España

Mira siempre el lado bueno

De Mr. Ábalos extrañaremos su impagable dandismo, sus modales exquisitos y la inteligencia ajena

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez durante su comparecencia en la que ha dado a conocer la nueva composición del Gobierno
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez durante su comparecencia en la que ha dado a conocer la nueva composición del GobiernoBorja Puig de la BellacasaPool Moncloa/EFE

Cuesta no ponerse lampedusiano ante la crisis de gobierno. Pero el sujeto en Moncloa, nuestro amadísimo líder, no merece líricas parrafadas bendecidas por el ojo de Visconti y la música de Nino Rota, sino la resignada mueca de quien sabe que sacrifica a los suyos en una remodelación tan grandilocuente como como bien masticada. Sus movimientos, ahora y siempre, sólo deben interpretarse en términos etológicos, propios del leopardo perfectamente adaptado a la supervivencia y con una compañía de gacelas, crías de babuino, jabalís verrugosos, antílopes e impalas que entran y salen de las inmediaciones de la charca para que el otro cace.

Se equivoca quien vea señales luminosas tras la caída de José Luis Ábalos, el de la cuchipanda de madrugada en Barajas para recibir a una tipeja que viaja con maletines negros y tiene prohibido aterrizar en la UE por pertenencia a un narcogobierno acusado de cientos de desapariciones, mordaza y torturas. Igual que yerra si piensan que con la salida de Miquel Iceta de Administraciones Públicas ganaremos algo o que vuelve a ser posible que la aplicación de la ley no sea escándalo en ese Far West indecente y tribal anteriormente conocido como Cataluña. Los sustancial allí, aunque también haya caído el ministro Juan Carlos Campo, mascarón de unos indultos dignos del Antiguo Régimen, son los miles de millones en ayudas europeas, enchufados para comprar favores mientras que el PSC sigue consagrado a sus bien remuneradas labores de mamporerro al servicio de los de arriba, sometiendo a los pobres idiotas que todavía, tantos años más tarde, todavía protestan por ser tratados como ciudadanos de segunda categoría. En cuanto a Mr. Ábalos, extrañaremos su impagable dandismo, sus modales exquisitos, sus refinados análisis políticos, su invencible respeto por la verdad y, ay, la inteligencia ajena. Pero la conducta del señorito que lo mantuvo parece inexpugnable. Brutal con el de abajo y suave, con dejes de encelado sicario, con los que mandan.

Las crónicas también darán cuenta inevitable del ascenso de alquien como Pilar Llop, que en 2019 tuvo la desfachatez de decirle a El País, aludiendo a la violencia contra las mujeres, que «Una democracia en la que la mitad de la población vierte violencia sobre la otra mitad no es democracia». Hay que ir muy pero que muy sobrado de cinismo, o llevar el tanque de combustible a tope de fraudes mentales, para afirmar que en España la mitad de sus ciudadanos, nosotros, los hombres, desaguamos violencia, dolor y muerte sobre la otra mitad. Así, con armas y a lo loco. A despecho de todo lo que sabemos. De las estadísticas y los informes del Ministerio del Interior. Del ranking que ocupamos a nivel mundial en los indicadores que miden la violencia doméstica y/o de género. Bah. Para Llop, recuerden, esto no es una democracia. Todo lo más será un feminicidio. En sesión continua. O Ciudad Juárez sin Roberto Bolaño y aureolada con los espectros de miles de cadáveres. A Llop la vemos muy preparada para competir con la cuota desquiciada del gobierno, que sigue teniendo en Irene Montero a nuestra suma sacerdotisa del pensamiento reaccionario. Que Carmen Calvo, finalmente achicharrada a la espera de nuevas mamandurrias, haya acabado por ser el rostro de la sensatez frente a los planteamientos zumbados de esos que ayer no más recitaban a Togliatti y ahora son apóstoles de Judith Butler y sus ilegibles panfletos posmo, pues oigan, da la medida del gran desastre. Del marasmo intelectual e ideológico donde seguimos. Siempre a tiempo de una nueva ley todavía más lesiva para la igualdad y la seguridad jurídica y siempre en busca del nuevo pelotazo cultural que queme las redes, bañe con gasolina el solitrón de las tertulias y engrase de bella nitroglicerina la acelerada corrosión del Estado de Derecho. Decía el otro día en estas páginas el abogado Alejandro Molina que la coalición que sostiene a Sánchez no vino a hacer política sino a cambiar las reglas del juego. En eso está, con la destrucción creativa del Tribunal de Cuentas y el capítulo inminente de la reforma del delito de sedición, que nos deja vendidos y a merced de una banda. Desaparece Iván Redondo, pero sus virtudes maquiavélicas estaban francamente sobrevaloradas. Como tiene escrito un amigo, miren siempre el lado bueno: «la nueva portavoz parece que habla castellano e Iceta igual acaba los estudios básicos al entrar en Cultura».