Rebeca Argudo
Un plan sin fisuras
Si no es delito y no hay delincuentes, ya no se pacta con maleantes. Sánchez es capaz de cualquier cosa por seguir en el poder
Reconozcamos que el plan es infalible: si no hay delito, no hay delincuente. Y si el delito de sedición desaparece, el sedicioso no está al margen de la ley. Es brillante. ¿Recuerdan las risas cuando George W. Bush proponía talar los árboles para atajar el problema de los incendios forestales? Pedro Sánchez no se reía: asentía. Es de la misma escuela. Y claro, si no es delito y no hay delincuente, ya no está Sánchez pactando con los maleantes. ¡Quéjese ahora, señora!
Lo que no podemos es hacernos los sorprendidos. Sánchez ya dejó clara cuál es línea roja: la que delimita su propio perímetro corporal. A Sánchez solo le importa Sánchez y es capaz de cualquier cosa por seguir en el poder cinco minutitos más, como un niño chico en la mañana. Pero que no nos sorprenda no significa que no nos impresione.
Hay que tenerlos como Manolete para llevarse la contraria a uno mismo, no ya sin sonrojo, sino como si no lo hubiera hecho. Que eso que usted ve, caballero, ni existe ni ha ocurrido. ¿A quién va a creer, a mí o a sus propios ojos?, que diría, groucheando, el hormigón armado de su jeta. Y si para seguir en la poltrona un rato más hay que tragar con las pretensiones de los independentistas, puesto que los socios de gobierno, agonizantes, se nos ponen indolentes, pues se hace. Total, no va a deberse a la Constitución más que a su propio trasero el que no tiene que dar explicaciones a nadie. Ni siquiera al sentido común.
¿No fue acaso el primer candidato en 2016 en presentarse a la investidura sin ser ganador de las elecciones? ¿El primero en no conseguirlo ni en primera ni en segunda vuelta? ¿El que abandonaba la secretaría general del PSOE y su escaño en el Congreso de los Diputados? ¿El artífice del peor resultado obtenido por su partido? ¿El que volvió, aun con todo, y acabó siendo reelegido como secretario general del mismo partido que había abandonado, con medio partido en contra y el desastre de Galicia y País Vasco en su cartera de logros? ¿El que no pudo sacar adelante los presupuestos generales del Estado tras llegar a la Presidencia, moción de censura mediante, y tuvo que convocar elecciones? ¿El que no fue capaz de formar gobierno tras agotar el plazo constitucional y vio cómo el Rey Felipe VI disolvía las Cortes por ello y se convocaban elecciones de nuevo? ¿El que acabó pactando con quien decía que no pactaría jamás porque no podría pegar ojo ya que si no, no le daban las cuentas? ¿Nos vamos a sorprender ahora? No, hombre no.
Ya no hay espacio para el estupor: Sánchez, siempre, contra todo pronóstico. Tan solo queda, como en los divorcios conflictivos, esperar a que no rompa demasiadas cosas antes de marcharse de casa. Con un poco de suerte, y si le pillamos a buenas, nos devolverá sin aspavientos el relicario de madre (si es que sigue intacto y no ha podido empeñarlo en el Monte de Piedad).
Con todo, retomo el inicio que me lío, tiene razón el presidente del Gobierno en una cosa y hay que dársela: si no hay delito y no hay delincuente, se acaba el conflicto moral de pactar con ellos, el problema de convivencia en Cataluña y, si me apuras, todo problema social. Yo, de él, llevaría esta idea al límite. Acabemos por la vía de urgencia con todo tipo de delitos: quememos el Código Penal. Es más, como la mujer es buena siempre (me estoy viniendo arribísima) y la ley trans un primor, que se declaren mujeres todos los hombres, porque así se autoperciben, y acabemos también con la violencia de género antes de que acabe la legislatura. Es un plan sin fisuras. Considero.
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