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Días de junio: emociones, agradecimiento y firmeza

La Razón
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Sucedió en una de las recepciones que, quiero recordar, tuvo lugar tras la entrega de unos premios Príncipe de Asturias. Estábamos dos personas conversando con Don Felipe y se acercó Sabino Fernández Campo para decirle al oído –no resistí la tentación de poner el mío– que uno de los invitados tenía que marcharse pues le esperaba su avión particular. Y no podía hacerlo, por protocolo, antes de que el Príncipe se retirara.

El invitado en cuestión era y es un conocido banquero. Don Felipe se dio por enterado. No pestañeó y siguió conversando con nosotros –yo me puse un poco nervioso a medida que alargaba nuestra conversación–, ¡y luego con otras personas durante media hora más! Yo veía que a Sabino se le iba y venía el color mientras Don Felipe saludaba a unos y otros como si no hubiera oído nada. Quiso demostrar entonces que sabía ya muy bien quien era y lo que representaba. Y que no admitía presiones ni siquiera de los más poderosos.

Ayer, aprovechó la entrega del premio Príncipe de Viana de la Cultura, en el monasterio de Leyre, en Navarra para emocionado decir en su discurso: «Permitidme que respete el procedimiento parlamentario iniciado, y me limite a reiterar mi empeño y convicción de dedicar todas mis fuerzas, con esperanza e ilusión, a la apasionante tarea de seguir sirviendo a los españoles, a nuestra querida España, una nación, una comunidad social y política unida y diversa que hunde sus raíces en una historia milenaria».

Seguir sirviendo. Es verdad que lleva mucho tiempo así. Sabe quien es. Lo que se le viene encima. No un marrón como dicen los chistes de Whatsapp, sino algo que aprendió y tuvo que ejercer desde que tuvo uso de razón.

Se emocionó, al comienzo de este discurso, quizá al recordar el tiempo que lleva así, sirviendo, de la misma forma que le emocionó su padre durante los parones que tuvo que hacer mientras grababa su discurso de abdicación ante las cámaras.

Son y van a ser días de emociones. Emoción por el agradecimiento, por tantos sucesos que, para bien y para mal, tienen como protagonistas a su familia; pero también días de firmeza porque sabe donde está y delante de quien está. Y lo que se espera de el, que es mucho. Por eso tendrá que ser firme ante los poderosos, ante aquellos que siempre van a lo suyo, y que seguro que ya conoce también.

Y firmeza ante los pitidos y abucheos en sus recientes viajes. «¿No lo hacía con mi padre? Pues conmigo lo mismo».

Tampoco me sorprendió que ayer, en el primer discurso que pronunció tras el anuncio de abdicación de su padre, hiciera un llamamiento a la unidad.

«En periodos de dificultades como los que atravesamos, la experiencia de tiempos pasados plasmada en la historia nos enseña que sólo uniendo nuestros afanes, anteponiendo el bien común a los intereses particulares e impulsando la iniciativa, la investigación y la creatividad de cada persona, lograremos avanzar hacia escenarios mejores.

Ese es el camino que todos, responsables institucionales, agentes sociales y económicos, entidades y ciudadanos, debemos tener para afrontar con decisión el futuro y ampliar el campo de esperanza que se abre ante nosotros». Me sonó a adelanto del discurso que pronunciará el día de su proclamación.

Pero poco a poco.

La renuncia de Don Juan Carlos está muy pensada y aquí cada día va a tener su afán. Cada acto, viaje, discurso, anuncio... tiene unos mensajes que anuncian nuevos tiempos.

Nuevos tiempos a los que Don Felipe acude con las lecciones que ha aprendido a lo largo de todos estos años.