Terrorismo

De cobardes y peores

La Razón
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En España hemos llegado a un momento en el que todo lo singular resulta atractivo. Si a cualquiera de nosotros se nos ocurriera convocar a un acto en el que se criticara al sistema español por permitir que José Bretón esté en situación de prisión –preventiva en este caso– los medios de comunicación, los jueces, los fiscales, los funcionarios judiciales y los guardias de seguridad que vigilan el acceso a los Juzgados nos darían golpes como a un muñeco de goma.

Ahora bien, cuando lo que se cuestiona es si «el hombre de paz» llamado Arnaldo Otegi –secuestrador etarra entre otras cosas– merece una condena penal, tras un juicio con igualdad de armas –vamos, sin tiros en la nuca–, el personal se la agarra con papel de fumar. El tal Otegi, que está en el lugar en el que estaría por su propia configuración al margen de cuál es el motivo que le ha llevado a morar entre rejas, tiene cara de bobo. España es el único país en el que un tipo con aspecto de bobo sale adelante. Omito ejemplos. Yo, y aquellas víctimas del terrorismo a las que represento, celebramos que un sujeto que menoscaba derechos ajenos o vitorea y homenajea a una tiparraca que quería asesinar a inocentes en nombre de un ideal que tiene guasa, esté en prisión. Otegi tiene un activo en su vida: haber sido miembro de una banda asesina. En un primer momento, la Justicia nos falló. Ahora, la Audiencia Nacional lo corrige y nos dice que quien sea tan cretino como para organizar un acto de homenaje a un sujeto de tan baja condición es merecedor de una investigación que aclare el nivel de reproche que ello alcanza. En el caso de Rafa Larreina me sorprende su presencia y desconozco lo que le motivó. En el caso del extravagante Tardà, no. Hay que conocer a ETA y su entorno: unos –malnacidos– se juegan el pellejo asesinando por la causa. Otros, por la misma causa, cantan aquello de «ETA mátalos» que yo «aquesta tarda» me voy a casa a ver el fútbol calentito en el sofá.