Opinión

Laya y una frontera de quita y pon

Alguien con la experiencia internacional de la ministra de Exteriores Arancha González Laya, por más que no pertenezca al Cuerpo Diplomático, debería conocer que, al menos, en los que se refiere al Polisario, los servicios de Información del Reino de Marruecos son de una eficacia pasmosa, fruto de un enfrentamiento de casi cinco décadas con la guerrilla saharaui, a la que ampara Argelia, país con el que los alauíes mantuvieron un breve enfrentamiento bélico en 1963 por Tinduf, la llamada «guerra de las arenas», mal resuelto con un armisticio. De ahí que pretender que nos íbamos a traer a España al jefe de los polisarios, Brahin Gali, trasmutado en un tal Mohamed Benbatouche, sin que Rabat se enterara, lo hiciera público, nos pusiera la cara roja por la, cuando menos, flagrante descortesía y tomara las represalias de rigor roza la estulticia. En la madrugada de ayer, unos 70 jóvenes marroquíes se saltaron a nado la frontera española por la playa de ceutí de Benzú, sin que a la Policía marroquí se le moviera un músculo. Fue el pistoletazo de salida que lanzó a miles. Es de esperar que, este verano, las aguas del Estrecho, y no solo, van a ser un festival de pateras. El contencioso del Sahara, ciertamente, no hace fáciles nuestras relaciones con el vecino del sur, pero, mal que bien, ambos países se las han ido arreglando con mutuo provecho. Ahora le toca a González Laya tratar de solucionar este último desaguisado diplomático y reconducir una situación que, de enquistarse, sólo puede traer problemas. Porque nadie discute que se preste atención médica a Brahin Gali, pero sólo una vez calibradas las previsibles reacciones. Lo otro, es ir de tapadillo, algo impropio de un Gobierno serio.