Sabino Méndez

Moncloa Chicle Pop

No cabía esperar nada de la reunión de Moncloa fuera de la simple y pura escenificación teatral. En los próximos meses nos aguardarán un montón de actos protocolarios de este tipo –con mero significado escénico– que no supondrán ninguna variedad de tramoya con respecto a lo sucedido ahora mismo ni a lo que sucedía en temporadas anteriores. Nada ha variado en la liturgia de cuando el delirante Torra o el capcioso Mas visitaban Moncloa. Quizá la única insignificante novedad sea tan solo que el presidente regional, Pere Aragonés, no quiere que le vean sentado en esos sofás y hablando entre esos muros; así que convoca a la prensa fuera para comunicarles sus conclusiones. Es un comportamiento infantil, irreal y vanidoso que representa perfectamente el escaso nivel de la actual labor política regional en Cataluña. Vivimos de gestos simbólicos de ese tipo, que se estiran como un chicle, sin llevar a ninguna parte ni resolver los asuntos a base de trabajarlos con una estrategia política clara. Como no hay trabajo de mejora (sino un simple posado abrazados para disimular que la falsa pareja permanece junta por conveniencia para no perder piso e hipoteca) todo se reduce a repetir una y otra vez escenificación. En cada subsiguiente edición se insistirá en intentar colarnos el nuevo relato que se quiere vender, por ver de imponerlo a base de pura repetición. El relato pretende que antes no había diálogo y ahora sí. El problema para convencer al respetable es que todos presenciamos esos anteriores diálogos, que ahora se nos intenta convencer de que no han existido. La única verdadera diferencia no se halla en la interlocución o la locuacidad de los protagonistas, sino el hecho de que se detuvieron cuando los regionalistas exigían desmesurados imposibles y ahora no.

Las machadas puramente dialécticas de Sánchez Castejón sobre lo que iba a hacer con los independentistas cuando estaba en campaña electoral eran tan vacuas como las promesas tanto de firmeza como de diálogo que hará ahora. El presidente es un pobre hombre atrapado por las circunstancias y entregará todo lo que le exijan, porque no va a renunciar solo por las necesidades del país o de la población, hasta ahí podríamos llegar. Para hacerse una idea de la dirección en que camina el socialismo desarbolado de Sánchez solo hay que recordar el mantra que repite bajo mano el PSC en Cataluña desde hace cinco años: se limita a afirmar que los independentistas se contentarían y dejarían de molestar si se les da el referéndum que piden. Por supuesto, el argumento es de una candidez y frivolidad política de dimensiones gargantuescas, pero es su única ocurrencia y es el relato que desean imponer como sea.

Que guarde muy poca relación con la realidad no les preocupa, porque ellos, al conformar una clase social muy concreta de supremacismo regional conservador que posa de progresista, son los que tienen menos a perder con esas situaciones de notable incertidumbre jurídica. Así creció y se formó el actual socionacionalismo de Cataluña que le marca el paso al (en estos asuntos regionales) desnortado y despistado Pedro Sánchez. Ahora bien, no olvidemos que en los sucesivos Moncloa Chicle Pop Parties que nos esperan todavía hay otro invitado invisible sentado a la mesa que es el catalanismo premoderno, quien descubre ahora con sorpresa que Gobierno y Estado no son la misma cosa. Puesto que Sánchez tampoco ha podido ilustrarlos al respecto porque dominar a Montaigne no es su fuerte, el futuro va a ser tan inquietante como interesante: el choque del Moncloa Chicle Pop contra la realidad de Montaigne.