Política
Los pueblos y los gobiernos
“Divide y Vencerás” es su consigna
Será la experiencia de mis muchos años y el conocimiento de algo más de veintidós países de cuatro continentes y a los ciudadanos de más de ciento cincuenta de sus ciudades, lo que me ha llevado a la venturosa conclusión de que, entre nosotros, los habitantes de este planeta llamado Tierra, existiría una plena armonía y fácil convivencia.
¿Por qué entonces existen las guerras?, ¿por qué la consideración de países enemigos o potencialmente enemigos? Los enfrentamientos entre países están basados en su inmensa mayoría en intereses económicos, recursos naturales ambicionados, ideologías extremistas, ansias expansionistas…
Pero estoy seguro de que entre los naturales de esos pueblos diversos no albergan esos sentimientos de enfrentamiento tan fuertes que llevan a los países a convertirse en enemigos irreconciliables y constituir una seria amenaza para el otro.
A veces, y es aún más trágico, como ocurrió en España en 1936 y por tres veces en las guerras carlistas del siglo XIX. Las luchas fratricidas son aún menos comprensibles para quienes las sufren. Acabo de leer las memorias de una persona que luchó en la Guerra Civil española en el bando republicano, mientras sus hermanos los hacían en el nacional, sencillamente por que en una parte de nuestra geografía triunfó un bando y en otras zonas geográficas el otro. Y como este, cientos de miles de ejemplos.
Conocí en mis viajes a personas de países “enemigos” que son mis amigos, que lo siguen siendo contra los que no tenía, ni tengo, ninguna animadversión, pero nuestros gobiernos respectivos decían que debíamos odiarnos y causarles, llegado el caso, el mismo mal que ellos a nostros o aún más hasta vencerlos.
Decía mi padre, también militar como yo, que los más pacifistas somos los que elegimos la carrera de las armas por un sentido de servicio a nuestros compatriotas para defenderlos del enemigo. No queremos guerras, pero tenemos que prepararnos para defendernos. Nuestro Ministerio se llama de Defensa y tiene que existir como existe la policía, los bomberos, los médicos y tantos servidores públicos que tratan de preservar la seguridad y la salud de sus compatriotas y no son precisamente los mejor pagados de estas sociedades.
¿Quiénes son, entonces, los que nos marcan a son nuestros amigos o nuestros enemigos? Sin duda los gobiernos, sin duda algunos políticos ambiciosos que confunden esa ambición personal, o de grupo, con el bien general.
¿Habrá cosa más ridícula, si no fuera tan trágica, que las declaraciones de guerra entre ciudades españolas en la, afortunadamente muy corta, I República Española? Repasen esos meses de nuestra historia y verán como los políticos republicanos consiguieron enfrentar a nuestros compatriotas de entonces. Declaraciones de guerra entre ciudades hermanas, bombardeo de unas contras otras donde vivían sus propias familias. De locos.
Por eso me espanta y me da miedo el afán de algunos políticos españoles actuales empeñados en dividirnos, en hacernos ver que la convivencia es imposible, que la sanidad privada perjudica a la pública y los mismo pasa con la enseñanza pública y la concertada o con quienes quieren una ley de eutanasia o una de cuidados paliativos, o con el aborto, o con las tendencias sexuales de cada cual o con lo que sea, el objetivo es el de siempre: Divide y vencerás. Como si la convivencia entre quienes pensamos de forma diferente no fuera posible y solo la imposición al conjunto de una de las partes fuera la solución, sin pensar que ese triunfo solo será temporal.
Para estos políticos, que nunca cumplen lo que prometen en campaña electoral, se trata de mantenerse en la poltrona todo lo que se pueda y mientras tanto siembran para que, cuando los echen, usando las puertas giratorias, se conviertan en consejeros de una multinacional que termine de enriquecerlos para el resto de sus días. Viven del enfrentamiento, de sembrar miseria y desencanto, de crear clientelismo, de hacerse los salvadores de los que ellos mismo han arruinado.
Se repite tanto a lo largo de la historia de la humanidad que, si leyéramos más, si nos ilustráramos un poquito no caeríamos en sus trampas. Pregunten a nuestros jóvenes, y no tan jóvenes, por nuestra historia más reciente, incluida la sanguinaria ETA. Se sorprenderán de la ignorancia y el desinterés por el pasado y ya sabemos que los pueblos que ignoran su pasado están condenados a repetirlo. Ojalá que no.
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