Análisis
La izquierda mutante
Los movimientos tectónicos generados por la plataforma que se gesta en torno a Yolanda Díaz desestabilizan los planes electorales y de reorganización del PSOE
Apenas un mes después de haber vencido en las presidenciales francesas de abril de 2017 Emmanuel Macron convirtió al movimiento que le aupó al Elíseo en un partido político. La plataforma de centro «En Marche!» se transformó en «La République En Marche!» y arrasó en las legislativas de junio del mismo año. En solo siete semanas asestó el golpe más duro a los partidos tradicionales que habían dominado la política francesa en las seis décadas anteriores y dio a Macron el mayor poder parlamentario a un presidente desde Charles de Gaulle en 1968. La fórmula no era nueva. «Forza Italia» de Silvio Berlusconi también alcanzó la presidencia italiana en 1994, tras la catarsis colectiva generada por Manos Limpias, con una plataforma que, surgida al margen de las estructuras convencionales, aprovechó el desencanto con el statu quo para lograr el poder. España no ha permanecido indiferente a estos experimentos, aunque ninguno ha llegado a cuajar. Albert Rivera intentó emular el éxito del centro francés sin lograrlo y la suma de mareas, confluencias y restos del 15-M que conformaron Podemos optaron al final por replicar un formato de organización más parecido al de las formaciones tradicionales. De manera que, hasta ahora, la política española ha sido más o menos fiel a las fórmulas clásicas sin que una plataforma haya logrado sustituirlas. Y ahora, en este mes de octubre diseñado por los partidos para rearmarse y celebrar sus congresos, se atisba la sorpresa de una izquierda mutante.
Reunificar las corrientes
Como si recreáramos los pasos políticos de Estados Unidos, con ese hecho inesperado que sacude los otoños antes de las elecciones de noviembre, el giro disruptivo que empieza a gestarse en España se sitúa a la izquierda del PSOE y aún no tiene una forma clara. El acercamiento de la vicepresidenta Yolanda Díaz a Mónica Oltra y Ada Colau para que confluyan sus proyectos explora (discretamente) la fórmula de los espacios políticos con aspiraciones institucionales. La figura emergente de Díaz, tras la marcha de Pablo Iglesias del Gobierno y de la política de primera línea, supone reactivar una izquierda que parecía desmantelarse y abre numerosas incógnitas que se creían superadas en el modelo político que se había instalado en nuestro país desde 2014. La disolución (casi) de facto de Podemos y el declive en las urnas de Ciudadanos, con la salida de sus respectivos líderes, apuntaban al ocaso de una era caracterizada por los hiperliderazgos y el multipartidismo. Sin embargo, la entrada de ese potencial nuevo actor político a la izquierda del PSOE, suma de varios que ya existen, vuelve a conectar con estos dos fenómenos que estaban quedando atrás e implican, sobre todo, un cambio de guion para los socialistas que celebran este fin de semana su 40º Congreso Federal en Valencia.
El papel cada vez más protagonista de la vicepresidenta segunda abre varios frentes a Pedro Sánchez, tanto en el Gobierno como en el partido. Encuestas y sondeos son un continuo baño de popularidad y confianza para Díaz (el último CIS, de ayer mismo, la mantiene como la política mejor valorada) con la evidente alteración que supone para los siempre complejos equilibrios en el Gobierno de coalición. Y reactiva, además, antiguas tensiones demoscópicas con Podemos que avivan los viejos temores al sorpaso que sometieron y condicionaron al PSOE durante años. La descomposición paulatina del voto en la era pos-Iglesias dejaba a los socialistas un espacio natural a su izquierda para ampliarse e instaurar un nuevo bipartidismo más matizado, pero que les permitiría mantener su fuerza hegemónica. La fugacidad de proyectos que van y vienen configura una izquierda cambiante (que se transforma con distintos nombres y liderazgos, pero que ocupa un mismo espacio ideológico) y abre, otra vez, múltiples posibilidades: agita el tablero y reproduce pugnas y tensiones que habían quedado congeladas entre socios. En Francia advertían de los riesgos de marearse (políticamente) por los continuos cambios de partidos y denominaciones y los socialistas españoles, conscientes de estos peligros, saben que tendrán que agarrarse porque, ahora sí, vienen curvas electorales.
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