Marruecos
Marruecos-España: El respeto y la confianza son fundamentales
Es una crisis de confianza y falta de claridad, que surge cuando los dos países enfrentan enormes desafíos y solo pueden hacerlo de manera efectiva en cooperación
La actual crisis entre Rabat y Madrid no es tan excepcional como algunos quieren hacer ver. Como todos los vecinos, los dos países han tenido altibajos en sus relaciones. Esto es sorprendentemente normal para cualquiera que reconozca cómo la historia influye en la actualidad. Es una crisis de confianza y falta de claridad, que surge cuando los dos países enfrentan enormes desafíos y solo pueden hacerlo de manera efectiva en cooperación.
La ministra de Asuntos Exteriores del gobierno de Sánchez ha reconocido finalmente “la extrema sensibilidad de la sociedad marroquí ante la cuestión del Sahara”. ¿Podemos construir un nuevo diálogo a partir de esta observación? La respuesta es sí, si eliminamos la dramaturgia ambiental, o si todos se sienten obligados a poner su granito de arena.
Aquí hay dos países que tienen que asumir una vecindad y que históricamente ha sido la confluencia más importante de relaciones entre Occidente y Oriente. Andalucía fue de suma importancia en la transferencia de conocimiento, el renacimiento europeo y lo que ahora llamamos valores universales. Esta historia, aunque parezca contradictoria, no se puede ignorar por completo.
Lo que duele es la actitud de algunos líderes de opinión. Algunos periodistas españoles recurren al método más repugnante en un debate público: descalificar al contrario en lugar de responder a sus argumentos.
Según ellos, los marroquíes que hablan, a veces en los medios españoles, son la voz del Estado, o peor aún, del servicio secreto. Esto es asombroso porque al hacerlo evitan responder a las preguntas formuladas y no participan en esclarecer a la opinión pública española, que es su papel en principio.
Esto crea una tensión fortuita a ambos lados del Mediterráneo, en un falso debate donde el chovinismo triunfa sobre la racionalidad.
El autor de estas líneas siempre ha hecho campaña por una asociación sólida y pacífica entre los dos países. En todos mis escritos he abogado para que la profundidad de las relaciones históricas, humanas y culturales se utilicen en beneficio de una asociación del futuro. Esto no me priva del derecho a criticar las acciones de los gobiernos vigentes, incluido el marroquí.
Pero hagamos claramente las preguntas reales. ¿Es este el único argumento: sospechar en cuanto un redactor, sea marroquí o español, ofrece una lectura, un análisis de la noticia? Al negarnos a responder sobre el fondo, al rechazar todo lo que viene del otro, ¿no estamos aserrando la rama en la que estamos sentados, la de una relación anclada en la historia? ¿Es normal que exijamos a un marroquí que ataque a la monarquía antes de ser considerado “creíble”, cuando efectivamente es la monarquía española la que salvó la democracia y permitió la integración en el mundo, Europa y el boom económico? ¿Debemos negar los avances, los esfuerzos de Marruecos por construir una monarquía democrática y popular para complacer a nuestros oponentes?
Vecindario implica respeto y confianza. La atmósfera envenenada actual dará lugar a generaciones educadas en la desconfianza y el rechazo del otro. Es una responsabilidad que asumimos frente a la historia.
La geografía y la historia gobiernan las relaciones internacionales. Marruecos y España no pueden cambiar de vecinos. Pero, y afortunadamente, esta no es la única razón para abogar por una verdadera asociación.
Económicamente, los dos países necesitan este espacio común, tanto para la inversión, el turismo y el comercio.
España no es un socio como los demás, tiene potencial para convertirse en el primer socio de Marruecos, porque hay proximidad, historia, intercambios humanos. Pero tal asociación solo puede construirse sobre la base del respeto mutuo.
Respeto es aceptar críticas, responder racionalmente, La prensa, los líderes de opinión, reales y autoproclamados, deben alejarse de la propaganda chovinista y explorar el futuro, que es vinculante para ambas naciones.
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