Violencia de género

Las otras víctimas de la violencia de género: «Mi padre está a punto de salir de prisión y temo que venga a matarme»

Las hijas de Julia Madruga, víctima de violencia machista en 2010, viven atemorizadas ante la inminente salida de la cárcel de su padre: «Dijo que yo iba a acabar igual que mi madre», explica una de ellas

Noelia y Cristina, hijas de Julia Madruga (víctima mortal de violencia de género) temen la salida de prisión de su padre, el agresor Cayetano Galvín, que cumple condena por el asesinato de Julia
Noelia y Cristina, hijas de Julia Madruga (víctima mortal de violencia de género) temen la salida de prisión de su padre, el agresor Cayetano Galvín, que cumple condena por el asesinato de JuliaLas hijas amenazadasLa Razón

El tiempo pasa volando. Aunque el dolor por la trágica pérdida de su madre no les da un solo día de tregua, parece que queda ya muy lejos aquella tarde de marzo de 2010 cuando su padre entró al hospital donde estaba su abuela ingresada. No tenía Cayetano Galvín la menor intención de hacer una visita a su (ex) suegra y abuela de sus tres hijos, convaleciente por una rotura de cadera, sino acabar definitivamente con la vida de su mujer, que se encontraba en la habitación cuidando de su anciana madre. No soportaba verla feliz tras su ruptura sentimental y cumplió la promesa que tantas veces había hecho, incluso en presencia de otras personas, de acabar con su vida. Tras preguntar en Información por el número de habitación donde se encontraba ingresada la anciana, «Caye» entró con el cuchillo que solía llevar escondido en el chaquetón y allí mismo, tras decirle al oído a su impedida suegra «tengo que matar a tu hija», asestó varias puñaladas a Julia Madruga, que estaba con los cascos puestos, descansando en el sofá de las visitas y apenas le dio tiempo a defenderse. Luego salió de la habitación, tranquilo, satisfecho y sabedor de que ella no podría recuperarse de aquella salvajada. Julia trató de pedir auxilio tapándose ella misma las heridas con una sábana, llegaron a trasladarla a otro hospital para operarla de urgencia pero no pudieron salvar su vida.

Julia Madruga fue asesinada por su ex marido en marzo de 2010
Julia Madruga fue asesinada por su ex marido en marzo de 2010La RazónLa Razón

Julia y Cayetano se habían casado en el 72 y se instalaron en Lepe (Huelva). Tuvieron tres hijos, hoy de 47 años (Noelia), 46 Cristina y 44 años Luis Felipe. Ellos eran muy pequeños cuando la familia se mudó a Huelva capital, poco antes de que el matrimonio de sus padres se rompiera. «Estuvieron pocos años separados, yo casi ni me acuerdo, y volvieron porque mi madre pensaba que él iba a cambiar. Nosotros no tenemos malos recuerdos de él como padre solo que era muy grosero hablando y siempre que salía alguna noticia de violencia machista en la tele lo justificaba diciendo “Algo habrá hecho”».

“Aprendió a capotearlo”

La peor parte siempre se la llevaba Julia: «Cuando mi madre no bailaba al son que él tocaba se ponía hecho una fiera pero solo verbalmente. Ella aprendió a capotearlo para ir saliendo del paso y no se decidía a dejar la relación porque siempre pensaba ¿quién se va a hacer cargo de él? Le parecía como abandonarlo», recuerda Noelia, que destaca lo diferentes que eran sus padres: «Es que eran el día y la noche. A mi madre le gustaba leer, le gustaban los cursos de psicología, salir a bailar, se iba a andar sola con los cascos... Era una persona muy alegre, muy vital y tenía, como suele decirse, mucho carisma. Él tenía un gran complejo de inferioridad porque se sentía siempre la “sombra” de Julia y no lo podía soportar. No le gustaba que le dijeran “ay que ver, qué bien veo a Julia, qué bien se conserva, qué guapa está”. Era muy celoso», reconoce Noelia.

El matrimonio se rompe definitivamente en 2009 y Cayetano se va a vivir a casa de su hija Cristina, en Islantilla. Fue entonces cuando sacó la peor versión de sí mismo.

«La violencia empezó cuando ya no vivían juntos. Mi madre conoció a otra persona y eso a él le superó. Un día se presentó en casa, se fue a la cocina, comenzó a insultarla y la cogió por el cuello para darle un puñetazo. Hasta ese día nosotros no habíamos visto nunca nada. La salvó que estaba mi hermano pequeño en casa (el único que aún vivía con Julia) y logró separarles», recuerda Noelia. A Julia no hubo que decirle ni convencerla de nada: se fue directa a la comisaría a ponerle una denuncia, que derivó en una posterior orden de alejamiento contra Cayetano sobre su mujer. Ya en esa primer contacto de la familia con «el sistema» que debía protegerla, vivieron su primera experiencia negativa. Como los hijos sabían que su madre había denunciado, el yerno de Cayetano logró convencerle para que se presentara voluntariamente ante la Policía. Sin embargo, el agente que les atendió aquel día no consideró oportuno el arresto y Cayetano llegó a casa jocoso y triunfal: «En este país es más fácil matar a una mujer que robar un paquete de cigarrillos», dijo al entrar por al puerta.

