Cristina L. Schlichting
La tonta soy yo
Lo de Page y Lambán fue postureo, una forma de blanquear el apoyo a los independentistas
Ay madre, que he hecho el bobo en plan estelar. Llevo semanas felicitando a Lambán y Page por oponerse a su jefe Sánchez en lo de quitar el delito de sedición y dejar a los golpistas catalanes en meros revoltosos callejeros, y ahora resulta que los socialistas no solo han votado la ley a una (eso era previsible), sino que lo han hecho con recochineo. Llama la atención la hora, pasada la medianoche, que ya marca terreno. Los delitos se administran mejor en la oscuridad, sin luz ni taquígrafos de «prime time» televisivo. Los del PP de Cuca Gamarra, que todavía creen en los principios, los pobres, habían hablado tanto y con tantos socialistas del sinsentido de todo esto que conminaron a la Cámara a que la votación fuese de viva voz. De esa forma, cada diputado tuvo que retratarse públicamente a favor de la reforma del delito de sedición. Se trataba de animar a tantos que ponen verde a sus jefes, instándolos a ser libres y valientes. Hubiese sido también la oportunidad de los diputados castellanomanchegos o aragoneses, incluso los extremeños, de poner una nota de pluralidad en el partido, en la línea de lo que los votantes piensan, pero no. Se impuso la estricta jerarquía y el voto «apparatchik», a la soviética. Como los había que se avergonzaban de modificar el Código Penal para favorecer a los que quieren romper la solidaridad entre españoles (cosa que antaño era poco socialista), el grupo entero se puso de una sola vez en pie cuando llamaron a la primera diputada socialista a votar. Una forma de darse fuerza mutuamente y aherrojar al disidente, acochinarlo frente a la tentación. Y allá que fueron, a una, como los de Fuenteovejuna.
A los socialistas catalanes les tocó bailar con la más fea, esto es, defender en la tribuna que esto beneficia a Cataluña. Más de un oyente catalán de Cope me ha comentado la vergüenza de ver aprobada semejante reforma del Código Penal bajo el manto de la catalanidad. Con lo que llevan pasado los catalanes. El diputado Francisco Aranda Vargas dedicó buena parte de la intervención a poner verde la trayectoria del PP con respecto a su patria chica, como si la sesión fuese sobre los populares catalanes en lugar de sobre ERC. También fue catalán el hombre de Podemos elegido en la sesión para apuntalar a Sánchez. Jaume Asens propagó una vez más la mentira de que esta reforma homologa los tipos penales españoles a los del resto de Europa. Como si alguien se creyese que los alemanes o los franceses fuesen a castigar con «penitas» de cinco años de cárcel a quien osase proclamar la independencia de Baviera o Borgoña. Al menos éste, el de Unidas Podemos, iba de frente desde el inicio, porque el partido morado hizo campaña ya en las elecciones a favor de indultar a los del «procés». Lo de los socialistas, por el contrario, ha sido un engaño a sus electores en la línea de flotación.
Así que todo fue postureo. Lo de Page y Lambán y Fernández Vara, meros brindis a escena, una forma de blanquear el apoyo a los independentistas. Cómo se parece un partido a una empresa: no se juega con las cosas de comer. Se puede perorar y hablar en el bar y cagarse en lo que haga falta… pero a la hora de la verdad, chitón y en fila.
Supongo que tenemos que acostumbrarnos a esta partitocracia donde la persona y sus convicciones no importan. Donde la formación está ordenada al plan que sea con tal de permanecer en el poder. No otra cosa se ha votado esta semana en la Cámara: el pago de las alianzas con las que Pedro Sánchez ha asegurado la fidelidad a los presupuestos. Tú me arreglas lo de la poltrona y yo te arreglo lo de la cárcel de los tuyos. Quid pro quo. Verdaderamente, la tonta soy yo.
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