Elecciones

ERC y JxCAT alejan la posibilidad de una coalición de gobierno tras el 14-F

Los partidos independentistas podrán llegar a pactos, pero no repetir gobierno. Los de Junqueras están hartos de sus «socios» y quieren romper la unidad que nació en 2012

Junqueras y Puigdemont, en una imagen de archivo en el Palau de la Generalitat
Junqueras y Puigdemont, en una imagen de archivo en el Palau de la GeneralitatAlberto EstévezEFE

Las elecciones catalanas serán el 14 de febrero, aunque la precampaña empezó el pasado 30 de enero, cuando el entonces president Torra acusó de deslealtad a sus socios de ERC y anunció elecciones tras la aprobación de los presupuestos. Se aprobaron los presupuestos, Torra dejó de ser president porque fue inhabilitado. No convocó elecciones porque Carles Puigdemont no le dejó, aunque provocó todo un terremoto al hacer efectiva una crisis de gobierno que acabó con el cese de tres consellers. Uno de ellos, la titular de Empresa, Àngels Chacón, la líder del PDeCAT. Desde el 28 de septiembre, el Govern está dirigido en funciones por el vicepresidente Pere Aragonés. No tiene las prerrogativas de president y todos sus movimientos están fiscalizados por sus socios de Junts per Catalunya. No puede cesar consellers, y ganas no le faltan según ha podido constatar LA RAZÓN, y tiene que mantener equilibrios hasta en las ruedas de prensa. Uno de ERC y otro de JxCAT, siempre y pase lo que pase. Y a veces lo que pasa es que el Govern hace el ridículo. Estos dos meses, además, han sido un continuo listado de golpes bajos, filtraciones, incompetencias y, sobre todo, con una lucha cainita en el barro entre los socios que aprovechan cualquier cuestión para apuñalar por la espalda a sus propios correligionarios.

Las encuestas dan una victoria al independentismo, aunque todavía los demoscópicos no vislumbran el impacto de la pandemia en el ánimo de la ciudadanía ni tampoco el impacto del fracaso del procés en el electorado independentista y menos como reaccionarán las bolsas electorales del constitucionalismo que se han visto sometida a grandes vaivenes, sobre todo, en el centro derecha. Con este escenario, la pregunta del millón es ¿quién gobernará Catalunya? Y su añadida inmediata ¿Cómo lo hará? Las encuestas, todas, dan una victoria a ERC. La cuestión es saber cual es la amplitud de esta victoria. Los de Junts per Catalunya amagan con retrasar las elecciones porque los números no les dan, hablan de ser unitarios y se han roto en al menos tres formaciones y la lucha interna de JxCAT todavía no ha acabado. De hecho, sólo ha empezado. Laura Borràs ha ganado las primarias, pero Carles Puigdemont mantiene la incógnita de su futuro y el proceso de elaboración de listas se presenta arduo y no exento de batallas campales. Si ERC gana por poco margen a JxCAT, el gobierno de coalición independentista parece inevitable, aunque JxCAT puede poner un alto precio, por ejemplo marcando una fecha para un nuevo referéndum, algo que los republicanos no parecen dispuestos a hacer. O sea, que JxCAT puede continuar con una doble estrategia de desgaste si es derrotada. Por un lado, contra el Estado «represor», ante el cual no duda en sumarse a las filas de PP, Ciudadanos y VOX votando no a los presupuestos e intentando, por tanto, que caiga el gobierno de Pedro Sánchez, y por otro, contra ERC. Los republicanos están hartos de sus «socios» y «amigos» y quieren romper amarras con una historia de «unidad» que empezó en 2012 y que ha acabado como el rosario de la aurora.

Si ERC gana por mayor margen, se abren otras posibilidades como han recogido las últimas encuestas de LA RAZÓN, porque pueden configurarse nuevas mayorías. Aragonés si gana con contundencia -el sueño húmedo de ERC es que además de ganar la segunda fuerza sea el PSC dejando relegada a la tercera posición a JxCAT- puede plantearse abrir negociaciones con otras fuerzas. Eso sí, hasta las elecciones los enfrentamientos entre los republicanos de Aragonés y los socialistas de Iceta están más que garantizados. «Vale hasta el último voto», dijo Oriol Junqueras a este periódico en un encuentro que se produjo en su pueblo, Sant Vicenç dels Horts, justo antes de volver a ingresar en prisión. ERC no dará aire al PSC porque necesita de todos los votos que pueda arrastrar de JxCAT, y el PSC no dará aire a ERC porque quiere hacer un festín con la caída en picado de Ciudadanos, una charca donde pescarán los socialistas pero también los populares y la extrema derecha de VOX que entrará con fuerza en el Parlament.

Aragonés no sueña con un gobierno de coalición. Ni con los independentistas ni con la izquierda, pero sí se podría abrir una vía de diálogo en base a un gobierno monocolor con apoyos de esta izquierda. Aragonés no lo tiene fácil. Primero porque los socialistas no dejarán que vaya por la senda de un nuevo referéndum y exigirán lealtad en Madrid. Segundo, porque para que esto sea posible PSC, ERC y Comunes deberían sumar 68 diputados, y esto está en cuestión porque los de Ada Colau no levantan cabeza. Tercero, porque la CUP es un actor que ni está, ni se le espera, en esta ecuación.

A esta posible alternativa, podría sumarse el PDeCAT. Han roto con Puigdemont hartos de su menosprecio y la encuesta del CEO -CIS catalán- le da entrada en el Parlament con un diputado. Los del PDeCAT encabezados por Àngels Chacón han roto el ritmo ya en el Congreso. Votarán sí a los presupuestos recuperando el protagonismo perdido de CiU. De momento, en las encuestas su aparición ha mermado la representación de JxCAT. Si consiguen aumentar hasta seis diputados su presencia pueden ser fundamentales y matarán dos pájaros de un tiro. Dejarán en la estacada a Puigdemont y los suyos, una venganza que se sirve fría, y volverán a tener relevancia en la política catalana. Todas las miradas, hoy por hoy, se dirigen a ellos.