Homofobia

Cartas desde Singapur: La primavera del amor

Un momento de la marcha del Orgullo LGTBI en Madrid
Un momento de la marcha del Orgullo LGTBI en MadridGANDULAgencia EFE

Recuerdo mi primer beso. Ella, subida en mis zapatos, bailaba al son de la música que sólo sonaba en mi cabeza. Yo hablaba y hablaba y hablaba. Es un mecanismo de defensa que utilizo para ganar tiempo mientras decido si besarla o no. Nos apoyamos en un coche y… sucedió. Mi primer beso. Es una historia que recuerdo con muchísimo cariño. Seguramente ella no lo recuerde. Esto sucedió con 14 años. De ahí fui evolucionando en mis relaciones hasta llegar a un torbellino con el que tuve mi primera relación sexual. Fue una noche preciosa. Acababa de cumplir 18 años. Ella era un año mayor y controlaba toda la situación. Yo era un saco de nervios. Ligeramente torpe. Con el tiempo fui mejorando. Tampoco era excesivamente difícil. Nunca a escondidas. No acabó muy bien. Con los años, llegó mi primer amor. Cierro los ojos y aún la veo. Meses de sonrisas y risas mientras pedaleamos hacia el centro. Estrecho su mano y aprieto fuerte para sentirme más cerca todavía. Sus movimientos de salsa. Es menta y rock n’ roll. Confidentes. Vividores. Disfrutamos de la música en el coche, en la cocina, en la calle, en la playa. Ritmo y sabor. Sus deliciosas recetas. Un helado de palomitas. Pienso en ello mientras acelero y reflexiono sobre el objetivo de la vida: Amar y ser amado. El resto puede esperar entre la maleza. Lo anterior no es más que un desarrollo sexual normal. La expresión de una vida sin caretas. Sin necesidad de esconderse. Ser heterosexual es muy sencillo. No tienes que ocultarte. No tienes que fingir. Vives desde el minuto uno. No tienes la misma suerte si te gustan los chicos. Con el tiempo eres capaz de quitarte las ataduras y empezar a vivir, pero hay muchas fases que te saltas.

Ser gay en Singapur es un delito. Tienen prohibido amar. Yo puedo. Tienen prohibido acariciar a sus parejas, besarlas sin ser juzgados. Yo puedo. Un mundo sin amor es como un mundo sin amor. No merece la pena. La sección 377A del código penal estipula que cualquier varón, ya sea en público o en privado, que cometa actos indecentes con otro varón puede ser penado con hasta dos años de cárcel. Feliz 2021. Sostienen que es para garantizar la unidad familiar, que sus mayores no lo entenderían y que la ley está ahí pero no se hace cumplir. Como contaba Javier Ambrossi, su vida empezó con 20 años. La falta de cordura en la sociedad le ha privado de un primer amor que yo he tenido. De una primera relación sexual sana de la que yo he gozado. De la locura del amor adolescente. De compartir con sus amigos las nubes de sentimientos que este conlleva en busca de consejos de “sabios”. Un país tan desarrollado como Singapur, líder en todo lo que se propone, no puede permitirse el lujo de prohibir el amor. Es cuestión de tiempo que las generaciones de jóvenes impongan el sentido común. Es cuestión de tiempo que haya una primavera del amor que permita a la gente ser auténtica.

En España comenzamos el camino hacia la igualdad en 2005 con la aprobación del matrimonio homosexual. Hemos avanzado mucho desde entonces, pero falta aún más para conseguir cerrar una brecha que nunca debió abrirse. Siguen siendo frecuentes los mensajes de odio contra el colectivo LGTBIQ+. No puede haber cabida a estos comportamientos. Cada uno ha de ser lo que sueña ser para alcanzar su mejor versión. Debemos seguir siendo el país que porte la bandera de los derechos y libertades.

P.D: España, te echo de menos