Política

Alicante

Carlos Lesmes, el presidente que quiso jugar a todo

Pese a su sólida formación jurídica pasará a la historia por estar en la cúspide del mayor desprestigio del Supremo: las hipotecas.

Carlos Lesmes, el presidente que quiso jugar a todo
Carlos Lesmes, el presidente que quiso jugar a todolarazon

Pese a su sólida formación jurídica pasará a la historia por estar en la cúspide del mayor desprestigio del Supremo: las hipotecas.

Nadie podrá nunca negarle una sólida formación jurídica. Pero Carlos Lesmes Serrano, bien a su pesar, entrará en la historia como el hombre que estuvo en la cúspide del mayor desprestigio del Tribunal Supremo. Ni en sus más negros augurios, este jurista fiscal de carrera, religioso, bien formado, y dicen quienes bien le conocen bastante supersticioso, pudo jamás pensar en este final. El desbarajuste de las hipotecas, algo que hasta los más veteranos magistrados del Alto Tribunal todavía no digieren, se le fue de las manos. Como muchos otros temas, entre ellos la impresentable comparecencia de todo un presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que en aras de su exigible imparcialidad no debía controlar, pero sí tal vez ordenar. «Un arrogante de sí mismo». Es la definición de numerosos jueces y juezas que han compartido con Lesmes responsabilidad y jornadas de trabajo en estos años.

Nacido en Madrid, de familia judicial, Carlos Lesmes hizo de su vida el Derecho y el Derecho le dio todo. Prefirió siempre la carrera fiscal, que ejerció en Alicante y Madrid, y trabó buenos contactos en el PP de José María Aznar, en cuyos gobiernos ejerció como director de objeción de conciencia y relaciones con la Justicia. Hasta que su gran mentor, Alberto Ruiz-Gallardón, le catapultó como máximo responsable del Poder Judicial en el Consejo General y el Supremo. Muchos compañeros de su Sala de entonces, la Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo, ahora tan de actualidad, se llevaron las manos a la cabeza. No por su formación, que nadie discutía, sino por su carácter altivo y soberbio. «Poco dialogante y jugando a todo», dicen magistrados que bien le conocieron.

Lo cierto es que este hombre de excelente porte británico, barba canosa, elegante y buen orador, quiso jugar a varias barajas y le salió mal. Llegó al poder de la mano del PP y no supo controlar el tema de la «Gürtel» y otros sumarios envenenados, al menos con la comparecencia de Rajoy, algo inédito en los anales de nuestra democracia. Sus méritos ante el PSOE, que los intentó, tampoco le sirvieron, porque tocó callos en quienes no debía, jueces progresistas a los que machacó sin piedad. Fue la suya una presidencia altiva, con una doble vara que de poco le ha servido. Un jurista de su prestigio, un fiscal de carrera selectiva, buscó amparos diversos sin reparo. Y sobre todo, en eso están de acuerdo hasta sus más leales, con mucha dosis de soberbia.

Hoy acaba la etapa Lesmes con una losa de desprestigio inaudita sobre el Tribual Supremo. Algo muy arriesgado para el equilibrio de poderes en nuestra democracia. Quizá su error fue no saber equilibrar la balanza entre ley y política, erigido en un pedestal de arrogancia poco factible en democracia. Nadie duda que hizo cosas buenas, pero tampoco nadie olvida su estigma final: un caos en el Tribunal Supremo, en una Sala donde por colocar a un amigo, tal vez valioso pero también discrecional para el puesto, como tantos otros nombramientos que hizo, la seriedad jurídica quedó por los suelos. Una muestra, una vez más, de soberbia en el cargo.