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Ciudadanos gana y los independentistas logran mayoría en escaños pero no en votos
El partido de Albert Rivera se sitúa como el partido más votado con 37 escaños y el 25,3% de los votos; JuntsxCAT y ERC se situarían en segunda y tercera posición con 34 y 32 diputados, seguidos del PSC (17), CatComú (8), la CUP (4) y el PP (3), con el 99,87 por ciento escrutado.
El partido de Albert Rivera se sitúa como el partido más votado con 37 escaños y el 25,3% de los votos; JuntsxCAT y ERC se situarían en segunda y tercera posición con 34 y 32 diputados, seguidos del PSC (17), CatComú (8), la CUP (4) y el PP (3).
Las elecciones dejaron ayer la imagen de una Cataluña fracturada en dos, con una participación masiva, y en la que Ciudadanos (Cs) consiguió una victoria histórica: 37 parlamentarios, 12 más que en 2015, y más de un millón de votos. El «procés» se salda en las urnas con una movilización sin precedentes de los catalanes que están en contra de la ruptura con España. Pero también con una movilización contundente del votante independentista, que se mantiene firme en sus posiciones pese al fracaso del «procés» y de haber visto las desastrosas consecuencias económicas de la unilateralidad. La participación rozó el 82 por ciento, la cifra mágica que según los expertos creaba el escenario más favorable para el voto constitucionalista. Pero no fue suficiente para frenar al independentismo.
El bloque secesionista suma 70 escaños, dos menos que en los anteriores comicios, y unos 95.000 votos más. En concreto, Juntos por Cataluña (JxC), 34; ERC, 32; y la CUP, 4, que se deja seis parlamentarios. Estas elecciones eran un examen sobre quién tenía la hegemonía dentro de este bloque y la sorpresa saltó al imponerse el partido de Carles Puigdemont frente a ERC y pulverizar la mayoría de los sondeos. Pueden gobernar, pese a que Arrimadas haya sido la lista más votada, porque los vetos cruzados y entre bloques perjudican a la líder de Cs. No obstante, se abre un escenario de gran incertidumbre pese a que anoche JxC y ERC ya escenificaron su disposición al acuerdo: referéndum y eliminar 155. Les bastaría con la abstención de la CUP. La división interna augura fuertes tensiones en la negociación y que Puigdemont se imponga en su radicalidad a Junqueras marca el perfil del posible nuevo Gobierno, que si insistiese en la ilegalidad obligaría a mantener vivo el artículo 155. Entre los interrogantes está ver si Puigdemont cumple su promesa de regresar a España para ser investido, lo que implicaría su detención. La contundente victoria de Arrimadas deja en teoría al secesionismo sin legitimidad para seguir con la República catalana y la desconexión diseñada en la anterior Legislatura. Pero no han presentado un proyecto alternativo en campaña y en sus liderazgos habrá más bajas por futuras decisiones judiciales.
Además, habrá que ver qué hace la CUP después del golpe recibido en unas urnas a las que se presentaban como costaleros de la anterior Generalitat dirigida por Puigdemont. Si las condiciones que impusieron en 2015 para dar su apoyo al PdeCAT y ERC fueron draconianas, ahora no pueden ser menos exigentes que entonces ni aceptar el ejercicio de realismo al que obliga el resultado del «procés». La CUP está por seguir implementando la supuesta República catalana, y en la misma línea se ha posicionado Puigdemont. Mientras que desde ERC admitían en campaña, fuera de micrófono, que la situación obligaba a hacer un ejercicio de pragmatismo y a renunciar a plazos y a la unilateralidad. El bloque constitucionalista (Cs, PSC y PP) alcanza los 57 escaños. El triunfo de Arrimadas se descompensa porque el PSC no toca ni de lejos las expectativas creadas por las encuestas. El partido de Miquel Iceta sólo sube un escaño (su segundo peor resultado). Y el PP catalán se hunde, dejándose ocho parlamentarios. Pierde su grupo en el Parlament.
Un tripartito de izquierdas, con ERC, PSC y comunes tiene 57 escaños; y la alternativa transversal, con PSC, apoyo de Cs y de comunes, pierde todo sentido por la diferencia de Arrimadas e Iceta.
Éstas eran unas elecciones en las que se decidía el poder del independentismo y la hegemonía dentro del mismo. Pero también eran unas elecciones en las que se medía el apoyo de los catalanes a la gestión que ha hecho el Gobierno del PP del desafío secesionista. Una prueba para Mariano Rajoy y para el momento y la manera en la que decidió responder con la intervención de la Generalitat, en una decisión pactada con Cs y con el PSC. El PP paga todo el coste de gobernar aunque haya actuado de la mano de las otras dos fuerzas constitucionalistas. En Moncloa resaltaban anoche que «el presidente primó los intereses de Estado y la legalidad por encima de los intereses de partido, y que de estas elecciones puede salir un Gobierno independentista, pero que estará obligado a ajustarse a la ley». Este discurso no pone sordina a todas las alarmas que se han encendido dentro del PP.
Anoche también se sometió a examen la hegemonía dentro de la izquierda. Pedro Sánchez gana un escaño con Iceta, pero es un resultado amargo. Ni crecen lo esperado ni son partido bisagra. Su único consuelo es que Pablo Iglesias y Ada Colau retroceden tres escaños de la mano de su ambigüedad y de su referéndum pactado, que no tiene hoy cabida legal.
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