Primera condena

Finalmente les llegó a ambos una citación judicial para un juicio rápido y (segunda experiencia negativa) iban a coincidir ambos en la misma sala. Aquel día y durante todo el tiempo desde ese primer puñetazo hasta las puñaladas mortales del hospital, a Julia la mantuvo viva la sintonía entre sus hijos: cada uno vigilaba a uno de sus progenitores, de forma que evitaban siempre que se cruzaran. «Mi padre vivía con mi hermana, entonces decía: “Papá ha salido de casa, creo que va para allá”. Y mi otro hermano, que vivía con mi madre avisaba: “Mamá ya está en casa”». Así, fueron sus hijos y no el sistema quienes la mantuvieron viva. Aquel día en la sala del juzgado hicieron igual: esperó el hijo con Julia fuera hasta que su hermana avisó de que ella y su padre ya habían pasado. El juzgado condenó a Cayetano por un delito de violencia de género. No entró en prisión pero le impusieron una orden de alejamiento de su mujer. Eran sus hijos, nuevamente, los que estaban pendientes de que la cumpliera. La evidencia es que el día que éstos se despistaron un momento, él la mató.

“Riesgo medio”

Julia fue evaluada por el sistema viogen con un riesgo medio y tenía a su disposición a un agente de policía que la podía acompañar a hacer la compra y demás salidas del domicilio. A pesar de ello, Noelia asegura que «no servía de mucho porque mi padre sabía perfectamente quién era y donde vivía el policía pero éste, sin embargo, ni siquiera ponía cara a mi padre. ¿Qué protección iba a darle entonces a mi madre?». De todas maneras, Noelia asegura que Julia tampoco estaba dispuesta a vivir con «escoltada» 24 horas. «La decíamos: “Mamá, que no salgas sola, que te va a matar”. Nosotros lo teníamos clarísimo. Y ella decía: “Pues si es el precio que tengo que pagar por ser libre, lo haré”».

“Tu madre quiere meterme en la cárcel”

Tras una segunda denuncia por amenazas, a principios de marzo de 2010, Cayetano se juró a sí mismo que hasta aquí hemos llegado. «Tu madre lo que quiere es meterme en la cárcel», repetía a Cristina, la única hija con la que se hablaba. Dejó de comer, de dormir, se obsesionó con la idea de acabar con su vida y no descansó hasta lograrlo.

Fue a eso de las 18:00 horas de aquel 18 de marzo de hace diez años. Hizo guardia en el bar situado frente al hospital de la Blanca Paloma de Huelva. Desde allí, donde estuvo un par de horas, divisó cómo Julia y su hija Noelia tomaban un café en la cafetería de al lado. Tras despedirse Noelia, Julia regresó al hospital para cuidar de su madre. Esperó 10 minutos y allá fue él. El resto, ya es conocido.

Aunque los hijos de Julia saben que en ningún momento ha mostrado arrepentimiento, a Cayetano le queda poco para cumplir tres cuartas partes de su condena y en breve podría empezar a disfrutar de los primeros permisos penitenciarios. «Él lo ha perdido todo, solo le importa el dinero y, aunque estamos tratando de que le embarguen la pensión (le condenaron a 200.000 euros de indemnización) a él no le importa volver ahí dentro (a prisión)», explica su hija mayor, a por quien él siempre dijo que iría. «Yo soy la que más me parezco a mi madre y él tenía fijación conmigo y decía: “Esa va a acabar igual”. Yo lo que no quiero es que mi familia tenga que vivir en tensión», se resigna Noelia. Ella y sus hermanos solo quieren que les protejan de su propio padre. «Cuando nos dicen: “Bueno, tiene una orden de alejamiento de vosotros”, les digo: “Claro, de mi madre también la tenía y mira cómo acabó».

«Tememos por sus vidas»

En el proceso judicial, además de otro abogado, está personada la letrada Patricia Catalina López, delegada de Andalucía de la Asociación Clara Campoamor, que defiende los derechos de la mujer. En un escrito remitido a la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Huelva, fechado a 6 de julio, la abogada recuerda que el condenado no tiene expediente penitenciario abierto, por lo que teme que la Junta de Tratamiento del Centro Penitenciario pueda concederle el tercer grado conforme a liquidación de condena. Su salida sin las «medidas necesarias» pueden suponer «un grave riesgo objetivo para las víctimas, sus propios hijos». Catalina advierte a la Audiencia de Huelva de que «tememos seriamente por la vida y la integridad de nuestros representados» porque el condenado «conoce sus domicilios ya que siguen siendo los mismos que cuando el agresor entró en prisión».

La letrada de Clara Campoamor recuerda la vigencia del Convenio de Estambul para la protección de las mujeres frente a la violencia machista y apela al artículo 56 del Capítulo VI para recordar que «las víctimas deben ser informadas, al menos en los casos en los que las víctimas y sus familiares pudieran estar en peligro, cuando el autor del delito se evada o salga en libertad de forma temporal o definitiva». Así, Catalina ruega «encarecidamente» a la Audiencia de Huelva «la protección integral de los hijos de Julia Madruga» en base a los antecedentes de Cayetano Galvín Martín, quien ya violó la orden de alejamiento que se le impuso y esa violación provocó el brutal asesinato por el que cumple condena.

Más medios telemáticos

La abogada de los hijos de Julia Madruga también ha solicitado a la Audiencia el control sobre Galvín mediante medios telemáticos. «Lo que sea para privarlo del derecho de residir o acudir al lugar donde residen mis mandantes», recalca la letrada. Noelia, la hija mayor y la que podría estar en mayor peligro, dice desesperada que «con una pulsera que nos avise de que está cerca, al menos puedo echar a correr». Los hijos de la víctima de viogen saben que la orden de alejamiento por sí sola no es efectiva para todos los casos porque lo vivieron con su propia madre. De hecho un estudio del año pasado, cuando se superó la barrera de las 1.000 muertas por violencia machista (desde que se contabilizan, en 2003) revelaba que una de cada diez mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas desde el año 2006 tenía alguna medida de protección a su favor en el momento del crimen. Según los datos recogidos por el Observatorio para la Violencia de Género, solo un 26% de las fallecidas había denunciado previamente a su agresor, antes de convertirse en su asesino.