José Antonio Vera

La cabeza de la soldado Llop

Es una ministra «machista», porque lo dice Montero

La ministra de Justicia, Pilar Llop
La ministra de Justicia, Pilar LlopMariscalAgencia EFE

Claro que ahora resulta que toda la culpa va a ser de Pilar Llop. La mujer no era ni ministra cuando el Gobierno dio luz verde a la tramitación la ley-Montero, pero como alguien se tiene que comer el marrón, para eso está ahí la cabeza de la soldado Llop, jueza como Fernando Grande-Marlaska y Margarita Robles, responsable al cabo de la cartera de Justicia. Aunque el que otorgó el «sí es sí» a la ley fue Campo, hoy cómodamente aposentado junto a Pumpido en el Constitucional.

Campo vio cosas raras y hasta gazapos en el texto, pero como tenía la orden de «hacer la vista gorda», no tuvo más remedio que tragarse el sapo igual que antes hizo con los anfibios del «procés». En materia de sapos este Gobierno va bien despachado. Dice López Aguilar que con Marruecos hay que comer sapos y ranas, y es lo que hace el presidente desde que se supo que los espías del Rey vecino sabían todo de él a través de su móvil. Negocios menores y cosas del 11-M. El sapo marroquí es peligroso por venenoso, pero el escuerzo morado no se le queda atrás en efectos indeseados. Ahora se entiende bien por qué dice Sánchez que va a tumbar la ley Montero por sus efectos indeseados. Aunque escuchando a Victoria Rosell, batracia canaria de hábitats pantanosos, uno diría que los efectos de la ley no son en realidad «indeseados» sino «los que queríamos».

Rosell defiende con claridad estar contra «las políticas punitivas», y que a los agresores y violadores «no hay que imponerles penas muy altas». Al fin y al cabo, «ya han violado», que decía Pam. O sea que un rato en la cárcel y otra vez a la rúa. Eso sí, sacando pecho de que son ellas las únicas que defienden a las mujeres. Las feministas del PSOE son machistas, lo mismo que los jueces y los abogados y la sociedad en general.

De modo que el marrón del sapo podemita se lo va a tener que comer la soldado Llop solita. Sin tener vela en el entierro, la han puesto a comandar el funeral. Su cara en el Congreso, sola y sin nadie en el banco azul, era ayer todo un responso. Cierto que es la única que le ha echado valor al hecho mortuorio declarándose «absolutamente responsable». Alguien tenía que decirlo y ha sido Llop. Alguien más debería pedir perdón, aunque no ocurrirá. Irene Montero no. Montero y la Inquisición púrpura van ahora contra la ministra de Justicia, a la que acusan de obligar a las mujeres violadas a explicar «si cerraron bien las piernas».

Llop lleva toda la vida defendiendo los derechos de la mujer, como Calvo y otras ilustres socialistas, pero en realidad es una ministra «machista», porque lo dice Montero. Que por supuesto no va a reconocer ningún error. Antes muerta que arrepentía. Antes rompe la coalición y fuerza a Sánchez a convocar elecciones anticipadas. Antes conmina al bloque morado a votar a favor de Tamames en la moción de Vox, que al fin y al cabo era comunista, como Iglesias. Eso sí que sería una venganza. La gran vendetta podemita.

De modo que en esta guerra queda aún mucha munición de gordo calibre. Sánchez enmienda la ley a Igualdad, echa la cabeza de Llop a los leones de las Cortes y si tiene que destituir a Montero, lo hará. Solo que la respuesta pabliana puede ser como la de luzbel en el libro de Samael. O incluso más tenebrosa aún.

El presidente se las hacía feliz tras la Navidad enfilando las municipales de mayo con la sedición derogada, la malversación amputada, el IPC dopado, el PIB acicalado y el paro maquillado. Ni se podía imaginar que una ley suya iba a servir para que le adoren los violadores e idolatren los malversadores. Lo que no sabemos es si, además, le votarán en mayo. Se lo merece.