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«¡Ay Carmela, que vas por libre...!»

Críticas del Gobierno y del PSOE contra Carmen Calvo: «Precisamente lo que nunca ha hecho es coordinar».

Calvo se puso el viernes el tricornio en un acto de la Guardia Civil. Luego ordenó que no se divulgara la imagen
Calvo se puso el viernes el tricornio en un acto de la Guardia Civil. Luego ordenó que no se divulgara la imagenlarazon

Críticas del Gobierno y del PSOE contra Carmen Calvo: «Precisamente lo que nunca ha hecho es coordinar».

«Precisamente lo que nunca ha hecho Carmen es coordinar». La opinión es unánime entre dirigentes del socialismo andaluz, dónde la actual vicepresidenta del Gobierno no dejó muchos amigos. Entre ellos cundió el asombro por su nombramiento como número dos de Pedro Sánchez, dada su responsabilidad de coordinación sobre los ministros y altos cargos de la Administración. Carmen Calvo Poyato fue siempre un verso suelto del partido, la Junta de Andalucía y el Ejecutivo, con una verborrea incontenida y mucha soltura para convencer a sus líderes. Pero ahora, en su papel al frente de la vicepresidencia del Gobierno, varios de sus miembros y cuadros cualificados del PSOE arrecian sus críticas. «Del Olimpo del gobierno al Olimpo del desastre», reconocen en privado algunos ministros y diputados socialistas. Desde la Comisión de Subsecretarios y Secretarios de Estado, el gran organismo decisorio que preside todas las semanas, afirman que «habla y habla, nos vuelve locos». Sus meteduras de pata en estos cien días han dejado huella. Lo que algunos ministros y socialistas veteranos definen con una frase muy gráfica: «¡Ay Carmela, que vas por libre...!». Como la protagonista en la película de Carlos Saura, ella es roja, brigadista y cantarina. Feroz defensora de la exhumación de Franco, radical feminista hasta rozar el ridículo, contradictoria en varias decisiones del gobierno y, encima, ahora censora de periodistas. Algo que ha generado un gran rechazo en miembros del gobierno y, sobre todo, en el grupo parlamentario socialista. Pero Calvo tiene adeptos. Estas fuentes aseguran que la vicepresidenta está tejiendo toda «una corte celestial» de mujeres progresistas, no todas militantes del PSOE y sí muchas de sectores de la sociedad civil, para aglutinar un gran apoyo a su persona. «Carmen estaría encantada de ser la primera mujer presidenta del gobierno», aseguran.

La cordobesa, una de las más fieles «apóstolas» del «sanchismo», no tiene reparos en confesar que ella «lo hace todo» frente a la inexperiencia de Pedro y el otro «gurú» de Moncloa, Iván Redondo. A juicio de quienes bien la conocen Carmen es vanidosa, soberbia y osada. Lo pudieron comprobar sus dos anteriores jefes, Manuel Chaves y José Luis Rodríguez Zapatero, testigos de sus fuertes desencuentros con algunas compañeras como Magdalena Álvarez y Rosa Aguilar. «A las dos las odiaba a muerte», dice un destacado socialista andaluz. Como consejera de Cultura colmó la paciencia de Manuel Chaves que se la recomendó a Zapatero para el Gobierno de España. Carmen nunca le perdonó a José Antonio Griñán sus preferencias por Rosa Aguilar como cabeza de lista al Congreso por Córdoba , y se vengó de él y su antiguo mentor, Manolo Chaves, con total indiferencia en el juicio de los ERE. «Fue una traidorzuela hacia quienes todo les debía», advierten en el PSOE andaluz. En las primarias del partido, su radical feminismo la hizo optar por Carmen Chacón frente a Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque no le importó aparcarlo al defender a Luis Planas en su pugna contra Susana Díaz, con quien tiene una pésima relación. En tiempos de Zapatero, ministra de Cultura, montó también unas cuantas y, según ministros de la época, sonoras eran sus broncas con la titular de Fomento.

Famosa por sus frases altisonantes: «El machismo es fascismo» o «El dinero público no es de nadie», Carmen cautivó a Pedro Sánchez como Secretaria de Igualdad en la Ejecutiva Federal y logró ser el contrapeso de Soraya Sáenz de Santamaría durante la aplicación del 155 en Cataluña. Este fue el origen de su gran ascenso, dado que Sánchez valoró sus conocimientos jurídicos como profesora de derecho Constitucional que, a decir, de sus adversarios, no lo son tanto. Así opinan también algunos de sus compañeros cuando se sienta en la mesa del Consejo de Ministros, incluso como presidenta en ausencia de Pedro Sánchez. La vicepresidenta no coordina nada y «se pone de perfil ante los problemas», aseguran estas fuentes monclovitas que, insisten, como astuta y ambiciosa, está forjando un entramado de mujeres en torno a su persona. Sus leales aseguran que nada hace sin el consentimiento de Sánchez y que toda la estrategia la dicta el presidente. No obstante, los errores sobre la tesis doctoral de Sánchez los atribuyen al entorno presidencial, gabinete y secretaría de comunicación, con mala venta por parte de la portavoz, Isabel Celáa.

Hermana de un histórico del partido andalucista de Rojas Marcos, Carlos Calvo Poyato, y separada de un dirigente del PSOE, el sociólogo profesor del Instituto de Estudios Sociales de Andalucía, Manuel Pérez Yruela, su labor como coordinadora del Ejecutivo «brilla por su ausencia» y a ella se le atribuyen las numerosas rectificaciones. Carmen ha preferido erigirse en decapitadora de Franco y el Valle de los Caídos, atacar el lenguaje «machista» de la Real Academia Española, y hasta increpar a un compañero masculino con una advertencia: «No me mires como voy peinada o vestida». En el seno del gobierno afloran con fuerza las críticas a su labor: «Escasa gestión, nada efectiva y descoordinación», dicen algunos ministros y secretarios de Estado. Las tensiones en Moncloa son grandes y todos miran hacia el ánimo de Pedro Sánchez, quien de momento mantiene intacta su confianza en Carmen Calvo.

Un Gobierno con nula sintonía, al ritmo del presidente y los titulares informativos sobre su tesis doctoral, con varios ministros «chamuscados». Es el resumen de la situación, mientras arrecia el conflicto catalán y la economía se resiente. Con una añagaza, «culpar como siempre al mensajero, o sea al periodista». Esto, según varios ministros y altos dirigentes del PSOE, es «lo peor que podemos hacer». En definitiva, un Gobierno que naufraga con el salvavidas puesto, un capitán que amenaza claramente a los separatistas para mantener el rumbo, y Carmen Calvo en combate.