El análisis

De la soberanía no se ha vuelto a hablar

Afortunadamente las negociaciones las lleva la Unión Europea

GRAFAND5024. LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN (CÁDIZ), 22/12/2020.- Personas entran al Peñón en la frontera con La Línea de la Concepción (Cádiz), hoy cuando la posible presencia en Gibraltar de la nueva cepa de coronavirus, mucho más contagiosa, sigue preocupando tanto en la colonia británica, que ha decidido restringir la entrada de pasajeros por avión, como en las localidades vecinas. EFE/A. Carrasco Ragel
GRAFAND5024. LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN (CÁDIZ), 22/12/2020.- Personas entran al Peñón en la frontera con La Línea de la Concepción (Cádiz), hoy cuando la posible presencia en Gibraltar de la nueva cepa de coronavirus, mucho más contagiosa, sigue preocupando tanto en la colonia británica, que ha decidido restringir la entrada de pasajeros por avión, como en las localidades vecinas. EFE/A. Carrasco RagelA.Carrasco RagelAgencia EFE

La política de Castiella demostró a las claras que, aislada de España, la colonia solo podía apenas sobrevivir a base de subvenciones de la metrópoli. Los números demostraron que su base nuclear le estaba resultando demasiado cara lo que los llevó a explorar nuevas avenidas con España. Por primera vez en la historia del contencioso aceptaron hablar de la soberanía sobre Gibraltar. Por otra parte, logró dicha política que la mayoría de los linenses rechazaran la idea de volver a ser un barrio arrabalero de la colonia. Que se pusieran las pilas y aceptaran buscar una alternativa a vivir de las migajas del Epulón gibraltareño y que tuvieran en cuenta que Gibraltar no es solo un problema linense. Que se trata de una afrenta nacional.

La política de Moran, por su parte, vino a confirmar que la magnanimidad española no solo sostenía la economía gibraltareña, sino que había logrado convertirla en la tercera del mundo en renta per cápita. Paralelamente, La línea no lograba dejar de ir de farolillo rojo entre las economías más deprimidas de la Europa comunitaria. Morán y, en mayor o menor medida, sus sucesores han conseguido una desbordante prosperidad para Gibraltar, pero ¿la han compartido lo ingleses con el entorno español como prometieron? Prosperidad compartida, ese era el marbete que incluso el Gobierno español llegó a creerse. El resultado de la política de Moran & company ha sido subdesarrollo y depresión y colonización del Campo de Gibraltar. Ya se sabe quién parte y reparte se queda con la mejor parte. Por supuesto de soberanía no se ha vuelto a hablar.

A partir del ínclito ministro socialista, a lo más que se ha llegado es a no–acuerdos sobre el tema de la soberanía. España proclama que no renuncia a su reclamación sobre Gibraltar y el Reino Unido, responde que Gibraltar era territorio de soberanía británica. Conseguido el acuerdo de no-acuerdo España, no solamente acepta que el Reino Unidos continúe en posesión de la Colonia, sino que pacta los célebres “aspectos técnicos” consistentes en general en conciertos sobre fórmulas para facilitar la continuidad de aquella posesión. Esto se consigue contentando con liberalidad los bolsillos de la población llanita que, a su vez, sirve de escudo humano para la protección de los intereses nacionales británicos: su presencia militar en España y en concreto en una zona de vital valor geoestratégico.

Y es que el Reino Unido tiene claro el tema de sus intereses nacionales cosa que, cabe sospechar, no ocurre en el caso de España. Se ha llegado a tener la impresión de que a partir de 1982 el interés nacional de España deja de ser el restablecimientos de nuestra integridad territorial para serlo la obtención de un puñado de votos socialistas en el Campo de Gibraltar. Afortunadamente, las actuales negociaciones con el Reino Unido sobre Gibraltar las lleva la Unión Europea. Unión que tiene claro que sus intereses pasan por la defensa a ultranza de la integridad de la normativa que la conforma con particular referencia en este caso a los establecido en Schengen. Solo cabe esperar que el actual Gobierno no presione demasiado a los negociadores de la Unión para no conturben en exceso la presencia inglesa en Gibraltar.

Quizá surja una sorpresa pues, por segunda vez, tras el movimiento “Palomo” de tiempos de Castiella, puede que los gibraltareños hayan tomado conciencia de que sus intereses y los británicos son divergentes como ha quedado claro en el referéndum del Brexit. Ahora no se trata de elegir entre España y el Reino Unidos, sino entre ser o no ser europeos.