Economía
Arias Cañete, el gran velocista
Hace unos días, en los pasillos del Congreso, lucía orgulloso su nuevo reloj, un diseño elegante y práctico. «Me lo ha regalado uno de mis nietos y con esto cronometro todo al milímetro». Lo decía Miguel Arias Cañete, un madrileño de nacimiento, jerezano de adopción y europeo de vocación, apasionado de los coches, la velocidad, siempre en lucha contra el tiempo. Todo el mundo le preguntaba por lo suyo en Europa, pero él, que conoce bien a Mariano Rajoy, no soltaba prenda. Alguna indicación sospechaba, aunque el jefe tiene sus tiempos y Cañete no iba a perturbarlos. «A mí, que me registren. Yo nada sé y preguntarle al presidente», insistía el barbudo ministro, sin desvelar una pista sobre su nuevo futuro.
Miguel Arias Cañete es el prototipo de un técnico bien formado y un político cuajado en las entrañas del PP, a donde llegó procedente de Alianza Popular. Hijo mayor de Alfonso y Herminia, sus padres, que él define como «lo mejor de mi vida», estudió en los Jesuitas de Chamartín y opositó para abogado del Estado. «Era un cerebrito», dicen sus compañeros de entonces. Aprobados los exámenes, fue destinado a la delegación de Hacienda en Jerez de la Frontera. Y aquí cambió su vida. En el corazón de Cádiz conoció a Antonio Hernández Mancha, que le metió en AP. Y sobre todo, a Micaela Domecq y Solís de Beaumont, miembro de una de las más aristocráticas familias gaditanas. Lo suyo fue un flechazo: «Puedo cambiar de coche, pero jamás de compañera», suele decir Cañete, un fervoroso marido, apasionado del automóvil.
Estudioso hasta las cachas, políglota dominante de francés, inglés, alemán e italiano, entró en el partido a través de «pesos pesados» como el notario Félix Pastor Ridruejo, un eminente preboste de AP, ya desaparecido, y uno de los grandes padrinos políticos de José María Aznar. Era una época en que los aliancistas germinaban el futuro Partido Popular, y Pastor se lo dijo a Aznar: «Este chico está preparado, no lo olvides». Fue así como Miguel Arias inició su carrera pública y se integró en el núcleo duro de los economistas del partido, que entonces lideraba otro «cerebrito» llamado Rodrigo Rato. La historia nunca miente.
Pasó por el Parlamento andaluz, el Senado, el Ministerio de Agricultura y la Eurocámara. Fue en esta etapa europea dónde fraguó grandes amistades, en especial con los alemanes de la CDU, auténtica locomotora de la UE. Él nunca lo reconocerá, pero su nombre estaba escrito hace tiempo en la agenda de la poderosa canciller germana, Angela Merkel, y Rajoy lo tenía bien pensado. «Mi guerra es el tomate, el yogur, el agua y esas cosas», comentaba tan sólo hace unos días en el Congreso, ante un grupo de periodistas que le asediaban sobre su destino. Hombre de verbo fácil, locuaz, campechano y extrovertido, ha sabido sin embargo ser discreto como el que más.
Mucho se ha escrito sobre su pasión por la velocidad y los coches antiguos, que colecciona con esmero. Ha sido piloto avezado en rallyes en Montecarlo y otras plazas, con dominio del volante. Su otra gran pasión son los relojes y correr por las costas gaditanas con sus hijos, Pablo, Micaela y Miguel, y sus nietos. Nunca se ha quitado la barba, a pesar de que su familia siempre se lo aconseja porque envejece. «Me siento guapo y un poco Moisés», suele decir Cañete con sorna cuando habla de su frondosa barba blanca, profética y bien cuidada. Las gafas son el otro adorno coqueto de un hombre que acaba de cumplir sesenta y cuatro años, está de vuelta de muchas cosas y conoce Europa como nadie.
Es de los pocos que mantiene amistad, en sentido estricto, con Mariano Rajoy. El único que ha repetido dos veces en el mismo Ministerio: Agricultura, Pesca, Alimentación, Medio Ambiente. Palabras mayores que defenderá de nuevo en Bruselas y que le llevarán a un alto cargo en la Comisión. Un día, en un Consejo Europeo, la señora Merkel le vio algunas ojeras y le preguntó si dormía mucho. «Mire usted, señora canciller, más bien poco, porque estoy acelerado en defender los intereses de mi país». Pues eso es Miguel Arias Cañete. Un gran velocista, perfecto piloto para representar a España en Europa. A la carrera, con experiencia y formación. Esto, nadie puede negárselo.
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