Inocencio Arias
Sueños sobre Gibraltar
España viene dilapidando su posición ventajosa al llegar a un acuerdo con Londres hace diez meses, regalando a los gibraltareños un status del que no habían gozado desde que Londres entró en la Unión
La contaminación de Franco no se elimina con el tiempo. Lo que su régimen enaltecía es ahora sistemáticamente ignorado cuando no atacado. Llega el aniversario de la batalla de Lepanto, cantada por Cervantes y que cambió la historia de Europa, y hay que pasarla por alto porque era ensalzada en los libros de Bachiller franquista. Llegan los 500 años de Otumba y de la toma de Méjico por Hernán Cortés y no hay el menor recordatorio oficial. El extremeño no está de moda en el «sanchismo», mató indios y conquistó con fiereza la mitad de la América del Norte. No hay que recordar que a los que venció eran caníbales sanguinarios. Si a Franco le gustaba el personaje se convierte en políticamente incorrecto. Otro tanto ocurre con Magallanes. Se hizo español, los portugueses quisieron apiolarlo, inició la gesta del la vuelta al mundo que culminó Elcano pero, ¿para qué alardear de cosas apolilladas que huelen a franquistas?
Esto no hace tilín al «sanchismo». Su predecesor, Zapatero, ya sacó del temario de la Escuela Diplomática los apartados de los Reyes Católicos y el de la conquista y colonización de América.
Consciente o inconscientemente se evitaba el estudio de la unidad de España y se privaba de argumentos a los diplomáticos españoles que se encontraran con demagogos desmemoriados como los presidentes mejicano y peruano. Para no dejar desvalidos intelectualmente a nuestros diplomáticos, los temas eliminados eran sustituidos por otros fascinantes dedicados a la enjundiosa Alianza de civilizaciones. Cuestión capital donde las haya con la que poder deslumbrar a audiencias extranjeras. Modernismo en estado puro.
Ahora cuando leemos que Gibraltar sigue haciendo travesuras inmobiliarias ante nuestros ojos perplejos aprendemos que nuestro Ministerio acaba de nombrar una embajadora para la diplomacia feminista. Quien lo critique no se da cuenta, inculto él, que esto es una primicia mundial. Estados Unidos y China se enseñan los dientes, Marruecos y Argelia están a punto de llegar a las manos, en África no hay vacunas y a pesar de la promesa de nuestro presidente no se las facilitamos pero nos inventamos «la diplomacia feminista». ¡Casi na!
Un compañero diplomático me dice que es una herencia de la señora Laya. No lo creo; lo de la diplomacia feminista tiene algo de sanchinflear (no olvidemos lo de «vamos a salir más fuertes») y está en el ADN podemita. La señora Laya puede ser recordada por otras cosas. Ha tapado las vergüenzas de su jefe en el caso Ghali –podemos apostar que tarde o temprano será recompensada– y ha dejado su impronta en el claro retroceso de nuestras pretensiones con Gibraltar. (Imagino que en sus memorias también podría confesar que actuó con instrucciones de Sánchez, que no estaba para cavilaciones externas en momentos en que intentaba contentar con generosas concesiones a sus múltiples acreedores de la coalición Frankenstein).
Hay que reconocer que España en 1713 cedió Gibraltar a Inglaterra (luego Londres con nocturnidad y alevosía se apoderó del istmo, primero con motivo de una epidemia y más tarde aprovechando nuestra guerra civil). Sin embargo, la ONU reconoció que Gibraltar era una colonia y que «todo intento que destruya la unidad y la integridad territorial de un país es incompatible con la Carta de las Naciones Unidas». La Unión Europea, de su lado, ha dictaminado que Gibraltar no forma parte de Gran Bretaña y que consumado el Brexit «ningún acuerdo entre La Unión y Gran Bretaña podrá aplicarse a Gibraltar sin acuerdo entre el Reino de España y el Reino Unido». Esto nos colocaba, como apunta Margallo, en una posición de fuerza en el pleito de Gibraltar. La colonia tiene la tercera renta per cápita más alta del mundo, gracias a actividades con frecuencia opacas, bancarias, fiscales, el juego, el contrabando, blanqueo de capitales, ¿droga?
No obstante, abunda Yturriaga Barberán, España viene dilapidando esta posición ventajosa al llegar a un acuerdo con Londres hace diez meses regalando a los gibraltareños un status del que no habían gozado desde que Londres entró en la Unión. La exministra, en un sueño infantil, manifestó sanchinfleando que así íbamos a lograr una «zona de prosperidad compartida» entre Gibraltar y la zona española que lo rodea. Es decir, metemos de tapadillo a Gibraltar en el espacio Schengen y lo explicamos con unas palabras beatíficas, tontorronas.
Nuestro Gobierno, con el nuevo ministro, ha seguido aguando las disposiciones de Bruselas que nos favorecen (un mandato de la Comisión), lo que debe producir regocijo en Londres y en la colonia. Seguimos haciéndonos fuertes: blanqueamos ante Europa a los golpistas con los indultos y, convencidos de que a los españoles Gibraltar les importa un pimiento (es algo franquista), nos amordazamos parcialmente a la hora de reivindicar el Peñón.
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