La amenaza yihadista
Alerta yihadista en España
La falsa amenaza de bomba en Atocha hace saltar las alarmas ante un posible atentado terrorista. Documentos del Estado Islámico colocan a nuestro país como objetivo prioritario
Fue una falsa alarma, pero, a la vez, una prueba del nivel de preocupación que el terrorismo yihadista está consiguiendo infundir en las sociedades occidentales. Ayer, según subrayan expertos en la materia, Jamal Herradi, un trastornado con antecedentes por violencia de género, que se encuentra en tratamiento desde 2013, fue el que protagonizó la supuesta amenaza, pero mañana puede ser otro, en este caso un islamista fanatizado, el que origine hechos similares pero de consecuencias fatales. Herradi, de origen magrebí pero con nacionalidad española, amenazó con inmolarse con explosivos en un tren de Cercanías que se aproximaba a la estación de Atocha sobre las 09:40 horas. Tras huir, fue detenido entre las vías, y se comprobó que en su mochila sólo llevaba una botella de agua, según informó el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz.
Uno de los grandes fines del yihadismo, cuyo máximo exponente, por el nivel de brutalidad, es el Estado Islámico, es la consecución del califato mundial al que aspira su líder, Abu Bakr al-Bagdadi, y cuya capital sería Córdoba.
España, que subió en septiembre la alerta antiterrorista a nivel 2, pero en grado alto, forma parte de las tierras que fueron musulmanas y que, por lo tanto, deben ser recuperadas. El interés por nuestro país ya lo ha demostrado desde hace años Al Qaeda , en concreto su rama para el Magreb, AQMI, que ha emitido varios comunicados sobre Ceuta y Melilla y que denomina su página de propaganda Al Ándalus.
La implantación del terror, lograr que los ciudadanos occidentales interioricen que son, por pertenecer a civilizaciones de origen cristiano, objetivos de atentados yihadistas en cualquier momento y lugar forma parte de su estrategia. Poco a poco, la gente normal ha empezado a sentirse insegura, y lo que ocurrió ayer en Madrid, la reacción que se produjo, es una prueba de ello. En el fondo, según los citados expertos, supuso un triunfo para los islamistas radicales, aunque, al final, todo quedara en una falsa alarma.
Abu Bakr al-Bagdadi pretende, a medio y largo plazo, la creación, consolidación y expansión de un califato islámico de vocación universal regido por la sharía como ley fundamental, la reconquista de todas las tierras que alguna vez fueron musulmanas y la implantación del islam como única religión a nivel mundial, recuerdan los expertos.
Entre los objetivos a corto plazo, el califa Ibrahim se marca la eliminación de los gobiernos chiíes de Siria e Irak, la conquista de estos países, la conversión de las poblaciones no musulmanas al islam, el pago del diezmo por los seguidores de otras religiones monoteístas (cristianos, judíos, zoroastrianos...), o la «eliminación» de cualquiera de los anteriores en caso contrario.
Por si había alguna duda y dentro de su estrategia de terror, en enero de 2014, el Estado Islámico mediante un comunicado de audio de su portavoz oficial Abu Mohammed Al-Adnani, difundido en redes sociales yihadistas en internet, declaró una guerra total contra los que considera rebeldes o infieles: «Aplastadlos completamente y matad la conspiración en su cuna».
Los atentados de 11-M en Madrid, a los que se parecía tanto el simulacro que protagonizó el individuo detenido ayer, conllevaron que los distintos gobiernos hayan reforzado la lucha contra este tipo de terrorismo y que el nivel de eficacia y profesionalidad de nuestras Fuerzas de Seguridad se haya situado entre las primeras del mundo.
De hecho, las distintas operaciones que se han desarrollado en los últimos años han demostrado que, al actuar con anticipación a los planes de los terroristas, ha permitido transmitir una imagen de seguridad interna y de control de este tipo de delincuencia que, de alguna manera, contribuye a que algunos se lo piensen antes de utilizar nuestro territorio como base de actuaciones.
El número de españoles de origen magrebí que han logrado viajar a Siria e Irak para incorporarse al Estado Islámico es poco más de medio centenar, que contrasta con los que han salido de otros países europeos, como Francia, Alemania o Inglaterra, y no porque España no posea una población de origen musulmán, que crece cada año.
Sin embargo, en un mundo globalizado como el nuestro, en el que cualquier noticia tarda minutos en ser conocida por millones de personas de distintos países, acciones criminales tan «sencillas» como apuñalar por la espalda a un soldado; atropellar a varios transeúntes; retener contra su voluntad a decenas de personas en una cafetería; o, simplemente, emitir un vídeo con amenazas, generan una sensación de miedo e inseguridad. Los terroristas, que muchas veces ni asumen los atentados, lo saben y hacen lo posible por alimentar esta estrategia.
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