PP
«Casadismo», a cara y cruz
El líder se la juega y los que se han quedado fuera se lamentan: «Ahora es más importante estar en un plató de televisión que ser del partido».
El líder se la juega y los que se han quedado fuera se lamentan: «Ahora es más importante estar en un plató de televisión que ser del partido».
«Hay que tener un grupo parlamentario de afines». La frase circulaba desde hace días por los despachos de Génova trece, cuartel general del PP, como reflejo de los planes de Pablo Casado. Lo ha cumplido a rajatabla con la mayor renovación de los cabezas de lista al Congreso que se recuerda en la historia del partido. Lo que José María Aznar y Mariano Rajoy hicieron con mesura, lo ha despachado su sucesor de una tacada sin complejos. «Caras nuevas para tiempos nuevos», dicen los altos dirigentes del PP que integran el «núcleo duro» del líder. Sepultado por completo el «marianismo», ha nacido con toda fuerza el «casadismo» en lo que, sin duda, es una apuesta arriesgada. «Nos jugamos mucho», admiten en la cúpula popular. En efecto, Casado arroja una moneda al aire de alto calado político y está preparado para lo que venga. Si gobierna, perfecto. Y si debe hacer la oposición a Pedro Sánchez, será sin un solo reproche y rodeado de sus fieles. «Ni una mosca cojonera más», advierten en su entorno.
Caras nuevas, algunas muy mediáticas, línea dura y ni un solo vestigio de la etapa marianista. A Casado no le ha temblado el pulso ni se dejó llevar por las emociones. «No hay nada personal, la política tiene otros códigos», dicen en su entorno, mientras rechazan la palabra «purga» y hablan de «renovación». A lo largo de treinta años, el PP ha saboreado las mieles del gobierno con los dos mejores presidentes de la democracia y ha sufrido, como nadie, durísimos ataques y travesías del desierto en la oposición. Pero desde la última convención, Casado quiso imprimir un nuevo partido ganador con un liderazgo incuestionable. Después de Aznar y Rajoy, llegaba la hora de un dirigente joven y valiente. Pablo Casado es el tercer hombre sin complejos. Para liderar hoy el PP, con un frente de izquierdas y separatista muy peligroso, se necesita un hombre rocoso como el granito, valiente como un guerrero, sin ataduras del pasado. Y lo ha querido demostrar con un vuelco sin precedentes en estas listas.
La apuesta tiene su riesgo. No todos en el PP la ven con buenos ojos, en especial ante fichajes como el de Pablo Montesinos, Cayetana Álvarez de Toledo o Juan José Cortés. «Ahora es más importante estar en un plató de televisión que ser del partido», lamentan algunos críticos, que ven en el miedo al ascenso de Vox estas decisiones. Pero nada de ello modifica los planes del líder del PP quien, según su núcleo duro, «va a por todas» al frente de un partido sin prejuicios con un discurso duro, defensa de la unidad nacional y tintes de esperanza. El «casadismo» quiere conjugar veteranía y juventud. Su líder sabe bien que le esperan días difíciles. «Ninguno es fácil», dice el presidente popular. «Candidatos limpios y sin ataduras», insisten en Génova, donde pese a las encuestas y la amenaza del voto útil se respira moral de victoria.
Despejada la revolución al Congreso, Casado hará «encaje de bolillos» en las listas al Senado y el Parlamento Europeo, dónde se ubicarán algunos de los caídos. Pero su nueva gran prueba de fuego serán las listas autonómicas y municipales, con Madrid en primera línea. Con dos estupendos candidatos al frente, apuesta personal suya, deberá contar no solo con leales de nuevo cuño, sino con dirigentes a pie de calle que conozcan los entresijos de la Comunidad, la ciudad y sus distritos, valorados por los vecinos y con experiencia de gestión. En las elecciones locales el voto es diferente al de las nacionales y, según todas las encuestas, en Madrid la situación es altamente complicada: una izquierda fragmentada pero amenazante, descenso de Ciudadanos y la irrupción de Vox, que emerge con inusitada fuerza.
Aznar logró embridar un partido bronco, indisciplinado y centrar la rancia derecha española. Rajoy, mucho más técnico, logró sacar a España de su mayor crisis económica, de un erial dejado por José Luis Rodríguez Zapatero. Pablo, el tercer hombre, tiene ante sí enormes retos, bajo la amenaza de una izquierda y un Pedro Sánchez capaz de todo para mantener su poltrona. Ahora hay una ciudadanía desmoralizada y escéptica ante el comportamiento de dirigentes políticos de cualquier signo, bajo la lacra de la corrupción y el desafecto. El reto de Casado es sacarles de ese letargo. «Estamos preparados, endurecidos en la oposición y conscientes de la tarea», comentan los «casadistas».
Treinta años después de la primera refundación del PP en Sevilla, Pablo ha querido contar con una nueva generación alejada del «marianismo», incluso con alguna figura «aznarista» muy crítica con Rajoy como Cayetana Álvarez de Toledo, lo que ha levantado algunas ampollas. «Es una provocación», dicen los críticos. Pero nada modifica los planes del líder, que desea candidatos valientes, «cañeros y sin complejos», insisten en su entorno. La derecha española siempre ha sido cainita y combatirlo es otro gran reto de Casado. Aznar y Rajoy siempre proclamaron tener a su lado a los mejores, pero algunos les salieron rana. A los hombres y mujeres del «casadismo» jamás se les perdonará meter la mano en la caja, anteponer intereses particulares o desdeñar a España como nación. «El PP necesitaba un recambio».
Aznar y Rajoy se dejaron la piel en gobernar España, cada uno a su manera. Con la suerte de un PSOE en la oposición que no es ahora el mismo ni por asomo. Pedro Sánchez no es Felipe González, Zapatero o Rubalcaba, es muchísimo peor. Ha palpado que el poder es siempre una posición de privilegio y no tendrá escrúpulos para cargarse al PP y a cualquier alternativa de centro-derecha. «Estamos preparados para las malas artes», confiesa Teodoro García Egea, gran muñidor de este vuelco en las listas. «España necesita ser limpiada de la podredumbre de una izquierda letal y un nacionalismo que le arrebata su decencia y dignidad como país», añade. Y frente a la sombra ascendente de Vox, queda claro que nadie buscará fuera del PP lo que pueda encontrar dentro. A cara o cruz, es la gran apuesta de Pablo Casado.
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