Industria de Defensa
¿Y el europeo?
Aunque la facturación nacional en Defensa crece año a año, aún estamos muy lejos de nuestros competidores europeos. Hemos de ser ambiciosos
Es ya célebre la contestación que Mariano Rajoy le dio a Carlos Alsina durante una entrevista en su etapa de presidente del Gobierno. El locutor le preguntaba por una futurible situación de ciudadanía de los catalanes en caso de independencia de Cataluña, y Rajoy, gallego él, contestó a una pregunta con otra: "¿Y la europea?". Repesco esta anécdota porque últimamente, cada vez más, suena esa misma pregunta, en masculino, cuando se habla del ya famoso "campeón nacional" de la industria de Defensa española.
Porque ante la disyuntiva de ser cabeza de ratón o cola de león, muchos se preguntan por qué cedemos tan rápidamente la ambición que siempre ha caracterizado a España. Que queremos y podemos ser cabeza de león. Pero desde luego, no en el actual tamaño del sector en España. Es cierto que la facturación nacional en Defensa crece año a año, y en porcentaje las cifras son todavía más atractivas. Pero estamos lejos, muy lejos, de nuestros competidores europeos. Y digo competidores, porque más allá de la necesaria cooperación industrial, el pastel de los Fondos Europeos de Defensa y los diferentes presupuestos nacionales se reparten año a año atendiendo a la capacidad de influencia y masa crítica de las empresas en liza. Y las nuestras, por ahora, siguen siendo raquíticas en comparación.
Empresas como BAE Systems o Thales están a años luz en tamaño si las comparamos con el nombrado campeón nacional, Indra. Por supuesto, si miramos más allá y cruzamos el charco, General Dynamics o Lockheed Martin se antojan ensoñaciones. Y sin tamaño, es muy difícil competir. Porque aquí, sí, el tamaño importa. Porque significa capacidad de invertir de investigación, en pulmón financiero para afrontar nuevos proyectos, absorciones, competir por el talento, y también, y es importante mencionarlo, en capacidad de influencia. Porque no lo olvidemos, el mercado de la Defensa es muy pequeño en el número de compradores, y está lejos de ser un mercado abierto o de perfecto funcionamiento de oferta y demanda. La influencia importa, mucho, y hay ya demasiados ejemplos pasados y recientes.
Indra tiene un plan ambicioso de crecimiento para llegar a facturar 10.000 millones de euros en su particular agenda 2030. En comparación, esa cifra es la mitad de lo que facturaron Thales o BAE el pasado año, y seis veces menos que Lockheed Martin. Pero por qué conformarnos. Si miramos a otros sectores, como telecomunicaciones, textil o infraestructuras, las empresas españolas no solo compiten, sino que lideran en esos sectores. Es cierto, no se puede obviar ingenuamente que el sector de la Defensa en España ha pasado por su particular travesía por el desierto, en lo que a pedidos se refiere, durante los últimos 15 o 20 años. Y sin facturar en casa, es difícil hacerlo fuera. Al menos en este sector.
Sabiendo que somos líderes mundiales en ingeniería e I+D+i en múltiples sectores, en el de la Defensa no podemos conformarnos con ser cabezas de ratón. Ni mirar solo de forma caníbal al pequeño mercado doméstico. Hemos de ser ambiciosos para tener un sector y unas empresas con masa crítica suficiente para dejar de hablar, por fin, de campeón nacional y empezar a hacerlo de campeones europeos.
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