño con cinco millones de parados. Esto unido a la implementación del mayor paquete de medidas correctoras que ha vivido este país en su historia, exigidas por el rescate que llegará con el otoño, hará aún más antipopular la coalición de izquierdas que gobierna España. Por lo que si se busca el mayor beneficio electoral, no es ahora el momento de anticipar elecciones en la Comunidad de Madrid. Desde el puro cálculo electoral habría que esperar al menos un semestre para conocer el calado real de la crisis económica y el efecto que tendrán las reformas de calado que se ejecutarán, especialmente entre el electorado de izquierdas, que ya las encuestas comienzan a detectar indecisión con tendencia a la abstención, lo que facilitaría una victoria electoral de las derechas.
Pero Cs es un partido que hoy puede decidir el cambio de color en la presidencia de la Comunidad de Madrid, y en unas elecciones anticipadas a corto plazo, también tendría su peso, menor que el actual, como en toda España, pero si apoyase e la izquierda, que a pesar de estar ahora más debilitada, sumaría con Cs y es altamente probable que el presidente regional fuese Gabilondo.
Pero esta ventana de oportunidad se cerrará en un semestre, a primeros de 2021, en donde la erosión de la izquierda ya será mucho mayor, y también la de Cs, si no se frena la transferencia de votos al PP.
Por lo tanto a Cs le interesa ahora un anticipo electoral, para renegociar su acuerdo con el PP, o para pactar gobierno con el PSOE. Por el contrario, por muy buenas previsiones electorales para el PP, aún es demasiado pronto para que los populares puedan prescindir de Cs. El tiempo juega, electoralmente, a favor de los de Génova; desgaste de la izquierda y fugas de votantes de Cs hacia el PP.
Mientras que Cs observa cómo desde la primavera de 2019, han pasado de estar muy igualados con el PP a ver cómo éste se despega en las encuestas, triplicando a los naranjas en voto nacional, cuando en abril de 2019 se encontraban en empate técnico.
Los naranjas deberían construir su estrategia en base a dos realidades, primera que no pueden retener la fuga de votos hacia el PP y segunda que una parte del electorado socialista estaría dispuesto a votar a una opción de centro como ya sucedió en Cataluña en las elecciones autonómicas de 2017. En la que el trasvase de voto del PSC a Cs impulsó a los de Arrimadas a ser el primer partido en Cataluña.
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